El Secretario de Estado,
hondamente inspirado tras conseguir superar su examen del B1 de inglés, trató
de ver una película estadounidense en blanco y negro y versión original. Media
hora más tarde, con los ojos enrojecidos por el aburrimiento, llamó al
Subsecretario, un tipo que apenas balbuceaba la lengua de Elton John. Había
tomado una decisión, se pondrían en marcha dos campañas publicitarias para
empujar a la población a aprender inglés. En la primera, un nativo que sólo
conocía su idioma materno viajaría a Londres y, al no poder entenderse con
nadie, daría pie a los consiguientes equívocos y momentos desesperantes. La
segunda campaña, complementaria de la primera, se desarrollaría desde otro
punto de vista: un inglés que sólo conocía su idioma materno viajaría al pueblo
del nativo y, al no poder entenderse con nadie, padecería los consiguientes
equívocos y momentos desesperantes.
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