En el inmenso y
trascendental mundo de la música pop existe una esquina reservada al humor y
las parodias. Muchas resultan ridículas, previsibles, soeces o se antojan
innecesarias. Las hay también divertidas, claro, y están incluso las que
superan al original, desnudándolo y reduciendo al absurdo su presunta complejidad;
pero la mayoría se pierden en su dispersión y se olvidan a la misma velocidad
que un chiste malo. En el caso que nos ocupa, los granadinos Los Portazos no
pueden ocultar el peso de su calidad aun optando por el desenfado, la diversión
y el guiño cómplice. Pasándose por el forro cualquier tipo de pose o
trascendencia, acotan su espacio a lo local, desde el título de su disco hasta
el contenido de algunas de sus letras. Este localismo posiblemente limite su
efecto a la mirada curiosa y el chascarrillo de sus paisanos, lo cual sería una
verdadera lástima: porque aquí cuando el chiste se va las canciones permanecen.
La variedad estilística no juega en su contra, ya que consiguen dotar de un atractivo
marchamo a un repertorio repleto de cariñosos apretones, tanto a estilos
definidos, como a canciones famosas o personajes de gran ascendiente espiritual
sobre todos nosotros. Las composiciones, a pesar de las influencias en muchos
casos evidentes, tienen entidad propia y atesoran los suficientes matices como
para continuar creciendo tras cada escucha. Gozan de buen sonido, un impecable
trabajo de ejecución, y de arreglos tan imaginativos como ajustados.
Con una nómina de
colaboradores muy bien aprovechada, no puedo evitar elucubrar sobre el tipo de música que contendría este
trabajo si las intenciones hubiesen sido otras; pero creo que es mejor
disfrutarlo así, y a buen volumen. Acaso mayores pretensiones hubieran
obturado, como en tantísimas ocasiones ocurre, su valentía e imaginación.
Ironía, costumbrismo, humor negro, Los
Planetas, pop, punk, Parálisis Permanente, Madchester, Los Ángeles, surf, country…
Sírvanse sin recato.
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