Fragor, noche y luces
ya no son refugio ni aliento.
Lo que hay dentro
se mueve intranquilo.
Y no sale.
Y si no sale se irá tatuando,
y así quedará: filtrando
mi momento.
(Aunque te quedes parado
siempre hay algo que se está moviendo,
algo que se va perdiendo
por un resquicio olvidado).
Encima de cada persona debe haber un arco,
dicen,
y yo sólo veo arcos y vacío.
Préstame uno de tus brazos
para alcanzar mi alma.
Leones transparentes encienden mis pupilas
mientras, rebuscando en mis bolsillos,
piso la cabeza de la serpiente eléctrica,
sumergida en un chapoteo frío,
de alcantarilla salada,
el día en que las olas murieron
sucias a las puertas de las casas.
Otra vez paseando por mis paredes resecas
con zapatos empapados.
Y todo tan presente.
Y una televisión sonando en mi cabeza.
Y el sentido convertido en un zumbido.
Y la mirada fija en una puerta
cerrada.
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