17 mayo 2006
MISIVA Nº1: ANHELO
“Cuando te vi no intuí tu futuro, ni siquiera acerté a adivinar de dónde habías salido. Esquivabas coches con la prestancia de mil ojos y cruzabas con piernas invisibles; volviste la cabeza con autoridad, ante alguna imprecación inoportuna lanzada desde algún vehículo. ¿De dónde venías?, quise saber. Te encaramaste y superaste la oxidada valla de la mediana, adueñándote de ella a medida que trepabas, bamboleándote con ella. La seguridad de tus manos me llevó a pensar que trabajabas en el mantenimiento de carreteras, o en la cruz roja, protección civil, una O.N.G., que eras policía secreta,... qué se yo. Ya en el otro lado, como dueño firme, sorteaste los setos. Te detuviste a respirar brevemente, querías recuperar el aliento, volver a tragar saliva. Ahí me miraste, volviste la cara fugazmente y me encantó tu perfil. En esto llegué yo con mi utilitario de ridícula presencia en las autovías sin fin. Reduje la marcha en la medida de mis posibilidades de mujer prudente, conociendo tus intenciones de cruzar. En efecto, pasaste presto ante mí, alcanzaste sin más obstáculos el borde del puente y por mi retrovisor te vi desaparecer con paso seguro en pos del vacío. Sólo he parado aquí abajo, entre luces, confusión y curiosos, para decirte que te anhelo”.
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