23 marzo 2006

A VECES PIENSO EN ZAMIATIN

El protagonista de “Nosotros” (1.924), de Yevgueni Zamiatin, vive un angustioso conflicto interior: por un lado le atrae la libertad, el terremoto psicológico que provoca el amor o el caos de percepciones de la naturaleza, y por otro elogia la perfección de los muros, las matemáticas, el lirismo de su armonía, denota angustia ante las x sin descifrar. Descubre temeroso la capacidad de intuición mientras persiste su obsesión de pertenecer al todo, de diluirse en su perfecto orden. ¿Hacia dónde se inclinará la balanza?
Tony Blair, después de lanzarse a invadir un país, se recicla en casa poniendo en marcha una ley denominada “Plan de Acción del Respeto”, o algo así, poniendo cámaras en las calles y creando policías vecinales, gente que con sus denuncias puede echar de su casa al vecino. No contento con eso, lo último que ha hecho es reconocer que pegaba a sus hijos: ya no hace falta que sonrías más Tony, te has acabado de descubrir. Siempre esas disyuntivas, libertad o seguridad; libertad u orden. En Francia amenazan con retirar ayudas a las familias que no eviten el absentismo escolar de sus hijos. ¿Se puede exigir a una familia con pocos recursos que reciclen basuras, que ahorren energía, que eduquen a sus hijos o su situación les exime?, ¿se pasa la responsabilidad al estado en el último caso? Resultado: quedan los niños (víctimas) en mitad, suspendidos en el olvido, germinando el miedo que proyectarán en el futuro. Porque, ¿si te sientes marginado puedes descuidar a tu familia? ¿si decides intentar iniciar una nueva vida en otro país, debes cumplir sus leyes o puedes traer las tuyas? Todo esto me plantea un aluvión de interrogantes y ninguna conclusión. Realmente soy un signo de interrogación con el punto apoyado sobre la pantalla, pensativo. Sería curioso indagar si la gente prefiere ceder una porción de libertad a cambio de seguridad, de paz. ¿Qué porción?, ¿a quién entregamos esa libertad sacrificada y qué gana con ello? Me parece evidente que la mayoría de la gente prefiere, ante esa disyuntiva, la seguridad. Mejor pasear por una calle observado por una cámara disuasoria que exponerse a un atraco, violación, etc. El miedo es el mejor elemento organizador social, como en Zamiatin, el uniformador ideológico, el paciente desactivador de la individualidad. La suma armonía matemática. ¿A eso vamos?. Todos tratan de uniformar, las autonomías flipan con una tele y una poli propia, lo demás ya vendrá. Los Liberales consagran la individualidad económica y empresarial de la gente, pero tienden a husmear en cuestiones morales con ese cristianismo generalmente de pacotilla que les sale por los poros, mezclándose con su colonia cara; por la izquierda, los partidarios de un estado protector consagran la libertad ideológica, de costumbres, pero limitan la económica. Pagar muchos impuestos obliga a participar de servicios estatales por ser difícil costearlos a nivel privado, a no ser que se sea rico, el rebaño vuelve a estar reunido. ¿Será el término medio la armonía matemática inalcanzable la x de ecuación? Hay gente que se deja instalar un chip en el brazo para demostrar que son clientes VIP de discotecas, y empresas que se los instalan a sus trabajadores, sintiéndose éstos vigilados. Cámaras para ver a tus hijos en la guardería, detectives privados para seguirlos cuando crecen, cámaras para vigilar a las niñeras, para escudriñar centros de trabajo, centros comerciales, bancos, semáforos. Anthony Blake (pronúnciese Ántoni Blaque), dice que nos vigilan en el teatro y pone cara de susto. El Circo del Susto, que diría mi amigo Alex Romero, ahí es dónde vivimos. Móviles que hacen fotos, móviles que graban. La información vuela casi tan rápido como el miedo. Más control, más orden, y gente que ofrece orden a cambio de un porcentaje de tu esencia. Mucho ruido y gente que vende más ruido, y así otra te vende silencio en las afueras… a precio de oro

1 comentario :

Anónimo dijo...

¡Qué casualidad!

Yo a veces pienso en Tonantzín