“Skinny Minnie”, última presencia en listas de Bill
Haley & His Comets, fue
compuesta en 1958 entre el propio Bill, el productor neoyorquino Milt Gabler, el guitarrista Rusty
Keefer y Catherine Cafra,
compositora y a la sazón esposa de Billy Williamson, guitarra en diversas
formaciones de Haley, que se encarga de la steel
guitar en la grabación. Un cuarteto
compositor que repite en varios cortes de aquel elepé publicado en 1959, “Bill
Haley’s Chicks” (Decca).
La canción en
cuestión, que es una especie de “Bony Moronie” ralentizada, estaba llamada a convertirse en otro estándar menor
del rock and roll, aunque creo que más bien ha terminado siéndolo del rock de garage; convertida en referencia para
muchos gracias a su característico inicio, su riff, ese sonido afilado, sensual y primitivo tan poco habitual en
el repertorio de Bill Haley, y su desarrollo sincopado, reminiscente de Bo Diddley. Muchos grupos británicos de nueva generación
la utilizaron como vehículo para exponer con base segura su rabia y amor por lo
más inmediato del rock and roll y el rhythm and blues. Ahí está la lectura del
grupo beat de Liverpool en el que
recaló Pete Best después de ser
expulsado de The Beatles, Lee Curtis and The All-Stars, grabada
en directo en 1964 en el mítico The Cavern; o la de Carter-Lewis & The Southerners (donde militó brevemente Jimmy Page)
en el mismo año. Jimmy, como omnipresente músico de sesión de la época, repitió
aquel mismo ejercicio, tocando la guitarra solista en la pizpireta recreación del
grupo de chicas The Beat-Chics,
quienes al año siguiente telonearían a los Beatles en las plazas de toros españolas.
No podemos olvidar la de Gerry and The Pacemakers, otros criados alrededor de The Cavern, incluida como cara b de single para el mercado estadounidense
en 1965.
De todas formas, la versión canónica para garageros de todo el mundo es la incluida por The Sonics en “Boom”, su segundo elepé, de 1966; mismo año, por
cierto, en el que Haley volvió a grabarla con el título “La flaca Miny”,
durante su etapa en el sello mexicano Orfeón. Tony Sheridan y The Beatles publicaron una revisión apasionada pero
convencional, típica de ese repertorio consagrado al directo que desarrollaron
en la época de Hamburgo, en el elepé “My Bonnie” de 1962.
Johnny Halliday, el rocker
galo por excelencia, se la llevó, como siempre, a su terreno con su adaptación
en francés de 1965, “J’attends minuit”. Ya en otro registro, ese mismo año, el
director de orquesta alemán James Last, la incluyó en uno de los discos que dedicó
con su famosa Big Band a repertorio popular. Volviendo a garajes y catacumbas,
se puede encontrar en el directo que recoge los primeros tiempos de The Lyres, “The early years 1979 to
1983”, publicado por Crypt records. Yo, por mi parte, la conocí a través de la
versión de los californianos The Mummies,
aparecida en single en 1990. Aquellos garrulos disfrazados de momias la hacían
irresistible, completamente infectados como estaban por el virus de The Sonics.
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