11 diciembre 2013

PESADILLA ANTES DE NAVIDAD

La cosa es que a Belén Esteban le propusieron que llamará a diez personas al azar para felicitarles las fiestas. Sería toda una sorpresa para ellas. El día señalado estaban ante el teléfono ella, su representante, vestido de blanco impoluto con el uniforme de la armada, y un presentador con gafas y chaqueta verde brillante. Ella hizo como que se negaba en el último momento, respiró profundamente y sus párpados bailaron. Después le pusieron una venda y fue escogiendo números al azar de entre las decenas de guías telefónicas que la rodeaban. Tú no eras consciente de esto, estabas en otra cosa. Sonó el teléfono y contestaste. Era Belén. Dijo: "Hola señor, soy Belén Esteban y le llamo desde Telecinco para desearle...". No le diste tiempo a terminar. Reconociste la voz y colgaste. Un sudor frío corrió por tu espalda, temblabas. Lamentaste seguir teniendo teléfono fijo, o no haber retirado tu número de la guía, aquel día que lo planeaste. Después te tranquilizaste y pensaste que todo era una pesadilla, una especie de sueño loco de duermevela. O mejor, una broma de mal gusto que alguien te había gastado, eligiéndote al azar. Te reíste por dentro de tu propia ingenuidad, pero encendiste la televisión para asegurarte. En Telecinco estaba ella, acompañada de su representante y del presentador. Tenía los ojos llorosos, se sentía muy triste; maltratada porque tú le habías colgado. Había escuchado tu voz, tu respiración. Ella había tratado de ser amable, cariñosa, pero tú habías colgado el teléfono. La habías puesto en evidencia ante la audiencia. Te tenía localizado y no lo iba a olvidar. Para colmo, al ver tu nombre en la guía supo quién eras inmediatamente. Eras el crítico aquel que se mofó de su libro en las páginas de un periódico de tirada nacional. Ella había entrevisto en tu artículo inquina personal, falta de objetividad, envidia por sus ventas y mucha maldad por tu parte. Tu teléfono se colapsó. Te llamaron de todos los programas de Telecinco. Te ofrecieron dinero y te exigieron defenderte. Te esperaron a la puerta de tu casa. Se pusieron en contacto con todos los medios con los que colaborabas. Unos expertos estudiaron tu manera de escribir, en un programa de máxima audiencia. Salió a la luz aquella novela tuya que pasó tan desapercibida, y la teoría de la frustración y la envidia que guiaban tus actos, ganó enteros rápidamente. Ella apareció llorando en un programa especial llamándote cobarde, y prometió que te acordarías toda tu vida de no haber aceptado su felicitación de Navidad.

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