13 septiembre 2013

LA PUERTA

Era un antes y un después, un todo o nada clavado en la garganta, otro momento cumbre, o al menos ésa era mi impresión. Yo venía de algún mundo, de otra situación, tan precaria y amarga como todas las anteriores, supongo, y tras ella me esperaba algo distinto, nuevo. Una posibilidad, un secreto deseo por cumplirse: otra pompa de jabón gigante. Imagino que algo mejor, de cualquier forma.

Recuerdo que la estrellada noche veraniega enmarcaba la puerta que me disponía a franquear. Era alta, parecía una sola e inabarcable pieza de madera, rodeada de grandes piedras irregularmente colocadas, que daban la sensación de formar parte de algo sólido e imperturbable, de nacer de una pared tan firmemente anclada a la tierra que era una caprichosa elevación de la misma. Un mundo compacto cargado de años, de esperas, de azares y trasiego. De la envejecida madera emanaba un tenue e indefinible olor que temblaba ligeramente en el aire; parecía contener el sonido de todos los grillos, y atraer el único rayo de luna. Tenía grabados extraños dibujos, palabras, símbolos.


Después hice lo de siempre: vivir deprisa con los ojos cerrados para olvidar, ir colmándolo todo de nuevos recuerdos que rebosaban el agujero para amortiguar su ruido, sus imágenes; hasta hacer desaparecer su efecto astringente y burbujeante. Por eso, cuando ante cualquier tesitura con frecuencia me asalta aquella noche, solo aparece ante mis ojos la puerta: cerrada, dejando escapar un hilo de luz, elevándose, alejándose, disponiendo sus símbolos con un significado posible o emborronándolos. Tratando de decirme algo que no logro comprender.



Publicado en el nº 174 de la revista de humor on line "El Estafador", dedicado al olvido..


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