13 diciembre 2013

CICLORAMA

Queridos lectores y visitantes, hoy sale a la venta “Ciclorama”. Se trata de un libro que se sitúa con una pequeña linterna frente al extraño edificio de la condición humana. Es un volumen que reúne relatos aparecidos al filo de los acontecimientos de los últimos años en la página de humor “El Estafador”, acompañados de multitud de inéditos de distinta piel y parecida intención. 

Puntos de venta:

-          Subterránea Cómics
C/ Horno de Abad, 12. 18002 Granada – 958280031
      -      Ubú Libros
Placeta de las Descalzas, 3 bajo izquierda. 18009 Granada - 958226211
-          Librería 1616 Books
Avda. Federico García Lorca, 17. 18680 Salobreña – 958610750
-          Librería Especie de Espacios
C/ Pureza, 66. 41010 Sevilla - 686710902

También pueden realizar sus pedidos a través de juanfranmj@hotmail.com



“En este ciclorama la actualidad pasa deprisa, descontrolada, dejando un rastro de preguntas sin respuesta y desaliento. Se proyecta el humor que quiere superar la amargura y no puede; la ironía que trata de vencer la perplejidad, quedándose a medias. El lirismo da explicaciones sin abrir la boca, arropando la soledad. Y la crítica tropieza casi siempre con estampas costumbristas de decepción.”

ISBN: 978-84-616-7359-9
140 x 210 mm., 192 páginas
P.V.P. 10 euros

CAPITALISMO

El mayor mal del capitalismo reside en su capacidad de mutación y contagio.

12 diciembre 2013

MENSAJE EN UNA BOTELLA (23)



Doctor Divago llegan a su décimo álbum más rocosos que nunca (pero, afortunadamente, aún lejos de esa consistencia pétrea que da el oficio cuando ya se ha llegado al límite de cualquier creatividad), con un sonido cada vez más perfilado y estilizado. Sin nada que altere insustancialmente la solidez de una idea muy clara, un armazón ya legendario: la formación básica de dos guitarras, con los añadidos habituales de la armónica de Chumi y las percusiones de su productor acostumbrado, Dani Cardona. Saben engrandecer su propuesta con pequeños detalles; sonar restallantes, urgentes, siempre enérgicos. Dibujar melodías de terciopelo y sabor eterno; así como estribillos redondos que detonan, colándose por todas partes. Maceran su sonido, lo desarrollan; le sacan partido, posibilidades.

En una reseña de este disco, se dice que encabezarían una hipotética escena pub-rock española. Puede ser, aunque lo suyo encierra mucho más complejidad. Pero, aparte de guitarras, chaquetas y armónica, sí que es verdad que su sonido contiene la suficiente incandescencia, inmediatez, clasicismo y carisma para relacionarlos de alguna manera con aquella heterogénea escena de genuinas formaciones.

Manolo Bertrán, responsable de todo el repertorio y fiel continuador de las maneras más clásicas y vigorosas del pop, no se adecuó sin embargo, como la gran mayoría de autores, a la creación de unos textos acordes con la dinámica del sonido y las tendencias de cada momento. Apostó por generar un lenguaje y un punto de vista nuevos que ya le son propios e intransferibles, con sus turbulentos personajes, reales o no, sus homenajes (“Sonaba Julio Galcerá”), sus situaciones dramáticas, sus reflexiones y demonios, tan personales, tan a flor de piel; o los valientes saltos de su imaginación.


Por todo esto, escribir sobre Doctor Divago es remachar el clavo de una certeza. Estamos ante uno de los mejores cantantes del pop español de siempre y, echando la vista atrás desde este magnífico trabajo, ante uno de los cuatro o cinco grupos principales del pop y el rock en castellano. El tiempo lo dirá.

11 diciembre 2013

PESADILLA ANTES DE NAVIDAD

La cosa es que a Belén Esteban le propusieron que llamará a diez personas al azar para felicitarles las fiestas. Sería toda una sorpresa para ellas. El día señalado estaban ante el teléfono ella, su representante, vestido de blanco impoluto con el uniforme de la armada, y un presentador con gafas y chaqueta verde brillante. Ella hizo como que se negaba en el último momento, respiró profundamente y sus párpados bailaron. Después le pusieron una venda y fue escogiendo números al azar de entre las decenas de guías telefónicas que la rodeaban. Tú no eras consciente de esto, estabas en otra cosa. Sonó el teléfono y contestaste. Era Belén. Dijo: "Hola señor, soy Belén Esteban y le llamo desde Telecinco para desearle...". No le diste tiempo a terminar. Reconociste la voz y colgaste. Un sudor frío corrió por tu espalda, temblabas. Lamentaste seguir teniendo teléfono fijo, o no haber retirado tu número de la guía, aquel día que lo planeaste. Después te tranquilizaste y pensaste que todo era una pesadilla, una especie de sueño loco de duermevela. O mejor, una broma de mal gusto que alguien te había gastado, eligiéndote al azar. Te reíste por dentro de tu propia ingenuidad, pero encendiste la televisión para asegurarte. En Telecinco estaba ella, acompañada de su representante y del presentador. Tenía los ojos llorosos, se sentía muy triste; maltratada porque tú le habías colgado. Había escuchado tu voz, tu respiración. Ella había tratado de ser amable, cariñosa, pero tú habías colgado el teléfono. La habías puesto en evidencia ante la audiencia. Te tenía localizado y no lo iba a olvidar. Para colmo, al ver tu nombre en la guía supo quién eras inmediatamente. Eras el crítico aquel que se mofó de su libro en las páginas de un periódico de tirada nacional. Ella había entrevisto en tu artículo inquina personal, falta de objetividad, envidia por sus ventas y mucha maldad por tu parte. Tu teléfono se colapsó. Te llamaron de todos los programas de Telecinco. Te ofrecieron dinero y te exigieron defenderte. Te esperaron a la puerta de tu casa. Se pusieron en contacto con todos los medios con los que colaborabas. Unos expertos estudiaron tu manera de escribir, en un programa de máxima audiencia. Salió a la luz aquella novela tuya que pasó tan desapercibida, y la teoría de la frustración y la envidia que guiaban tus actos, ganó enteros rápidamente. Ella apareció llorando en un programa especial llamándote cobarde, y prometió que te acordarías toda tu vida de no haber aceptado su felicitación de Navidad.

08 diciembre 2013

CORRUPCIÓN, QUERIDA TÍA

A pesar de que la corrupción ocupa actualmente, según el barómetro del CIS, el segundo lugar entre las principales preocupaciones de los españoles, lo cierto es que se puede vivir tranquilamente con ella, ya que suele ser silenciosa y tarda en morder el bolsillo del pueblo (no olvidemos que casi nadie piensa en términos de bolsillo común). Tanto la corrupción como los malos usos tienen margen de sobra en nuestro acogedor sistema. Me imagino que son algo detestable para muchos políticos y personas honestas que trabajan en la cosa pública, pero terminan siendo perfectamente asumibles.

Cuando surge un brote de corrupción en el seno de cualquier organización o administración pública, jamás se paran las maquinarias, con sus miembros, dominados por el estupor y la vergüenza, resueltos a desenmarañar lo antes posible el asunto y hacer que prevalezca, sobre todas las cosas, la limpieza en su gestión. Aquí las alarmas saltan con silenciador, no vaya a parecer lo que no es. Nunca se pierde la calma. Sin cambiar el tono, se valoran los daños propios y se aborda la forma de minimizarlos. Se enturbia, se manipula, se culpa, se miente y, llegado el caso, se colocan como cortafuegos algunas cabezas de turco. Porque, en la política española, la justicia es fuego que hay que mantener alejado de los intereses generales.

Hace tiempo, en una debate televisivo, algunos periodistas se dedicaron a preguntarle a Alberto Garzón de IU cómo encajaba el mensaje de su agrupación (defensor absoluto de lo público, exigente y cargado de valores sociales e igualitarios), con el hecho de gobernar en coalición en Andalucía con un partido envuelto en un escándalo de corrupción de tan enormes proporciones y profundas ramificaciones que ni siquiera el silencio de demasiados ha conseguido minimizarlo. Su respuesta paseó por las ramas de siempre hasta que, ante la lógica insistencia de sus interlocutores, se sintió obligado a soltar un poquito de verdad: si dejaban de apoyar al PSOE podían dar lugar a unas elecciones que auparan al PP al poder, lo cual sería mucho peor, a la vista de la política de recortes y privatizaciones que aplica este partido actualmente allí donde gobierna. Indistintamente de que se pueda estar o no de acuerdo con este análisis, la idea que subyace es que la corrupción es asimilable. Se convive con ella, a lo mejor se pasa un mal rato, sí, pero se mira para otro lado con altura de miras y en paz, ya sabemos que el tiempo nunca deja de correr.

Desde la Junta de Andalucía se reprocha la obsesión de muchos con el caso de los ERE: ¿qué menos que obsesionarse ante algo tan sucio, a estas alturas, con esta situación de pobreza que nos asola? A estribor, algunas portadas de diarios conservadores han hecho hincapié en lo mal que nos viene para la salida de la crisis airear tanto el caso Bárcenas: ¿no debería ser al contrario?

El hecho de que sacar a la luz casos de corrupción amenace con ser contraproducente para los intereses de los ciudadanos y la estabilidad del sistema, es la mejor manera de reconocer países en vías de democratización o, mejor, eternamente en vías de democratización. El sindicalista, el miembro de un partido, no se dirigen a los jueces para agradecerles su labor al desentrañar y esclarecer vergonzosas prácticas, y así colaborar a la recuperación de esas organizaciones y, por ende, a la regeneración de nuestro marco de convivencia y de la confianza mínima que debe primar en las relaciones entre los ciudadanos y sus representantes, independientemente de su adscripción ideológica. Lo que hacen es ponerles trampas, tratar de ensuciar su imagen, increparles desde medios de comunicación afines o insultarles en la calle.

La corrupción provoca más ruido que cualquier otro desmán político; pero se trata mayormente de fuegos de artificio, desahogo, y excitante alimento de discusiones. Está ya tan introducida en el sistema y las conciencias que realmente solo intranquiliza al que puede ser arrojado a los leones, que por cierto, se suelen conformar con el primer plato.  Es como venir al mundo con un gen que nos permite comprender en cierta medida al que roba, al que defrauda, al que ejerce el nepotismo o el amiguismo. El mensaje subliminal nos repite como un mantra que si un partido es capaz de modernizar el país, de hacer una política económica seria o beneficiosa para todos, o de procurar avances sociales que integren y faciliten la vida de las personas, merece, además del reconocimiento de los votantes en las urnas, una cierta benevolencia ante las tropelías que, sin duda, muchos de sus cuadros van a acabar perpetrando. Siempre hay un peaje a pagar frente a la diosa corrupción. Quizá sean esos los restos de la secular postración española.

Una vez relaté en una red social el caso de un profesor que hace pocos años se jactaba en mi presencia de disponer a su antojo del material más caro de su instituto, carcajeándose de la cara de estupor que un pardillo como yo le ponía; y que actualmente brama más que nadie contra los recortes en cualquier foro. Recibí algunas respuestas que se paseaban por las ramas y, entre ellas, una airada que se refería a la inoportunidad de mi comentario. Ese es el inmenso boquete que hemos abierto a base de jugar todos a estrategas políticos, desde la prensa a la gran mayoría de los ciudadanos; cargando las tintas u obviando miserias e injusticias en pos de un presunto interés más elevado. Actuando con una prudencia y un sigilo que en muchas ocasiones no constituyen más que gestos de complicidad con el corrupto.

No ataquéis a Rajoy, estamos viendo la luz al final del túnel y el caso Bárcenas puede dar al traste con nuestra recuperación. No vayáis contra la Junta de Andalucía por el caso de los ERE fraudulentos. No interrumpáis su pulso renovador, siempre refrescante, son la única esperanza contra el neoliberalismo pepero. No critiquéis a la UGT, ¿no veis que se trata de una jugada para amordazar a los trabajadores? No divulguéis, ni como mera anécdota, la actitud individual de un profesor, el enemigo es Wert. Centrémonos en lo importante y que nada enturbie en lo más mínimo nuestra lucha. Cuando resolvamos lo inmediato arreglaremos los otros problemas. Dejémosles con su corrupción, de todas formas el mal ya está hecho. En cuanto cambiemos el gobierno tomaremos medidas al respecto. Las cosas acabarán volviendo a su cauce. En todas partes cuecen habas. Hay gente buena y mala en todos lados. Estas cosas se superan.


En resumen: se puede convivir con la corrupción, esa tía retirada que siempre acaba llamando al timbre. Además, siempre hay cosas peores.

05 diciembre 2013

MENSAJE EN UNA BOTELLA (22)



Bombero Montag es el sugerente alias tras el que se esconde Emilio Pérez, responsable de proyectos anteriores como El Increíble Hombre Menguante.
Este trabajo se sostiene con fundamento y soltura en la guitarra acústica y la voz de Emilio, con añadidos de armónica (que aportan esa pátina evocadora que sabe ser emocionante llegado el momento) y leves acompañamientos de percusión por parte de Gabriel Abril (escobillas y pandereta) en los tempos más rápidos.

Bombero Montag saca todo el partido a la diversidad de perspectivas sonoras que ofrece el folk en sus variantes más clásicas y eternas, ejecutadas con buen gusto y devoción. El incesante tapiz de acordes de su guitarra sabe ser trepidante en cortes como el inicial “¿Quién vigila a los vigilantes?” (certero retrato que de la situación vivida en España estos últimos años), o la excelente “¿Algún médico en la sala?". El resto del repertorio es delicado y meditabundo, ligeramente brumoso (“Hija de mil padres”), y siempre más cálido que agreste, a pesar del escaso ropaje sonoro. Sobre todo, es un muestrario de canciones llenas de vida, capaces de irradiar una luz nunca monótona. Las letras, plenas de historias e intención, están bien estructuradas, conjugando sugestivos juegos de imágenes y metáforas; sabiendo mirar con naturalidad tanto afuera como adentro.

Un buen disco de folk, generalmente se acaba convirtiendo en un fiel compañero de viaje, presto a caminar a tu lado lo escuches cuando lo escuches. Es el caso de este trabajo de Bombero Montag, toda una invitación a la complicidad.