07 enero 2015

LLEGÓ LA HORA, REPETIDA TANTAS HORAS

Llegó la hora de esos silencios desoladores de boca podrida, fermentados en gargantas habitualmente inflamadas de mayúsculas y certezas. De los apresurados resúmenes geopolíticos a la hora del café. De las equiparaciones. De las puntualizaciones. De las coartadas. De medir las reacciones. De las condenas a media voz. De la frialdad de datos que se lanzan, se solapan y derrapan. De las contextualizaciones. De algunas comparaciones puntuales. De la retórica circular. De la preocupación por las consecuencias sin ser capaces de detenerse un minuto a pensar en el hecho en sí.


Llegó la hora, otra hora más, de señalar con el dedo. De apelar al sentido común. De cambiar de tema. De pedir calma, altura de miras. De cargar las tintas. De sacudir el árbol. De utilizar la mesura como silenciador. De generalizar. De afilar la venganza. De afilar las adversativas. De meter a todos en el mismo saco para salvarnos todos. De maquillar el resultado. De echar las redes. De sacar partido.


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