Publicado en el nº126 de la
revista de humor on line "El Estafador", dedicado a los treintañeros.
10 junio 2012
TREINTAÑEROS
En estos tiempos de infinita juventud mental,
te deslizas en la treintena y la surcas sin notarlo: las aguas no cambian de
temperatura. Y sigues pensando, con tu cerveza en la mano, que el vecino calvo podría
ser tu padre hasta que te enteras de que es seis meses más joven que tú. Cuando
yo era niño todos los treintañeros tenían trabajo, hijos y gesto grave, a veces
remarcado por un bigote, y un cigarro en la mano. Eran definidos proyectos de
senectud que sólo derrapaban en las verbenas y las bodas. Si eran modernos, quizá
el pelo largo y un ligero olor a porro. Si habían escuchado alguna vez rock ya
lo tenían sepultado en lo más sombrío del subconsciente. No es como ahora, que
músicos y seguidores sin empleo estable envejecemos juntos aún por definir, sin
saber a quién dejar nuestra herencia de canciones y discotecas. Y salimos de la
catacumba de un concierto apartando con el pie los restos del último botellón.
Y es que la insolente juventud actual es capaz de llamarte viejo desde un coche
con Carlos Baute a todo trapo
mientras tus cascos despiden a Iggy
(uno que nunca envejece). En fin, te despistas y un día descubres que ese
central de presencia tan adulta e intimidante es diez años más joven que tú y
ya no lees más estadísticas de fútbol, por miedo a conocer la edad de los
árbitros. Y abres otra cerveza.
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