23 mayo 2018

LA POLÍTICA

La política acaso sea el arte de manejar la información, sus medidas y sus tiempos: qué, cuánto y cuándo se oculta, se tergiversa o se amplifica.

15 mayo 2018

MADRE NO HAY MÁS QUE UNA (II). LAS MIRADAS.


Me gusta mirarte cuando bajas la rampa con el cigarrillo colgando entre dedos nerviosos coronados por uñas rojo fuerte. Avanzas a pasos pequeños,  apoyándote en la pared para no resbalarte con los tacones. Pareces una muñequita apurada por el limitado movimiento de tu apretado vaquero rosa. Me gusta mirarte y que me mires. Vas gritándole cosas a tu hijo mientras te colocas el cigarro entre los labios y levantas la palma de tu mano derecha con firmeza. Le has dicho bien claro que se va a enterar. Estás sofocada, una llamarada violenta atraviesa tu cabello rubio, tan rubio. Te aproximas decidida, ofuscada y vengativa por el poco caso que el niño te ha hecho delante de tus amistades. Me gusta mirarte, sostener tu mirada. Me siento poderoso en ese instante de pulso de miradas. Poderoso por primera vez en mi vida, ya que mi mirada te amortigua, ralentiza tu arrebatada y liberadora decisión de cruzarle la cara de un bofetón. Mi mirada se mantiene firme y por fin te detiene, te para en seco, te congela. Sólo pareces respirar a través de esos ojos que van del niño a mí y de mí al niño cargados de reproche, odio y sorpresa. Mi mirada te ha hecho recomenzar en esta espléndida mañana primaveral, tras tantos días de lluvia. Por fin, me echas un último vistazo y desapareces rampa arriba; arrastrando indecisa, como recién despertada de un sueño, a tu hijo del brazo.

NAZIS

Hoy en día los nazis gustan de camuflarse acusando a sus enemigos de nazismo.

08 mayo 2018

LA BÚSQUEDA


Un buen día, nos vimos empujados a iniciar la búsqueda de un futuro que se hacía el encontradizo pero que queríamos evitar. Se escondía para sorprendernos, para dejarnos sin palabras, pero las puntas de sus alas sobresalían por nuestro frágil e improvisado parapeto, que todavía creíamos fortaleza. Su despliegue ensombrecía el espacio aún ilimitado de nuestra quimera. Decíamos buscarlo a todo aquel que nos preguntaba; sobre todo a los que se dirigían a nosotros mostrando cierta ansiedad desde su posición definitiva, ya sin tocar el suelo, colgando de alguno de los múltiples pliegues de aquella flor gigante y predecible. Siempre prometíamos ponernos manos a la obra, asintiendo con gesto serio; pasado el tiempo, incluso entre nosotros mismos. Todos los días mentíamos, decíamos estar buscando, descifrando su infinita red de códigos, mientras nuestras mentes evitaban fijar la atención, concretar la búsqueda, aceptar el encuentro. Casi sin darnos cuenta terminamos por escondernos los unos de los otros. Nos evitábamos, tragando la ligera angustia de ser conscientes de todo lo que íbamos dejando atrás casi sin enterarnos. Todo lo que nos había unido y conformado se iba deshaciendo, convirtiéndose en pasado terroso. Sin saberlo, íbamos despojándonos del equipaje al que vivíamos abrazados, dejándonos atraer por una fuerza magnética promisoria y abrumadora que nos abrigaba haciéndonos oler continuamente la derrota de aquellos que se resistían. Cuando sentimos desaparecer el suelo bajo nuestros pies, supimos que la búsqueda había terminado.