No admitiré más fotos, estoy harto de que los
del pueblo seamos la atracción de todos esos turistas extranjeros o procedentes
de ciudades españolas que parecen turistas extranjeros, con ese aire que se dan
de no haber pisado un pueblo en su vida. Estoy harto de sus autobuses y de los
guías buscavidas que llaman a mi puerta a cualquier hora. De sus preguntas
absurdas y risitas. De sus monedas de cincuenta céntimos o un euro sobre el ataúd.
Al principio tuvo gracia: unas fotos, los periódicos, algunos reporteros de
televisión, etc. Pero ya no. Todos nos machacaban con aquello de que teníamos
que crear riqueza por nosotros mismos, nos amenazaban con retirar toda ayuda o
subvención, los medios paseaban las fotos de los más desdentados y las
viviendas más ruinosas por todo el mundo. Por eso un día, Pedro, el alcalde,
que vive en la ciudad, nos reunió a los trescientos cuarenta y ocho vecinos que
quedamos para hablarnos de las vistas del cementerio, de su situación
privilegiada en lo alto del monte, algo único a nivel mundial, decía; de lo
incómodo del acceso, de que estamos todos cada vez más mayores, de que la vejez
es inexorable; de ecología, de economía sostenida y más cosas. Total, que nos
convenció para cambiar el cementerio de sitio y que en su lugar construyesen
unos apartamentos de los que por ahora sólo se ve la estructura de hormigón a
medio hacer. Después de derruir a todo correr el muro encalado y los tejados, destruir
los nichos y arrancar los cipreses, que bien altos estaban, ya no se ve
movimiento alguno. La cosa es que Pedro, un par de días antes de comenzar las
obras, nos volvió a reunir para decirnos que faltaban unos permisos o no sé
qué, y que ese cementerio reluciente y amplio que nos iba a construir la
promotora en menos de una semana aquí cerquita, en el antiguo campo de fútbol,
se iba a retrasar unos días. Así qué, tuvimos que guardar provisionalmente los
restos de nuestros muertos en nuestras cocheras y patios. Y ahora van pasando
los meses y nada. Excusas, promesas, que si crisis, que si ERE, que si bancos,
que si la Administración Central, y mientras, nosotros rezando para no morirnos
en estas condiciones y creando riqueza por nosotros mismos dejándonos
fotografiar junto a los féretros con el traje típico puesto y una sonrisa.
Publicado en el nº140 de la revista de humor on line "El Estafador", dedicado a los cementerios.
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