Jaime Gonzalo (escritor y co-director de la revista Ruta 66) afronta con este libro el inicio de una trilogía empeñada en analizar el entramado de las distintas corrientes y manifestaciones que fueron, a partir la Segunda Guerra Mundial, caldo de cultivo de lo que cuajó en el período 1.964-1.972 en lo que se dio en llamar Contracultura.
En este volumen cabe el estudio de piezas de rompecabezas tan dispares como las bandas juveniles, los Hell´s Angels o las groupies; rockers y mods; el advenimiento de las drogas y movimientos como situacionismo, generación beat, comunidad gay, feminismo o incluso satanismo. Todos como fruto, a veces peculiar, del complejo tejido de usos sociales, aspiraciones, situación económica, ideologías, intereses contrapuestos y condicionantes, desarrollado en un período tan especial como resbaladizo y convulso. Una atractiva puesta en orden de antecedentes, ramificaciones, mutaciones y desenlaces.
Gonzalo se moja, se muestra incisivo pero no frivoliza, manteniendo una mirada sanamente desmitificadora y una prosa densa en su afán por incluir y articular todos los factores, todas las vías de consideración que se le plantean. Se hace preguntas interesantes en cuya analítica búsqueda de respuestas le acompañamos, siendo testigos de cómo conforma su corpus teórico, transmitiéndonos el fruto minuciosamente razonado de una madurada reflexión. Investigando en los escombros de muchos sueños o avanzando con determinación, machete en mano, por toda una selva de tópicos que suelen ser mullido y fresco colchón de críticos acomodaticios, y excusa para los más banales juicios.
Es un intento loable y necesario de desenmascarar y librar de las capas de lugares comunes aceptados por la mayoría, a esa aportación cultural tan matizable denominada “Contracultura” en cuyas contradicciones y excitantes promesas residió la formación de una generación a la que el autor pertenece. Ahora y desde aquí, mirando hacia atrás en un sano ejercicio desde las ventanas del engañoso balneario de quietud, posiciones inmutables y uniformidad a lo que todo ha quedado reducido.
La infatigable profusión de datos (descripciones generosas y detalladas), ilustrativas digresiones, jugosas y esclarecedoras anécdotas, y curiosas e inopinadas conexiones que ayudan a comprender abriendo el campo, convierten la lectura en un ejercicio que acaba deviniendo apasionante. He aprendido mucho.
Reseña publicada en "Paisajes Eléctricos".