A caballo de los años setenta y ochenta, espoleada por Kraftwerk, con un poco de filosofía
punk y muchas ganas de explorar direcciones desconocidas, se desarrolló la
eclosión de los sonidos electrónicos y experimentales en Gran Bretaña; la cual
desembocó en un pop comercial y efectivo que arrasó en listas hasta morir de
éxito hacia la mitad de la década de los ochenta. Entre tanto sonido sintético
obsesionado por desprenderse de cualquier atisbo de pasado musical convencional,
no fueron pocos los grupos que, con una intención u otra, sacaron provecho
rescatando melodías y composiciones casi olvidadas, pero de probada resistencia
al paso del tiempo; reforzando así el atractivo o la profundidad de sus
propuestas. Aquí van algunos ejemplos.
Daniel Miller el visionario |
Daniel Miller, apasionado impulsor e ideólogo de
la música electrónica, y propietario del sello Mute, se preguntó un buen día
cómo sonaría con sintetizadores un álbum de Chuck Berry que tenía por casa. Una vez hecha la prueba, el
resultado le convenció y le animó a ampliar el experimento, hasta generar todo
un proyecto alrededor del mismo. Pero, en vez de hacerlo bajo su nombre
artístico (The Normal), con el que no
pegaba demasiado, decidió fabricar uno de sus sueños: la idea de un grupo de
adolescentes cuya primera elección a la hora de hacer música fuese hacerse con un
sintetizador, antes que con una guitarra; algo muy raro de ver en aquellos
momentos. Así nació la banda imaginaria Silicon
Teens, una especie de The Archies
electrónicos, frescos y divertidos que solo llegaron a grabar un elepé en su
efímera existencia, “Music for parties” (Mute, 1980). Este disco dedicó sus dos
caras a pasar por la batidora synth-pop, toda una gama de clásicos de los años
cincuenta y sesenta (“Memphis Tennessee”, “You really got me”, “Judy in disguise”, etc.). El productor fue el propio Miller, bajo el seudónimo de Larry Least. John Peel bendijo la idea cuando pinchó en 1979 el single que
contenía la canción principal en su programa. Dijo: “Tenemos tres versiones de
“Memphis Tennessee” esta noche, una es la original y las otras dos son
versiones; una es muy mala, la otra genial”. Y ésta última era la de Silicon
Teens.
Los falsos integrantes de Silicon Teens |
The Flying Lizards,
la formación experimental y de vanguardia que giraba alrededor de David Cunningham, picoteó en esa
fórmula a lo largo de su carrera. Debutaron en 1978 con una versión de
“Summertime blues” de Eddie Cochran,
lo que ya era del todo sorprendente. En 1979 obtuvieron su mayor éxito con su
lectura del “Money (that’s what I want)” de Barrett Strong (o el irresistible contraste entre el carisma contagioso
del original y el esquematismo sonoro y la languidez hierática de la voz de Deborah Evans-Stickland); al año
siguiente se atrevieron con “Move on up” de Curtis Mayfield y, en 1985, su álbum “Top Ten”, recreó diez
clásicos del cariz de “Sex machine” o “Tutti frutti”.
The Flying Lizards |
Y el punto culminante de todo esto es, sin duda, el dúo de Leeds Soft Cell. Con mucha más enjundia,
hicieron enteramente suyo el “Tainted love” que grabara la cantante y
compositora de R&B Gloria Jones
(pareja sentimental de Marc Bolan
hasta su muerte en 1977) con su adaptación de 1981, que alcanzó el nº1 en Gran
Bretaña y un incontestable éxito a nivel mundial. Tanto que mucha gente aún
cree hoy en día que el tema era un original de los ingleses, en vez de un magnífico
exponente del nothern soul que pasó sin pena ni gloria en 1965. Dejando de lado
cualquier tentación paródica, Marc
Almond (ante todo un intérprete intenso) se sumergió en cuerpo y alma y
extrajo toda la turbulencia posible de la composición de Ed Cobb, llevándola a una nueva dimensión. La otra cara de ese
primer single (atractiva, pero mucho menos epatante) seguía la misma tónica:
era una correcta versión del “Where did our love go?” de The Supremes.
Soft Cell |
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