14 octubre 2016

DESCUBRIR A COHEN




En 1988 no estaba yo mucho por las programaciones y las cajas de ritmos. Recuerdo que me hice con “I’m your man” de Leonard Cohen al poco de salir al mercado, atraído por el gran alcance de su nombre. Era el primer disco suyo  que compraba. Había escuchado algunas de sus canciones, pero no tenía una idea muy definida de lo que me podía encontrar. Lo imaginaba acústico, acaso eléctrico, intenso, grave y solemne a lo Nick Cave. Al pinchar el elepé, desconociendo absolutamente su contenido, padecí unos momentos de grave conmoción al escuchar "First we take Manhattan". En ese tiempo, los primeros veinte segundos, más o menos, me dio tiempo a añorar amargamente el disco que había dejado en la cubeta para traerme este a casa. Así hasta que, pasados esos instantes, la canción comenzó a volar hasta el infinito. 

A veces he pensado en esa sensación de descubrir algo maravilloso de forma inesperada, y siempre relaciono mi descubrimiento de esa canción de Leonard Cohen con la mañana en que, durante un viaje a Roma, tropecé con la Fontana de Trevi, expuesta ante mis ojos en toda su excelsitud al abandonar un anodino callejón.


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