11 diciembre 2019

LOS PÁJAROS


El pájaro suele mirar con calma, e incluso saludar con su canto, el paso de ese tiempo que se cuela perdiéndose por las breves dimensiones de su jaula. Pero a veces tiembla y es como si, de pronto, un rotundo corazón a flor de piel ocupase la mitad de su cuerpo. ¿Qué rondará, en ese instante, esa cabeza erguida que parece seguir señales que solo ella percibe? Tal vez ningún pájaro sea igual. Unos solo ven barrotes y otros el espacio libre entre ellos: el plan de huida mil veces perfeccionado ante un paisaje banal, solo alterado por la presencia de la mano que, rutinaria, renueva comida y agua o limpia con descuido la celda. Un día todo se trastoca y la jaula rueda violentamente por el suelo. Se escuchan voces y golpes. La jaula se abre y el pájaro, tembloroso y sorprendido, se siente de pronto abandonado o libre. Quizá aterrado, quizá feliz de recuperar su libertad de movimiento.  O acaso todo a la vez.


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