Mi mirada
pierde el pulso:
se inclina con
las inclinadas,
desenfoca con
las desenfocadas.
Resbala
reducida a lágrima azul
sobre la
piedra que acabamos siendo todos.
Vislumbra,
casi como un recuerdo
que late en el
rabillo del ojo,
restos
desperdigados de nuevas ilusiones apagadas,
como una
hoguera abandonada;
cargas y
descargas de alambradas de silencio,
aceras
cuarteadas,
calles oscuras
para siempre,
espacio común
mancillado, viciado, amedrentado,
y puentes
inacabados.
Mastica eterna
tierra seca de tiempo estancado
y asfalto
reventado,
que estalla
con desidia,
empujado por
hierbajos de acero.
El sol, tan
desorientado,
despilfarra su
luz, su poder,
oscureciéndonos
para iluminar
dientes de oro,
impunidad,
pistolas, navajas,
supersticiones,
volantes que
giran y hebillas de cinturones.
Mi esperanza
ha sido finalmente maniatada
por discursos volátiles
que encadenan la palabra.
Aislada en la
sala de espera.
Absorbida en
el sumidero de imágenes.
Golpeada
contra la pared por la verdad insoportable.
Enroscada en
un nido de cobardía.
La injusticia
y la vileza
no paran de segregar
su tinta negra;
nunca se terminan
de aclarar.
Jamás
conseguimos ver el fondo del río.
Se acumulan,
se suceden,
Se homenajean,
se reverencian,
Se honran, se
condecoran.
Se
estratifican formando muros y más muros
que empapelar
a base de mentiras,
viejas
ilusiones encendidas
y promesas,
muchas promesas.
(Este poema ha sido escrito con motivo del Sexto Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, celebrado el día 7 de octubre de 2016 en el Jardín del Museo Casa de Los Tiros de Granada)
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