Mientras caminaba por la acera empezó a sonar
su móvil. Un sonido potente que alertó al resto de viandantes, a pesar de que parecía
llevarlo en un sótano de su bolso. Tras unos agitados segundos braceando hasta
dar con él, contestó. Escuchó, aulló y miró a los lados; por lo visto, alguien
había muerto: “¿Quién?... no me suena, dame alguna pista, no seas mala, no me
tengas en ascuas… ¿la de la papelería?... ah, es verdad, que esa ya se murió. Ah,
se me olvidaba, he comprado un árbol de Navidad chulísimo, ya lo verás, valía
130 pero estaba al 50%,… ¿que a ti el tuyo te ha costado lo mismo sin el descuento?,
bueno, qué ladrones, de todas formas tengo el tique, a mí no me la dan. ¿Tienes
que ir al entierro?,… joder, estoy deseando recordarla pero no me viene, qué
rabia joder… sí, compraré el árbol donde tú… sí, tengo el tique, lo devolveré y
punto. Vale, escápate pronto del entierro, y vamos a comprarlo juntas. Le das
un abrazo a algún familiar que te suene que me conozca… Sí, sí, y tomamos café
y vamos de tiendas. Un besazo”.
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