14 diciembre 2012

SONRISA

Siempre he sido una persona sonriente, no lo puedo remediar. A lo largo de los años es algo que me ha granjeado no pocas ventajas (salvo aquel equívoco que me costó el puñetazo), pero últimamente no trae más que desgracias a las desgracias. La noticia del desahucio ha sido, sin duda, lo más duro que me ha ocurrido en mi vida, que desde hace demasiados años no es más que una cuesta arriba sin sentido, sin final. Salarios cada vez más bajos, peores contratos y condiciones de trabajo que tenía que asumir con gesto humilde y agradecido, inestabilidad laboral y una hipoteca que amenazaba mes tras mes hasta que finalmente nos ahogó. Desempleo, intereses, penalizaciones, cantidades que se multiplican, deudas que surgen sin saber de dónde; ayudas, prestaciones y servicios públicos que han formado parte de nuestra existencia que desaparecen de un día para otro, y, finalmente, la imposibilidad real de afrontar los pagos. Mi mujer y los niños en casa de mis suegros y yo con mi madre, avergonzado y hundido. Pero, aún así, la sonrisa vuelve, no lo puedo evitar.
 
El día del desahucio yo no quería estar allí, prefería llevarme las cosas un par de días antes y abandonar la casa. Punto. Pero mi mujer me dijo, entre amenazas de divorcio y llanto, que había que luchar, plantar cara, hacer frente común para presionar al gobierno y a los bancos. Atraer a los medios y responder al apoyo de los manifestantes que acudirían. Estuve allí, claro, triste, violento, expuesto y abatido, abrazado a mis hijos que lloraban; pero casi al final, cuando pasó un antiguo amigo, no pude reprimir una sonrisa al saludarle que sorprendió a todos.
 
Se acerca la Navidad, evidentemente el peor momento de todo este proceso, al no poder ofrecer a nuestros niños ni tan siquiera un hogar propio para recibir y jugar con sus regalos, que serán muchos menos que el año pasado. El programa de la tele, en un acto revolucionario, quiere dedicar en Nochebuena un buen rato a hacer conexiones con familias sin hogar que pasan tan señalada fecha en casas de familiares o incluso refugios. No han hecho casting (sería algo horrible, desde luego), pero sí entrevistas previas a muchas familias. A través de una asociación mi mujer consiguió que nos visitara una reportera del programa. Durante la conversación, tremendamente emotiva, no pude contener algunas sonrisas, e incluso al final solté un inesperado chiste; todos se rieron, pero no nos volvieron a llamar. Mi mujer me ha comunicado esta mañana su intención de divorciarse a primeros de año.  Todo por la sonrisa.
 
 
Publicado en el nº145 de la revista de humor on line "El Estafador", dedicado a los desahucios.

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