25 marzo 2013
24 marzo 2013
22 marzo 2013
EL DÍA DEL ALCALDE
Vosotros
tendéis a reíros de todo lo que no comprendéis, o no habéis inventado. El Día
del Alcalde, es una tradición de nuestro pueblo a la que todos le tenemos
cariño, por lo menos el noventa por ciento de los dos mil habitantes que somos.
Además, es algo que se va transmitiendo de generación en generación, da lugar a
muchas e imaginativas celebraciones y propuestas, y conecta directamente con
nuestra idiosincrasia. De ahí nuestra intención de solicitar la declaración de
este día como Bien de Interés Cultural, así que ahorraros vuestras risas.
Pedro, el alcalde, es alguien especial, yo diría que insustituible para
nosotros; su carisma ha reducido la oposición a algo casi testimonial. A pesar
de la labia y presencia que tiene, él no se veía ejerciendo la abogacía, por lo
que se decantó por el servicio público. Es claro y directo, aunque suele
extenderse en los asuntos importantes; recuerdo ahora cuánto tardaba en
explicarnos a los niños que visitábamos el Ayuntamiento el significado de la
palabra “democracia”. Lo han tentado muchas veces para ir de senador o de
diputado autonómico, pero él siempre prefirió trabajar para los suyos. Aparte,
no ha cambiado nada en los treinta y cuatro años que lleva de alcalde. Todo ha
cambiado menos él.
El día del Alcalde surgió de manera natural,
y fue institucionalizándose con los años, con la sola voz en contra del
opositor de siempre, que se va a morir así, protestando solo y sin que nadie le
vote. Como un año la visita de los colegiales coincidió con el cumpleaños de
nuestro alcalde, la comisión por unanimidad eligió esa fecha, o el siguiente
día hábil, para posteriores ediciones.
Los padres ponían ropa nueva a sus hijos para tal ocasión, y algunos
llevaban incluso chaqueta, por lo que, dado nuestro gracejo natural, los niños
(y niñas) terminaron disfrazándose directamente de alcaldes para alegría del
regidor, que los saludaba con una reverencia y los sentaba en sus rodillas.
Algunos padres les pintaban bigotillo y colocaban insignias, sombrero de copa o
les hacían llevar un maletín. Tiempo después, tal día terminó siendo fiesta
local, por lo que las familias organizaban en casa pequeñas reuniones de amigos
y familiares en las que los infantes desfilaban disfrazados entre los
asistentes, para regocijo general. La fecha fue tomada como un peldaño en su
crecimiento, más relevante que la denostada primera comunión; por ello, se
instauró la costumbre de dar a los niños su primer dinero, que éstos recogían,
siguiendo la broma, con una mano pegada a la espalda para que no los viera
nadie, ocultando luego los billetes (casi siempre varios de cinco euros) con
disimulo en el bolsillo interior de la chaqueta. Este hecho, celebrado con
aplausos, culminaba la celebración de este día tan especial para nosotros y único
en el mundo.
20 marzo 2013
16 marzo 2013
15 marzo 2013
ZAPATOS ROJOS (SUEÑO CATÓLICO)
Dormía en su piso de Madrid cuando de pronto
sonaron campanas y alguien llamó a la puerta, golpeándola con fuerza. Se
levantó alarmado y al abrir era la Guardia Suiza encabezando una nutrida y
sonriente comitiva. Ni en sus numerosas visitas al Vaticano los había tenido
tan cerca, y su vista se desdobló entre los colorines de su atuendo. Todos
entraron en tropel y en cuestión de segundos ocuparon su pequeño apartamento.
Ahora estaba dormido y alguien le despertó
con ligeros toquecitos en el hombro, era el Papa Benedicto XVI, vestido de
Papa, con sus zapatitos rojos. Palpó rápidamente el lado de su mujer para que
lo viera, sin recordar que llevaba años muerta, y después se incorporó excitado,
encendiendo el cigarrillo que descansaba en el cenicero de la mesilla. Sin
mover un músculo, el pontífice comenzó a susurrarle mensajes entrecortados en
un castellano que se complicaba por momentos, a punto de enrocarse y
convertirse en latín. Decía “soy un peregrino que emprende la última etapa de
su peregrinaje en esta tierra”, “Pederastia”, “los españoles, siempre los
españoles”, “los preservativos no solución”, “abnegación”, “lobby gay”, “cuervos”, “transparencia”,“fe”,
“corrupción”, “curia”, “esperanza”, “banca”. De pronto se calló, y cuando quiso
tocarlo ya había vuelto a la gran fotografía enmarcada de la pared del
dormitorio.
El murmullo aumentaba. En su salón se
concentraban 115 cardenales con sus capelos. Estaban por todas partes, parecían
una orquesta cansada: bostezaban, sonreían, cuchicheaban, se hacían carantoñas
y se apuntaban con el dedo índice lanzándose suaves amenazas. Se bebían su
coñac y fumaban su tabaco, expulsando un humo negro. Se persignó y sus ojos
buscaron distraídamente al Espíritu Santo por el techo.
Los 29 octogenarios que no podían votar
dormitaban sentados en un pequeño recibidor que antes no existía. Los operarios
que preparaban la chimenea para la fumata, los conductores y el portavoz
estaban de pie en la cocina, riendo y comiéndose sus galletas. El mayordomo se
encerró en el baño con el inalámbrico del salón y el secretario personal
trataba de escuchar tras la puerta.
De pronto pareció despertar, recordó que la
elección estaba al caer y salió precipitadamente con su bandera vaticana en
dirección a la Plaza de San Pedro, antes de que estuviese atestada. La madrugada
sorprendió al anciano abanderado en pijama dos calles más allá, y una gota de
lluvia apagó su cigarrillo.
Publicado en el nº159 de la
revista de humor on line "El Estafador", dedicado a "Habemus Papam".
13 marzo 2013
MICRORRELATO (8): ACERTIJO
Reí cuando
me enseñaste tu corazón y me propusiste el acertijo, pero eso fue hace más de
veinte años.
Etiquetas:
microrrelatos
08 marzo 2013
DESEO
Aparecían en cualquier momento, paseando
abrazados y sonrientes, ocupando con su libertad toda la acera, enmudeciéndonos
para convertirnos durante aquellos largos segundos en mera figuración. Uno se
detenía ante un escaparate y tiraba del otro, le señalaba algo y juntos reían.
Los veíamos pasar en un descapotable que desconocíamos y que algunos sostenían
que era prestado o algo peor. Atravesaban la calle principal conversando
relajados, sacando los codos por la
ventanilla y fumando. Se besaban en la barra del bar. Se abrazaban tiernamente
en el portal mientras uno de los dos abría la puerta. Gastaban mucho más de lo
debido. Se pasaban la mano por la ropa y se hablaban al oído mientras hacían
cola. Se quitaban restos de pan de las comisuras de los labios cuando
almorzaban en un restaurante a la vista de todos. Nos miraban y saludaban
abiertamente y nosotros agachábamos la cabeza. Se guiñaban y parecían guiñarnos
a nosotros.
Y todos nosotros, que nos sentíamos
fotografiados por aquel inesperado guiño, estábamos siempre allí, detrás de una
red invisible, con la razón de nuestra parte, nuestro cónyuge, nuestras
mentiras y ese miedo que se coló un día en casa para ponerse nuestra ropa. Deseábamos
con todas nuestras fuerzas que desaparecieran, que se ocultaran de una vez. Hubiera
sido maravilloso imaginarlos, soñar que los espiábamos.
Publicado en el nº157 de la
revista de humor on line "El Estafador", dedicado al
espionaje.
06 marzo 2013
ÉVOLE
Todo está inventado hasta que aparece algo
distinto. Jordi Évole ha desembarcado
en el fárrago de los medios de comunicación con esa sencillez suya, capaz de
superar vericuetos de oscuridades y componendas, en un país en el que el periodismo
político se reduce cada vez más a entronizadas tertulias televisivas en las
que, si llegas con el programa empezado, tardas en saber si ese invitado nuevo
es periodista o político, y donde los que sí son conocidos desarrollan con
oficio su manido papel de adaptar la realidad a sus tesis o intereses,
deslizando que ellos sí saben pero que callan más de lo que hablan, que están
en el ajo, y que la vida es más compleja de lo que piensa el ingenuo
telespectador.
Évole viene del mundo del humor, lo cual en
cierto sentido allana el camino (todo responsable de algo se siente obligado a
demostrar que tiene sentido del humor), y ofrece una presencia real, de
ciudadano medio que a la vez es un periodista al frente de un equipo muy documentado.
Su programa, “Salvados”, es cada vez
más riguroso y completo, menos anecdótico; algo que ha conseguido sin perder
naturalidad, cercanía ni humor. Su finalidad es buscar el centro del problema,
destripándolo y comprendiéndolo a la vez que el espectador; denunciando con
argumentos y sentido; dejando la especulación y la manipulación para el resto.
Visita a los personajes clave de cada asunto que su programa aborda y hace eso
tan difícil por aquí de preguntar al entrevistado justamente lo mismo que le
preguntarían los ciudadanos, cuestiones tan sensatas como certeras. Lo hace sin
medias tintas, con amabilidad, incluso cordialidad, pero expresándose con
claridad meridiana y mirando a los ojos mientras pone el dedo en la llaga; sin
reclamar protagonismo queriendo parecer el más agudo de la clase o erigiéndose
en voz de los oprimidos. El protagonista es el interpelado y el cuestionario
desarrolla el engranaje preciso para llevarlo en dirección al meollo de la
cuestión. Es claro, reales, no tergiversa. Pregunta y exige respuestas con
profesionalidad, desde la sonrisa y una naturalidad desarmante. Su buen talante
crea el clima propicio para que la otra parte explique sus razones sin sentirse
ante un enemigo presto a zancadillearle.
Hay en su forma de encarar los distintos
temas un halo positivo, un esfuerzo por conocer y escuchar al otro que le
permite ofrecer, actualmente, la visión de la problemática que nos asola más
cercana a la realidad. Lo cual valoro a estas alturas como un hallazgo casi
revolucionario.
No sé cuánto tiempo durará. Más que temer,
como tantos, la desaparición del programa, temo la atenuación de la mirada
limpia, de la espontaneidad; de las ganas de conocer y considerar los
acontecimientos dando cabida a todos los matices y aristas. Actitud que ya le ha granjeado la incomprensión de
algunos sectores y que produce situaciones curiosas, como que mucha gente tome
de cada programa la parte más afín a sus intereses y se olvide del resto.
Somos una sociedad poco amiga de la verdad,
al menos de la parte que nos resulta más difícil de cuadrar, que siempre existe.
Por eso vivimos entre versiones oficiales a las que se contraponen otras que
aspiran a serlo. Nuestro cada día más elevado nivel de politización nos empuja
a quedarnos con lo que nos viene dado, con los trajes a medida que nos
confeccionan para dulcificar nuestra conciencia y permitirnos generar opiniones
tan rotundas como poco meditadas. Opinar pontificando, revestidos de una
legitimidad equivalente a la deslegitimación que observamos en quienes no
piensan como nosotros. Ese otro al que derribamos con un insulto y una
acusación. Algo que por ahora debe ayudar a combatir “Salvados”. El mejor
ejercicio periodístico en la España actual para averiguar la raíz de los
problemas y reflexionar sobre ello.
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01 marzo 2013
EL PAÑUELO
El candidato contestó al teléfono. Era el
jefe de prensa del partido, una noticia había saltado. Tranquilo, no te
preocupes, le dijo, pero su voz sonaba pastosa, lastrada por el pavor, vencida
por el peso de una mentira tan evidente. Encendió la televisión y buscó el
mismo canal que le pidió encarecidamente que no buscase. Piérdete unos días, ve
a la montaña, pero no aparezcas ni por asomo por el apartamento de la costa,
insistió antes de colgar. En la pantalla, un periodista con un llamativo micrófono
señalaba la cancela de la urbanización de su apartamento en el pueblo costero.
Prefirió no activar el volumen. Se quedó mirando fijamente las expresiones
granujientas de aquel rostro, su exagerado lenguaje corporal.
Involuntariamente, alcanzó a leer algunas palabras en sus labios: presuntamente,
incómoda, pregón, estupor, vecinos. Después la conexión volvió al colorido
plató. El candidato se animó a subir el volumen mientras el presentador,
encerrado su gesto grave en un primer plano, anunciaba “… ha decidido contar su
verdad. La exclusiva puede ser escalofriante, pero aún hay que comprobar datos,
ojo, vivimos en un Estado de Derecho consolidado. Además, todavía no hemos
localizado al candidato. Ahora mismo me dicen que somos trending topic”. Posteriormente, acompañado de una salva de
aplausos, el primer plano se alejó del rostro y mostró los brazos extendidos
hacia delante y las manos abiertas, como si sostuvieran la esfera de cristal de
un futuro hipotecado.
El candidato dejó caer el mando a distancia y
se abandonó en el sofá. Reconstruyó el encuentro con aquel chico en la terraza
de verano la noche que leyó el pregón de las fiestas: la atracción, la desconfianza
inicial, los nervios, la conversación, la noche calma, la complicidad, las
caricias, el miedo, la sensación de vulnerabilidad de la primera vez, la
oscuridad y la postrera sensación de felicidad. Volvió a esos bellos instantes
en los que escuchó palabras dulces a su espalda que brotaban de un tenue
aliento, y sintió a la vez la fuerza y las caricias. Pero miró para atrás y los
vio. Habían viajado apretujados y con la mano tapándose la boca, cariacontecidos
y divertidos, hasta aquella alcoba tenuemente iluminada. Iban montados en el
pañuelo de colores de los medios de comunicación de interés general. Se reían y
miraban entre sí con ojos brillantes, pues todos parecían poder sacar tajada de
ese pequeño dormitorio: diversión, morbo, venganza, excusas, imagen, dinero, reconocimiento.
Allí estaban, pegados a la pared: la señora de la limpieza de su bloque,
adversarios y correligionarios políticos, los periodistas de las tertulias, los
tenderos de su barrio, transeúntes de aburrido pasear, adolescentes sin proyecto,
abuelos abandonados, empleados de banca, funcionarios… TODOS.
Publicado en el nº156 de la
revista de humor on line "El Estafador", dedicado al sexo anal.
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