Cuando tomamos las calles, lo primero que hicimos fue
celebrarlo. Después, en la Asamblea, movidos por la emoción y deslumbrados por
las posibilidades que se nos presentaban, esbozamos grandes y ambiciosos planes
que trataban siempre de ir un paso más allá que el presentado inmediatamente
antes. Nos contradijimos, nos enfrentamos, nos reprochamos. Nos mandamos a
callar unos a otros sin dejar de lanzar, negar y matizar ideas y propuestas que
se solapaban y atropellaban en el aire. Más tarde, ya agotados y algo confusos,
nos fuimos quedando callados, pensativos. Entonces, los asesores comenzaron a
subir las persianas de sus amplios ventanales. Se asomaron cautelosamente y nos
fueron llamando por teléfono para ofrecer el rápido e imprescindible apoyo
técnico y logístico.
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