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26 enero 2017

EL FILO (Dedicado a la memoria de Josetxo Ezponda)

Sigo el brillo de tu historia en el filo, anotando sensaciones nocturnas entre ángeles empapados de amor que huelen a cerveza. Todo parece encajar en ese cable tenso. Los acontecimientos se suceden ingrávidos y placenteros, atraviesas velozmente túneles rosa que comunican las espinas dorsales, dolientes y románticas, de las formas más emocionantes de gritar y susurrar las derrotas. Hay electricidad, risas, ruido desatado y amor. Aún la realidad no ha vomitado su hormigón tozudo sobre nosotros, sobre ti, estrella fugaz, imán de todas las miradas vidriosas y descreídas. El calor pegajoso se acentúa en la ropa negra, ya deberías saberlo. Y la noche púrpura es decorado que termina consumiéndose dentro de una inmóvil tarde de entretiempo sin fin, que te escruta con su lupa ardiente en un silencio hinchado, tan terrenal como desértico, siempre interrumpido por murmullos de negras hormigas cobardes; de carraspeos, pasos atrás, razones, gestos, excusas y desesperadas tomas de posición en la escalera de la vida.

   Nos hablaron muchas veces de la escalera, cierto, pero no de sus curvas caprichosas ni de los recodos, y eso que cada cual ya estaba ubicado en el suyo. Debes colocarte la máscara, aún no es tarde, mírame a mí, te decían, disimulando las llaves del coche. Todo pasa rápidamente en esta quietud de tele encendida y caras inexpresivas, y yo acierto a imaginarte en tu recodo de esta escalera con forma de serpiente por la que mi oído te sigue y espera. Estás solo, respiras tratando de hacer pie, de ocultar tu nerviosismo; enrocado, dolorido. Porque, ya sabes, los golpes se van acumulando hasta que llega un día en el que uno a uno comienzan a doler.

   La mañana es clara, pero no consigue superar el gris. El negro y la piel se desgastan y el brillo cae, extendiéndose por la acera hasta desaparecer, ¿quién ha cambiado el suelo bajo mis pies? El efecto de las canciones es pasado, y el pasado hoy es cuchillo y la gloria un recuerdo amargo. Ahora la tensión vive en la cuerda en la que se te ha convertido la vida, de la que ya no te quedan fuerzas para tirar, porque al otro extremo está el mundo, siempre marcando su ritmo imparable, con su saco de contradicciones. Los que asentían riendo y animaban tu camino te gritan que despiertes y cruzan los pasos de cebra apresuradamente, otro día nos vemos, te puedo comprar algunos discos, me espera mi familia, ya sabes. Y tú no sabes nada, no entiendes la comedia y abrazas el drama. No puedes seguir a estas alturas su consejo, no puedes dejar tu sueño correr en otra dirección. Ese animal sonriente y tibio te vio envejecer y morirá contigo.



Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".

05 octubre 2012

SOLEDAD

“Ya se nota que van más abrigados los presentadores, este otoño viene frío. La del tiempo ya no se pone minifaldas, y mira que está guapa; lástima que salga tan temprano, si no toda la gente se quedaría prendada de ella en las televisiones del centro comercial. Qué tranquila es la mañana, comparada con las peleas de la tarde, hay que ver cómo se insultan y atacan, ¡y es que se nota que es de verdad, que se llevan a matar! Y el vecino de enfrente siempre pendiente de lo que veo en la tele para ponerlo él, como un día la apague se va a enterar”.

“Ya está la del bloque de enfrente mirándome de reojo, qué mal disimula. Recuerdo hace cuatro años, cuando estuve subido a una escalera tres horas y ella sin perder detalle, y yo sin bajarme por tal de ver qué hacía, y ella con la cabeza de un lado para otro, de la pantalla a mi ventana, nerviosa perdida. Ya viene el frío, el de los deportes sale con una chaqueta más gruesa, y ellas con cuello alto. Eso lo hacen para protegerse la garganta y no tener problemas con la voz. Seguro que los tertulianos de media mañana y los del fútbol de la noche vienen también abrigados. Y es que anoche dijeron que iba a hacer frío, aquí también”.




Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".

21 agosto 2012

FERIA

Los ojos curiosos de los niños parecían más vivos que nunca, arremolinados como estaban alrededor de la gastada manta sobre la que descansaban juguetes y cachivaches caídos de la locomotora del tiempo. Armas de plástico, pelotas, muñecos de todo tamaño y color, cochecitos y motos, minúsculos utensilios de cocina; muñecas de mueca borrosa que daban la sensación de haber recorrido medio mundo, incluso pasando hambre y miedo. La feria avivaba la algarabía con música estridente, envolvía a las gentes en su delirante dinámica como un ansioso y gigante pañuelo multicolor, las embadurnaba de ilusión, de cegadoras bengalas de esperanza. Los saludos se hacían más cordiales y las risas brotaban desbridando pesares. Entre los trajes limpios y bien planchados que esquivaban con gracia la estrechez en la noche estrellada, el alcohol abría sus brazos de par en par en esa pequeña superficie triangular llamada ferial, donde desembocaban multitudes procedentes de focos de oscuridad y desempleo.

Los niños alucinados tiraban de los pantalones de sus padres mientras estos maldecían a los bancos y planeaban escabechinas contra la crisis. Pedían dinero para comprar algún juguete y salían disparados con su pequeño corazón latiendo poderoso, repitiéndose casi en voz alta los consejos paternos al apretar las monedas en sus manitas. Mientras el vendedor acuclillado comprobaba con un cigarro en la boca que el cargador de una pistola de juguete funcionaba, apuntando contra una pared, los niños le gritaban que solo iban a pagarle la mitad del precio que les había dicho. 



texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".

03 junio 2011

LOS SUEÑOS Y LA TAZA DE CAFÉ (1): EL MAGO

“El hombre de los trucos fáciles me pide tiempo”, tarareo. Pide tiempo y muestra una gran sonrisa, extendiendo las palmas inmaculadas de sus manos ante el público. Después abandona momentáneamente el escenario, pensativo, mientras suena “Más difícil todavía” de Lapido. Al poco vuelve, tratando de acallar con suave ademán el murmullo de un público que ya piensa en otra cosa.

   Al principio nos daba pena que su artificiosa magia quedase tan al descubierto, guardábamos silencio y aplaudíamos quedamente. No sabíamos si hacíamos lo correcto, ya que a algunos se nos antojaba esa actitud un poco cruel. Era como contemplar a un pobre hombre desnudo sin que fuese consciente de ello. Manteníamos una perfecta mentira comunitaria que, lo mismo que nos avergonzaba, nos unía en cada sesión con un extraño lazo de incierta esperanza.

   Posteriormente, cuando descubrimos que sabía que habíamos descubierto sus trucos pero que le daba igual, que sólo quería permanecer en escena el máximo tiempo posible, nos exasperamos, gesticulamos, nos enfrentamos entre nosotros, le hicimos gestos de desaprobación que obvió, y luego nos  callamos, como niños que éramos.




Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".