12 mayo 2020

EL FUTURO Y LA SÍNTESIS DEL PASADO


A caballo de los años setenta y ochenta, espoleada por Kraftwerk, con un poco de filosofía punk y muchas ganas de explorar direcciones desconocidas, se desarrolló la eclosión de los sonidos electrónicos y experimentales en Gran Bretaña; la cual desembocó en un pop comercial y efectivo que arrasó en listas hasta morir de éxito hacia la mitad de la década de los ochenta. Entre tanto sonido sintético obsesionado por desprenderse de cualquier atisbo de pasado musical convencional, no fueron pocos los grupos que, con una intención u otra, sacaron provecho rescatando melodías y composiciones casi olvidadas, pero de probada resistencia al paso del tiempo; reforzando así el atractivo o la profundidad de sus propuestas. Aquí van algunos ejemplos.

Daniel Miller el visionario

Daniel Miller, apasionado impulsor e ideólogo de la música electrónica, y propietario del sello Mute, se preguntó un buen día cómo sonaría con sintetizadores un álbum de Chuck Berry que tenía por casa. Una vez hecha la prueba, el resultado le convenció y le animó a ampliar el experimento, hasta generar todo un proyecto alrededor del mismo. Pero, en vez de hacerlo bajo su nombre artístico (The Normal), con el que no pegaba demasiado, decidió fabricar uno de sus sueños: la idea de un grupo de adolescentes cuya primera elección a la hora de hacer música fuese hacerse con un sintetizador, antes que con una guitarra; algo muy raro de ver en aquellos momentos. Así nació la banda imaginaria Silicon Teens, una especie de The Archies electrónicos, frescos y divertidos que solo llegaron a grabar un elepé en su efímera existencia, “Music for parties” (Mute, 1980). Este disco dedicó sus dos caras a pasar por la batidora synth-pop, toda una gama de clásicos de los años cincuenta y sesenta (“Memphis Tennessee”, “You really got me”, “Judy in disguise”, etc.). El productor fue el propio Miller, bajo el seudónimo de Larry Least. John Peel bendijo la idea cuando pinchó en 1979 el single que contenía la canción principal en su programa. Dijo: “Tenemos tres versiones de “Memphis Tennessee” esta noche, una es la original y las otras dos son versiones; una es muy mala, la otra genial”. Y ésta última era la de Silicon Teens.

Los falsos integrantes de Silicon Teens


The Flying Lizards, la formación experimental y de vanguardia que giraba alrededor de David Cunningham, picoteó en esa fórmula a lo largo de su carrera. Debutaron en 1978 con una versión de “Summertime blues” de Eddie Cochran, lo que ya era del todo sorprendente. En 1979 obtuvieron su mayor éxito con su lectura del “Money (that’s what I want)” de Barrett Strong (o el irresistible contraste entre el carisma contagioso del original y el esquematismo sonoro y la languidez hierática de la voz de Deborah Evans-Stickland); al año siguiente se atrevieron con “Move on up” de Curtis Mayfield y, en 1985, su álbum “Top Ten”, recreó diez clásicos del cariz de “Sex machine” o “Tutti frutti”.

The Flying Lizards


Y el punto culminante de todo esto es, sin duda, el dúo de Leeds Soft Cell. Con mucha más enjundia, hicieron enteramente suyo el “Tainted love” que grabara la cantante y compositora de R&B Gloria Jones (pareja sentimental de Marc Bolan hasta su muerte en 1977) con su adaptación de 1981, que alcanzó el nº1 en Gran Bretaña y un incontestable éxito a nivel mundial. Tanto que mucha gente aún cree hoy en día que el tema era un original de los ingleses, en vez de un magnífico exponente del nothern soul que pasó sin pena ni gloria en 1965. Dejando de lado cualquier tentación paródica, Marc Almond (ante todo un intérprete intenso) se sumergió en cuerpo y alma y extrajo toda la turbulencia posible de la composición de Ed Cobb, llevándola a una nueva dimensión. La otra cara de ese primer single (atractiva, pero mucho menos epatante) seguía la misma tónica: era una correcta versión del “Where did our love go?” de The Supremes.

Soft Cell


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