Se comenta que los mundos paralelos podrían estar
conectados por hilos en los que cada uno va colgando mentiras que nadie sería
capaz de imaginar; esas que han baldosado con firmeza sus respectivas
historias. Está confirmado, además, que en ninguno ha triunfado la revolución.
Todos ellos acaban superpoblados y afligidos,
apelando al consumo y al sacrificio de la dignidad, experimentando a la vez una
inexplicable nostalgia por el de al lado. Acaso porque, llegado cierto momento,
solo son capaces de recordar con amor lo no vivido, lo apenas intuido.
Los mundos paralelos se sienten atenazados
por la influencia, recíproca e involuntaria, que tienen en el devenir de los
otros. Es como una especie de sinestesia. Hasta los sueños que se generan en
uno llega una parte de la amargura de la realidad de otro, como un suave y aceitoso
oleaje, y así sucesiva y orbicularmente. De ahí que se rumoree que cabría la
posibilidad de que se espiasen inconscientemente por mor de una curiosidad
ancestral e irracional. Según los programas nocturnos de televisión eres tú, si
tú. Cuando sueñas cosas raras es que estás husmeando en un mundo paralelo. Así
de simple. De ahí que en ocasiones se cuelen en la memoria del otro, por eso, a
veces, recordamos haber estado donde nunca hemos pisado. U olvidamos trozos de
tiempo vividos días atrás. Según afirma la secta de los Corazones de la Verdad,
es posible que, finalmente, unos broten de otros, de tanto soñar e imaginar; y
que en este juego de espejos y escapadas cada uno acabemos teniendo el nuestro
y viajando dentro de él. Volando sin rozar el suelo del supermercado.
Así, los mundos paralelos van dejando señales
en los demás, pequeñas muescas; realizando breves incursiones que ponen en
entredicho esa cualidad paralela, pero nadie está en posición de demostrarlo.
Todos avanzan pedaleando sin tocarse, silentes dentro de su infierno, a
distinto ritmo, consciente o inconscientemente, circulando en la misma
inexorable dirección. Van todos caminado por la misma acera. A lo mejor, hasta
hay uno que destaca con una flor en el ojal y un traje milrayas al que todos
siguen con disimulo.
Con todo, los mundos paralelos son una verdad
como un sol de grande aún por demostrar. Una leyenda en la que a veces nos
recostamos cuando conseguimos estar en silencio; capaz de alimentar nuestra
febril necesidad de trascender este agujero y escapar, de huir hacia delante.
Siempre. Porque, créeme, puede ser que caigas de un mundo a otro el día que
mueras. Entonces a lo mejor es que no has muerto. Quizá se trate de un
movimiento circular, por el que unos mundos van recogiendo los muertos de otro,
reactivándolos en un continuo regurgitar.
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