“El hombre de los trucos fáciles me pide tiempo”, tarareo. Pide tiempo
y muestra una gran sonrisa, extendiendo las palmas inmaculadas de sus manos
ante el público. Después abandona momentáneamente el escenario, pensativo,
mientras suena “Más difícil todavía” de Lapido. Al poco vuelve, tratando de
acallar con suave ademán el murmullo de un público que ya piensa en otra cosa.
Al principio nos daba pena
que su artificiosa magia quedase tan al descubierto, guardábamos silencio y
aplaudíamos quedamente. No sabíamos si hacíamos lo correcto, ya que a algunos
se nos antojaba esa actitud un poco cruel. Era como contemplar a un pobre
hombre desnudo sin que fuese consciente de ello. Manteníamos una perfecta
mentira comunitaria que, lo mismo que nos avergonzaba, nos unía en cada sesión
con un extraño lazo de incierta esperanza.
Posteriormente, cuando
descubrimos que sabía que habíamos descubierto sus trucos pero que le daba
igual, que sólo quería permanecer en escena el máximo tiempo posible, nos
exasperamos, gesticulamos, nos enfrentamos entre nosotros, le hicimos gestos de
desaprobación que obvió, y luego nos
callamos, como niños que éramos.
Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".
Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".