“Eres demócrata y cristiano, eres un gusano”.
Un día alguien le habló a Duran i LLeida
de está canción de La Polla Records
y no pudo resistir la tentación de buscarla en internet, la escuchó y una silenciosa
obsesión se instaló en su augusta cabeza. Paseaba casi siempre cabizbajo, tarareando
esa maldita tonada que le asaltaba en el momento más insospechado, con una mano
ocultando sus labios disimuladamente (porque, ¿y si, tratándose de un político
de primer orden supracatalán, supraespañol, casi supraeuropeo, a alguien de Telecinco le daba por capturarlo en
vídeo y contratar a un lector de labios para hacer públicos sus pensamientos?).
Como antídoto se decidió a cambiar lo de demócrata y cristiano por otras
ideologías pero eso, lejos de ahuyentarla, la hacía más presente. Por eso en
sus visitas a Madrid se trasladó a una suite del Hotel
Palace, quería provocar una reacción de choque, y lo consiguió. Ante el
exceso y ostentosidad de esos salones para un servidor público, la canción,
avergonzada, decidió retirarse discretamente para no ser continuamente
rememorada por aquel cristiano pedante y altivo.
El democristiano abrió los brazos para dar
gracias por su suite y su recobrada libertad de pensamiento, y procedió a
limpiar sus gafas antes de tomar el desayuno. Luminosos tonos blancos y pastel
le rodeaban como una caricia. En ese momento, sintiéndose en el exacto lugar
que le correspondía en el mundo, descubrió que la pared le susurraba. Tembloroso,
colocó las gafas de diseño sobre la mesa. Había encontrado su oráculo en el
lugar más adecuado a su clase y distinción. Era, sin duda, la recompensa por
ser el más democristiano de todos: liberal sin restricciones, defensor a
ultranza de las tradiciones; católico impoluto, prácticamente inmaculado;
personaje tibio y comprensivo, o remilgado y deslenguado, según los casos. Amante
de la caridad queda y discreta antes que de la solidaridad. De las pequeñas
concesiones antes que de las reformas en profundidad. De cambiar cositas aquí y
allá para que todo permanezca igual. La pared consejera le hizo sentirse más
poderoso e intocable. Ella le animó a jugar con medias verdades, a buscar
rédito en los prejuicios y la xenofobia, a sacarse de vez en cuando la cruz del
pecho para golpear y delirar, a ser injusto a sabiendas, a afilar el verbo; y a
tomar aire para enfrentar el escándalo y la vergüenza personal y política con soberbia
e irónica sonrisa.
Publicado en el nº151 de la
revista de humor on line "El Estafador", dedicado a
Duran i LLeida.
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