TORI SPARKS “El mar” (Glass Mountain
Records, 2.014)
“El mar” es el quinto trabajo de
esta estadounidense procedente de Nashville afincada en Barcelona. Tras una
inspirada estancia en Granada, la compositora y cantante, situada bajo la
generosa etiqueta del americana music,
ha grabado este disco junto al trío instrumental de fusión flamenca Calamento.
Un grupo que se antoja como el acompañamiento soñado para un proyecto así. La
red ideal para adentrarse por cualquier vericueto sonoro que, estoy seguro, a
su vez se enriquece con el bagaje sonoro y la expresividad que derrocha la
norteamericana. Una guitarra flamenca omnipresente, briosa y estilizada;
riqueza rítmica, contrastes, alma y recursos que superan ampliamente cualquier
atisbo de artificio; arropando a una cantante serena, nada impostada, en un
terreno resbaladizo por novedoso para ella y proclive a la tentación del exceso
interpretativo.
El disco se abre con la podría ser perfectamente la
mejor versión de “Everybody knows”
de Leonard Cohen grabada hasta la
fecha. Un comienzo adusto que paulatinamente
se va impregnando de la tibieza creciente de los ingredientes y aromas que
envuelven este disco en un calor infinito y cercano. “La llorona”, se convierte en una experiencia trepidante, llevada por
una gran voz que saber ser pausada y doliente. Palmas y desgarro para “Cold war”, uno de los temas señeros de
su repertorio, remozado, tal que otros de sus clásicos invitados a este intenso
intercambio de miradas, que han de sentirse como despertados de pronto en una
habitación extraña pero acogedora. “Crying”
de Roy Orbison es “Llorando”, a la que sostiene su esencia
un fondo de chelo. “Verde” de Manzanita y Lorca, ofrece bordes crepusculares; la revisión de “Quizás, quizás, quizás” que ya había
publicado en su anterior trabajo, de 2.011, acentúa su magnetismo; y “La flor de Estambul” de Javier Ruibal, la personal versión que
el portuense hizo de “Gnossiennes nº1”
de Erik Satie, se vuelve impetuosa y
rebelde.
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