Después de perderme toda la actuación del grupo telonero, tenía verdadera curiosidad por ver a un ya veterano y curtido en mil batallas Dean Wareham recrear el sonido de sus inicios, en el seminal trío Galaxie 500. Un sonido cuyo encanto tenía mucho de intuición e imperfección. Aún con la sensación de ver a Luna tocando temas de Galaxie 500, Wareham y Britta Philips, acompañados del baterista Jason Lawrence y una ocasional segunda guitarra, recrearon el espíritu de aquella formación con bastante fidelidad. Consiguieron crear el clima sonoro propicio, resucitar aquel eco, que era de lo que se trataba. Atraer al oyente y trasladarlo a aquellos discos, aquellas sensaciones; siempre más crujientes en directo, pero igual de emotivas y enigmáticas. Sonido básico, esencial, acuchillado, vaporoso. Una eterna letanía velvetiana, con su misma corriente subterránea de excelsitud y oscuridad blues que anoche en Granada demostró su absoluta vigencia. Un suave in crescendo desde las iniciales “Flowers” y “Temperature´s Rising” (pertenecientes al primer álbum del grupo, “Today”, favorito de Wareham), pasando por “Blue Thunder”, “Fourth of July”, una maravillosa “Snowstorm”, la tormentosa y envolvente “Don´t let our youth go to waste” (creación de la banda partiendo del breve y homónimo tema a capela de The Modern Lovers de 1.972), la primigenia “Tugboat” o las revisiones del “Ceremony” de Joy Division y el “Listen, the snow is falling” de Yoko Ono (aquel capricho de Naomi Yang que grabaron en “This is our music”), con Britta reconvertida en Nico. Sonido amortiguado de un batería que sabe ralentizar, enriquecer y apuntalar a la vez, convirtiéndose en pieza clave de ese engranaje crepuscular. Britta, esencial y ondulante al bajo y Wareham desentrañando con placidez paisajes con su guitarra mientras se dejaba llevar por el escenario. Una feliz sucesión de todas esas composiciones cristalinas que parece que van a ser “Femme Fatale” pero después se bifurcan en múltiples direcciones, complementándose las unas a las otras.