Arrastro el peso de los
espejismos
que el tiempo ha
condensado
y convertido en persistente
recuerdo,
en constante presencia
entresacada del vacío.
Espejismos que
deslumbraron
deshaciendo los límites,
que alteraron los caminos
y diluyeron la
perspectiva.
Que trastocaron las
percepciones,
las sensaciones,
el mensaje de los rayos
de sol,
la dimensión de los
amaneceres.
Espejismos que no se van
nunca,
que agarran por los pies
y aún tapan los ojos.
Que envejecen con uno
y se acumulan
polvorientos,
desencuadernados;
hasta hacer de su
presencia
freno, cadena y filtro.
Recuerdo lejanamente,
alguna vez,
con un punto de violenta
lucidez,
cuando aún no tenía
espejismos:
solo mi miedo y la
inmensidad.
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