10 junio 2006

ENTREVISTA A EL DOGHOUSE

“LA OPORTUNIDAD DE GRITAR A LOS CIELOS”
El Doghouse es una banda cuyo núcleo principal lo forman el neoyorquino Tom Lardner y el británico Richard Dudanski, un proyecto desarrollado tras el homenaje a Joe Strummer celebrado en Granada en el verano de 2.003. El primer fruto discográfico de este encuentro, “In Heat”, es una feliz e imparable amalgama de rock, blues y folk, cuyo lanzamiento ha tenido lugar en Andalucía Records, el sello que Dudanski y Strummer crearon para publicar el elepé de 101´ers en 1.981.



¿Cómo distéis a parar con vuestros huesos en Granada?
Lardner: Llevaba toda mi vida moviéndome de un sitio a otro. Me ha gustado Granada desde el primer momento, y hace siete años, decidí venir aquí. Ya estoy asentado.
Dudanski: Mi mujer, que conocí en Londres, es malagueña con varios familiares en Granada. Al decidirnos a venir a España para vivir, Granada fue el sitio que más nos atraía.

Todo empezó a partir del homenaje a Joe, en el Sacromonte, ¿qué recuerdos guardáis de aquello?
L: Los comienzos de El Doghouse fueron un poco antes. Lo del Sacromonte fue una fiesta. Varios días ensayando en mi garaje (literalmente) con toda esa gente, para luego subir y pasarlo pipa. Un privilegio.
D: La verdad es que llevaba dos gorras (sic) esos días - la de músico y organizador-, y, por culpa de la última (¡que pesaba mucho!) resultaron unos días bastante estresantes. Pero vamos, al final creo que la gran mayoría de la gente se lo pasó muy bien, ¡y yo también mientras tocaba!

Conocemos más o menos la carrera de Dudanski (101´ers, PIL, Raincoats...), pero ¿qué nos puedes contar de la tuya Tom?
L: Bueno, no tengo un currículo como el de Dudanski. Aunque siempre he tocado (tenía algunas formaciones en EEUU), me dedicaba a trabajar como profesor de filosofía hasta llegar a España. Empecé a tocar folk americano y country con unos amigos en Madrid al principios de los noventa, y formamos La Pocilga de Tío Tom. Éramos un grupo de circuito, y no paramos de tocar durante años…Calculo que tocamos alrededor de seiscientos bolos en aquellos años. Cuando vine a Granada, formé otro grupo, the Country Dogs. Después de conocer a Richard, cambiamos a los Dogs of Paradise. Al final, cuando la cosa se puso más rockera, inventamos El Doghouse.

"In Heat" es un trabajo de rock intenso, orgánico, ¿cómo abordasteis la grabación?
L: Richard y yo nos metimos en el estudio en Guadix, y grabamos catorce temas en varios días. Tocamos a la vez, Richard poniendo las pistas de la batería y yo la voz y guitarra acústica de guía. Fue una grabación bastante “en directo”, sin claqueta. Luego, vinieron unos amigos de Madrid (Julian Kanevsky en la guitarra eléctrica, Héctor Oliveira en el bajo y Pedro López con la mandolina) para colaborar. Tuvimos mucha suerte al poder contar con músicos de este calibre. Más tarde, después de rehacer las voces y guitarra acústica, invitamos al increíble Paul Stoker para poner los vientos.
D: También tuvimos suerte con la elección de Cheluis Salmerón como ingeniero y coproductor. Un profesional con muy buen criterio musical, imaginación y paciencia.

¿Cómo son vuestros directos? ¿Soléis hacer versiones?
L: Bastante frenéticos. Cuando estamos bien de sonido, nos abandonamos a la locura. Y con mucho volumen…ingrediente esencial. Aparte de Dudanski y yo, tenemos al Doctor Olmedo en la guitarra eléctrica, y Maki, el hijo de Richard, en el bajo.
Ya nos sobra material nuestro para llenar un concierto, pero seguimos haciendo alguna versión: una de nuestro amigo Tymon Dogg, otra de los 101ers, algo de Iggy, Ramones, the Clash…
D: Todos en el grupo compartimos el gusto de tocar en directo. Para mí es fundamental, es lo que más me gusta del R’n’R.

¿Cómo se puede encontrar el CD? ¿Tenéis distribución?
L: Seguimos buscando distribuidor…no es fácil. Por ahora, se puede pedir en nuestra web (www.eldoghouse.com), y en varios puntos en Granada (ProMusica, Melgamusic, Moriarty)
D: Esperamos noticias al respecto en el año nuevo. Hay un par de distribuidores con quienes estamos hablando….

¿Os habéis planteado regrabar algún tema de 101´ers, tipo "Sweety Of the St. Moritz"?
L: “Silent Telephone” ya forma parte de nuestro repertorio, e imagino que grabaremos una versión para el próximo disco.
¿Seguís la escena musical granadina? ¿Qué os parece más interesante últimamente?
L: La verdad es que no salgo demasiado, me gusta lo que hacen Quini (La Guardia) y José Antonio (091) con su Mezcal. Y El Perro del Hortelano me parecen cada vez más consolidados. He visto algunos grupos de rock y heavy, y siempre me gusta, pero no recuerdo los nombres.
D: Me pareció potentísima la actuación de Lagartija en el Zaidín de este año. Eric en la batería fenomenal. Me gustó también el nuevo giro de Paco Chica con Kennedy. Los chicos y chicas de Almanjáyar en el “Taller de Compás” siempre igual de buenos…
Por último, ¿qué supone el rock´n´roll para vosotros?
L: La oportunidad de gritar a los cielos. La fuerza corriendo por las venas. He crecido con el rock´n´roll, y estaré escuchándolo y tocándolo (si puedo) hasta el final.
D: Me gusta escuchar y tocar todo tipo de música, ¡pero tocar la batería en una buena banda de rock tiene poca comparación!

08 junio 2006

NIÑOS MUTANTES EN DIRECTO

TEATRO CALDERÓN DE LA BARCA DE MOTRIL (GRANADA)
28 DE ABRIL DE 2.006

Niños Mutantes son de esas bandas que han logrado construir una fórmula sonora inmediatamente reconocible desde el principio de su carrera, un cancionero sin altibajos al que siempre ronda el fantasma de la repetición, pero jamás exento de puntos brillantes y memorables. Tener las ideas claras les ha permitido evolucionar sin sobresaltos, no hay etapas olvidadas ni temas de los que renegar. Su ya intransferible personalidad se ha macerado entre los patrones melódicos de los Brincos y la mítica urgencia noise de los Pixies; el firme armazón sonoro de la escena británica de la primera mitad de los ochenta (como tantos grupos de la generación indie) y el gusto cada vez mayor por el pop más excelso de los sesenta. En Motril dejaron muestra de un sonido básico pero sin fisuras, bien templado (a pesar de ciertos desajustes), y cada vez más dramático y reconcentrado; siempre avanzando en pos del clímax sonoro. Desde el inicio con “La Última Vez”, “Bárbara” y “Nada Nuevo” todo esto quedó claro. La banda ordenó su repertorio alrededor de sus dos caras fundamentales: alternó sus momentos más inmediatos (“Katherine”/”Florecer”), (“Elévame”/”Ítaca”) con los más intensos y desgarrados (“Gente Normal”/”El Corazón es un Cazador Solitario”), (“Fuego Dentro”/”Ayer”, éstas con un barbudo Juan Alberto a los teclados). Junto a éstos, otros medios tiempos de singular encanto, marca de la casa, como el clásico “Globo” u “Oso Polar”; o la catártica “Una Semana”. Su gusto por los contrastes sonoros sin demasiadas complicaciones y el ruido, se puso de manifiesto en la elección de “Ejército de Brutos Mecánicos” como fin de la primera parte de la actuación, en detrimento de infinitos temas mejores. Ya en los breves bises, con la inclusión de acústica, nos regalaron la magnífica “Las Horas Perdidas” y “Capitán Cobarde”, pero nos negaron “La Ardilla Roja”, que hubiera sido un bonito colofón.


Publicado en el nº229 de la revista Ruta 66.

05 junio 2006

HONDONERO “Señales” (Flor y Nata, 2.006)

Un disco de guitarras en primer plano, cuidadas y crujientes, como en todos los de Hondonero, la banda de Juan Antonio Mateo, una firma bien conocida en esta casa. Los malagueños presentan un cuarto trabajo caracterizado por un mayor instinto pop a la caza de estribillos, aparte de más matizado y variado en cuestión de sonido que anteriores entregas; con letras eminentemente reflexivas y algo sombrías, una mirada desencantada sobre la áspera realidad. Hay deudas con los riffs de aquel Nuevo Rock Americano de los ochenta, sobre todo en la inmediatez de “Suerte”, que aúna rock´n´roll y power-pop, o “Reflejos”, salpicado de efectos sonoros y dulcificados coros. Una potente adaptación al castellano del “Blood and Roses” de los Smithereens, nos devuelve definitivamente aquel espíritu. Por otro lado tenemos la apañada “Electric Raga” que, como su nombre indica, se apunta al siempre efectivo pop psicodélico de bases programadas, aquí con sitar tocado por Juan Antonio. Mientras, “Diferente” y “Lo Mejor de Ti” abundan en el pop de marchamo clásico, y “Esclavo de Tu Piel” es un medio tiempo que enlaza a los Burning más melódicos con Coti. Por último, guitarras rasposas y urgentes para “Señales”, con la alargada sombra de 091 detrás, que también cobija a “Ying & Yang” y “Cómo Tú Lo Recordabas”. Como pero, señalar que algunos temas me parecen pelín extensos, con codas finales prescindibles, como el caso de “Esclavo de tu Piel”.

Reseña aparecida en el nº 228 de la revista Ruta 66.

02 junio 2006

MISIVA Nº2: “A VUELTAS”

“Durante todos estos días he pensado en decirte esto, pero no encontré la ocasión. Sé que te reirás, como lo haces cada vez que descubres una mentira, o una verdad sesgada: mostrando levemente tus dientes por entre el arco a medio tensar de tu sonrisa. Aunque eso es lo de menos, ya que tus ojos son los depositarios de tu seguridad, y antes de manifestarse en tus labios, el descubrimiento pasa más de un minuto iluminando tu mirada sagaz. Sí, es cierto que no encontré la ocasión, tampoco la busqué, simplemente esperé en desiertos de tiempo a que ésta me abordara, me inundara, me imposibilitara la huida. Como era de prever eso no sucedió, porque hay opciones que permanecen eternamente congeladas frente a nosotros, prestas a actuar ante el calor de un paso, ese único paso siempre necesario. Eso no sucedió, y pude quedarme fuera, como siempre, proyectando mi presencia intangible, con las manos encajadas en los bolsillos imaginando esta carta, este tiempo en que escribo, esta soledad arrulladora que pronto se puede volver mezquina y echarme a la calle, otra vez, para dar una vuelta perdida bajo el cielo de información y empezar a pensar que durante todos estos días he pensado en decirte esto...”

31 mayo 2006

LULA “Zapatos nuevos” (Lucinda Records, 2.006)

La guitarrista apasionada.

Un repertorio que ofrece rock, pop y punk por los cuatro costados, pero yendo mucho más allá de limitarse a pisar el acelerador y sonreír: glam, Thunders (“Guarra”), guiños a Blondie (“Perfecta”), reminiscencias de los Cramps (“Llámame”) o ligereza indie (“Estás Solo”). Estribillos acertados (“California” es de esos sencillos que lo tienen todo), canciones inspiradas y muy bien acabadas, evitando complicaciones pero sin caer en la simpleza. Un power-trio con la contundencia precisa y un buen sonido de guitarras, relevantes y crudas. Patrizia muestra una gran voz, sobrada, sensual y con mucho mayor calado y madurez que la lolita de Los Romeos, aparte de ser una buena guitarrista. No hay impostación, los textos, a pesar de su carga erótica, no resultan forzados; son directos, pero cada letra ofrece hallazgos y versos memorables que trascienden esa impronta. No se trata del típico repertorio unidireccional, cada tema tiene personalidad propia, ostenta un carácter a pesar de tener el mismo patrón sonoro.

Reseña publicada en el nº 31 del periódico Diagonal de Madrid

29 mayo 2006

“DEMASIADO BORRACHO…”

Estimados Psicocamaleones:


Ya nada es como antes, recuerdo a Genesis P-Orridge de Psychic TV bebiendo vino a morro mientras la augusta Paloma Chamorro trataba en vano de entrevistarle y su hijo correteaba por allí. Eran los ochenta y el programa “La Edad de Oro”. Ahora, más de veinte años después, sólo aparece gente bebiendo así, y masivamente, en espacios públicos y lo peor, sin visos de desear un escenario por allí cerca con un grupo actuando.
El alcohol acompaña y aísla, hunde y anima y, últimamente, se ha convertido en una de las grandes rutinas del ocio. El mundo de la música está plagado de vinagres, como todos sabemos, pero no entraremos en el rastro luctuoso del alcohol, no es nuestra intención asustar a la juventud uniforme. Tan sólo recordaremos con cariño a Bon Scott de AC/CD, el sin par Silvio o Janis Joplin con su botella de Southern Comfort. Y aprovecharemos para enviarle a Shane McGowan unos tickets descuento de cualquier bar. Tampoco nos detendremos en los tópicos de la bebida: cosas como “emborracharme de ti”, “amargo licor”, “aquel trago”... Me dan ganas de soldarme a una barra de bar indefinidamente. Como temario de urgencia recomendado para las maratonianas sesiones de botellón/a comenzaremos con “Vamos muy bien” de Obús, “Hermano Bebe” de Siniestro Total o el “Entre Borrachos” de MCD, versión libre del “My Way” vía Sid Vicious. Ante su eructante inmediatez palidece la del tertuliano Ramoncín (“Hormigón, Mujeres y Alcohol”). Para pijos a los que les cueste lanzarse se puede recuperar “El Club Del Alcohol” de Danza Invisible. Me niego a entrar en el farragoso mundo de “Saca el güisqui Cheli” (me viene a la cabeza intermitentemente la cara del alcalde de Granada sonriendo).
Beber, beber. Manolo Tena se hace el duro, “Quiero Beber y No Olvidar”. Qué certero el gran bluesmen Robert Johnson en ese “Drunken Hearted Man”. La Polla Records de “Salve!”, aquel debut tan catártico para tanta gente, fueron sin embargo precavidos ante el líquido elemento (“Txus no bebas tanto, no pierdas la cabeza”). Y es que las mezclas no son recomendables, los suecos Last Days Of April hablan de “Aspirins and Alcohol” y Jorge Cafrune de “Coquita y Alcohol”. No Obstante Dr. Feelgood se quedan con “Milk and Alcohol”, quién lo diría. Serge Gainsbourg habla a través de Mick Harvey de un “Intoxicated Man”. Con el botellón dicen que desaparece la garrafa, lo celebraremos escuchando “Moonshine Whiskey” de Van Morrison. Los mods Brighton 64 no entienden de consejos en “Quiero Beber”, una especie de lectura garajera del “Taxman” de Los Beatles, y los tiernos TCR dicen en “Tengo Que Beber”, que “perder el hígado no está mal si el corazón consigues salvar”… eso es amor señores. Por su parte Robe de Extremoduro se pone reflexivo en “Salir, Beber”. Una nota social, Platero y Tú con “Voy a acabar borracho”, La Banda Trapera del Río y … “Nacido del Polvo de un Borracho y del Coño de una Puta” o “Drunk Divorced Floozie”, un rock´n´roll del pirado de Mojo Nixon. Los beodos cantan: “Borracho” de Los Brincos, “Estoy Borracho” de Morcillo el Bellaco y Los Rítmicos (“Los zapatos blancos están sucios de bebida” ¡qué estilo!). Los catalanes Decibelios se declaraban “Borrachos y Orgullosos”, y José Alfredo Jiménez ponía los puntos sobre las íes, “Llegó borracho el borracho”. Qué mejor lugar para estar bebido que las estrellas, como cantan Smog. Estupendo el tema “Alcohol”, incluido por los Kinks en “The Muswell Hillbillies”, de un sonido que nos recuerda a Tom Waits. Éste se tiró media vida dando la impresión de avanzar por el mundo con un saco de botellas al hombro, además no era hábil para la invención de excusas, sino no culparía a su pobre piano de sus desmanes “The Piano has been drinking (not me)”.... Aunque Kid Koala (por favor no confundir) abunda en el tema con “Drunk Trumpet”. Hay gente que bebe demasiado pronto (The Handsome Family ,“Drunk By Noon”) demasiado jóvenes (histórico el lamento de 713avo Amor en el estribillo de “Cielo Bajo Tierra”: “Porque una niña de seis años bebe más que yo, bebe más que la tierra, bebe más que yo...”), o demasiado tiempo (“3/4 de siglo de borrachera” del grupo del Javier Corcobado de 1.983, los 429 Engaños, incluido en una maqueta de infame sonido). La religión ante todo señor Rouco, tal como dicen Bright Eyes en “Drunk Kids and Catholics”, lírica, brillante y sorprendente banda. Aunque hay quien ya se pasa de la raya (The Palace Brothers “I was drunk at the Pulpit”) o ve connotaciones malignas (qué hermosa guitarra pantanosa la de Bambi Lee Savage en “Demon Alcohol”). Alabamos la sinceridad de Jello Biafra de los Dead Kennedys, tiene un problema que han versionado muchas otras bandas (“Too Drunk to Fuck”). Los Rodríguez por su parte ocultan la realidad en “No Estoy Borracho” (mira cómo me mantengo en un solo pie”). Para que luego digan que Alaska y cía. no se preocupaban por sus conciudadanos: escuchen a Kaka de Luxe en “Peligrosos Sociales” (borracho no se puede conducir por la ciudad)”. El alcohol puede ser una tragedia familiar, John Denver pone el dedo en la llaga y suplica “Please daddy (Don´t get drunk this crhistmas)”.
Poner nombre a tu grupo puede ser un problema, unas copas ayudan a solucionarlo: Dead Chinaskis o Alcohol Jazz, por no mencionar a Kaos Etílico, Delirium Tremens y cosas así de sutiles. Los garajeros neoyorquinos The Chesterfield Kings estuvieron inspirados al titular “Drunk on Muddy Waters” su acercamiento al blues de 1.990.
Entre las debilidades de Josele Santiago estaba también el alcohol, como queda claro en su tema “Afición”, personal adaptación del clásico “Milkcow Blues”. Tal ocurría con el desaparecido Enrique Urquijo, su “Quiero beber hasta perder el Control”, con su aire tex-mex, es una de las más estremecedoras composiciones en castellano que hablan sin paños calientes del alcohol como compañero de desdichas (“Mis lágrimas se mezclan con alcohol”), sin olvidar “El Último Trago” de Chavela Vargas o el alcohol que macera la venganza en “La Cuchilla” de Aterciopelados: pasión asesina pura. Jorge Martínez de los Ilegales es un público y notorio aficionado a todo tipo de bebidas espiritosas, pero éstas no aturden su visión lo más mínimo. En “Caramelos Podridos” nos dejó un preciso retrato de los años salvajes. Por su parte el recordado Silvio le puso Barra Libre a una de sus formaciones. La denominó con un deseo. En “Vodka con Limón” se lanza a rockanrolear, celebrando la vida con su vaso en la mano. Hablando de canciones con títulos de bebidas, el whiskey se lleva la palma (el ron parece que sólo se puede mencionar meneando el esqueleto con rijosa sonrisa). La Frontera avisaban desde la barra de un bar, “Si el Whiskey no te arruina, las mujeres lo harán” (chicas, no abandonen la sala por favor); la vida se disfruta mejor según John Lee Hooker con “One bourbon, one Scotch & one biere”, uno detrás de otro. Mark Lanegan tituló “Whiskey for the holy ghosts” su magnífico trabajo de 1.994, por cierto, uno de los mejores cortes se llama “Borracho”. Cerramos el apartado Whiskey con Thin Lizzy y su versión del tradicional irlandés “Whiskey in the Jar”, aunque también podíamos incluir, según creencia popular, el “Cuatro Rosas” de Gabinete Caligari. Pero en lo que respecta a canciones con nombre de bebida una de mis favoritas es “Ginebra Seca” de Burning. Ya lo decía en gran Rory Gallagher: “Too Much Alcohol”.


Publicado en el portal de humor y cómic "Irreverendos" en mayo de 2.006

20 mayo 2006

ANITUA RHUMBA

BILBAO 13.05.05 KAFE ANTZOKIA

El sello Noiz Pop edita esta actuación tan especial, ocurrida en la fecha y lugar indicados con motivo de la fiesta aniversario de la revista Ruta 66. La ocasión reúne a una de la bandas más afiladas de la escena nacional de los últimos años, los bilbaínos Atom Rhumba, garajeros amigos del primitivismo punk-blues-soul a lo Jon Spencer o Dirtbombs, con Josetxo Anitua, alma junto al añorado Jon Zamarripa de los inolvidables Cancer Moon, aquel turbio viaje eléctrico que fue punto de excelencia para nuestros oídos, tan castigados por mediocridades, durante la pasada década. Entre todos ofrecen un repertorio encrespado, dotado de vivificante fuerza interna, y atravesado por guitarras subterráneas e hirientes. Anitua elige un repertorio formado por ocho temas que resumen sus querencias e influencias fundamentales. Se trata de un cantante especial, inquietante ya desde sus primeros tiempos con Jugos de Otros y su “Salón Xanadú”; de voz grave y clara, tan dado al arrebato como a la introversión, al hilo de voz o a la explosión. En una cuidada presentación, aunque frágil (la cajita de cartón que contiene el cd no es para prestarla precisamente); trae un librito donde Anitua nos habla de cada uno de los cortes: “Lonely Avenue”, el blues popularizado por Ray Charles en 1.958, sinuoso y cortante con el saxo de Joe González soplando entre las chispas de las dos guitarras; “Pain And Love”, tema tardío de T-Rex de marcado riff; “Lady Godiva´s Operation” de The Velvet Underground, viaje rítmico y repetitivo al erizado concepto de psicodelia y mantra sonoro de los neoyorquinos; una sincopada “Maria Bethânia”, perteneciente a la etapa londinense de Caetano Veloso; “Those Conga Drums” es un rock´n´roll vacilón de Jonathan Richman que no oculta su procedencia, aunque les queda menos juguetona y con un blindaje sónico superior al del original del bostoniano; con “I Can Only Give You Everything”, clásico del sonido garaje de los sesenta popularizado por los Them de Van Morrison, elevan la temperatura. Anitua se entona y termina retorciéndose en la postrera “Theme De Yo Yo” de Art Esemble Of Chicago, un incandescente soplo de free-jazz-funk donde el saxo tenor arropa el serpenteante precipitarse del tema hacia el caos final.

17 mayo 2006

MISIVA Nº1: ANHELO

“Cuando te vi no intuí tu futuro, ni siquiera acerté a adivinar de dónde habías salido. Esquivabas coches con la prestancia de mil ojos y cruzabas con piernas invisibles; volviste la cabeza con autoridad, ante alguna imprecación inoportuna lanzada desde algún vehículo. ¿De dónde venías?, quise saber. Te encaramaste y superaste la oxidada valla de la mediana, adueñándote de ella a medida que trepabas, bamboleándote con ella. La seguridad de tus manos me llevó a pensar que trabajabas en el mantenimiento de carreteras, o en la cruz roja, protección civil, una O.N.G., que eras policía secreta,... qué se yo. Ya en el otro lado, como dueño firme, sorteaste los setos. Te detuviste a respirar brevemente, querías recuperar el aliento, volver a tragar saliva. Ahí me miraste, volviste la cara fugazmente y me encantó tu perfil. En esto llegué yo con mi utilitario de ridícula presencia en las autovías sin fin. Reduje la marcha en la medida de mis posibilidades de mujer prudente, conociendo tus intenciones de cruzar. En efecto, pasaste presto ante mí, alcanzaste sin más obstáculos el borde del puente y por mi retrovisor te vi desaparecer con paso seguro en pos del vacío. Sólo he parado aquí abajo, entre luces, confusión y curiosos, para decirte que te anhelo”.

10 mayo 2006

“TODO EMPEZÓ CON PAUL AUSTER”

“CIUDAD DE CRISTAL” NOVELA GRÁFICA ADAPTADA POR PAUL KARASIK Y DAVID MAZZUCCHELLI (Anagrama, 2.005)


Las novelas de Paul Auster suelen presentar a un hombre perplejo y perdido que, bien se cuenta a sí mismo o es contado por otro, a veces más perplejo aún. El punto de mira apunta generalmente a un individuo superado por los acontecimientos, acuciado por un destino trágico que lo desnuda sin contemplaciones poniéndole ante los ojos su propia vulnerabilidad; tipos plantados en la ciudad o en el mundo a los que éstos un día invaden zarandeándolos violentamente, jugando con ellos estrechando su camino, asfixiándolos u ofreciéndoles inopinados haces de luz. El mundo de Auster parte de la pérdida de esa especie de rastro invisible que todos nos marcamos como guía de nuestro devenir; el ser humano ante ese laberinto que acaba siendo él mismo. Leerle es viajar a tal laberinto, e internarse en su mundo produce una sensación tan inquietante como física y adictiva; es bucear en el misterio de las percepciones humanas de la mano de un narrador ágil, a veces seco, otras incisivo y minucioso. Hay una urgencia, una ansiedad en pos de una salida y un equilibrio a veces inalcanzables.

Esta personal y delirante interpretación del mito de Don Quijote, fue escrita a principios de la década de los ochenta e incluida en “La Trilogía de Nueva York” de 1.987, inaugurando la notable carrera del Auster novelista. En 1.994 vio la luz por primera la novela gráfica que nos ocupa. En un esclarecedor prólogo, el premio Pulitzer y pionero de las novelas gráficas Art Spiegelman (“Maus”), explica las vicisitudes y dudas que jalonaron el camino hasta llegar a esta obra.

Para valorar realmente la eficacia de esta “traducción” a formato cómic de “Ciudad de Cristal” lo razonable sería, quizá, enfrentarse a él sin conocer previamente el relato de Auster. No es mi caso, he leído la adaptación de Karasik y Mazzucchelli bastantes años después del original y, sinceramente, me quedo con éste, aunque he de decir que la novela gráfica me transmite sensaciones distintas, lo cual no puede ser sino un éxito, dado que capta la esencia del original y se interna en su complejidad (que parte de la solidez de una intrigante narración de misterio, tan compleja como disparatada, para ir perdiendo capas en pos de la abstracción total. Una historia cuya aspiración es diluirse en el aire, en un viaje en el que los cabos sueltos son obviados en beneficio del laberinto interior que se cierra) sin desviarse de los hechos. El dibujo es sencillo y eficaz; tiene como mayor baza una gran capacidad simbólica, que indaga en el interior del relato con una capacidad de sugerencia muy superior a la que suele conseguir el cine (no en vano Auster confesó a Spiegelman que varios intentos de convertir el libro en guión cinematográfico habían fracasado). La narración se ordena en estrictas y apretadas series de viñetas significativamente alteradas cuando ha lugar; mantiene paralelamente el pulso narrativo con la obra de Auster (aquí también se cita a Lewis Carroll, pero a través del ilustrador John Tenniel), siempre algo telegrafiado; siguiendo fielmente algunas partes y extractando otras. A veces una viñeta concentra párrafos enteros, o unas líneas precisan de una o más páginas, o se esparce la información que contiene un párrafo por diversas páginas. Algún detalle meramente descriptivo cambia (ropas, posturas o ubicaciones). La mayoría de descripciones o intervenciones de los personajes y el narrador (en especial los juegos dialécticos, la a veces endiablada red de argumentaciones y conclusiones, silogismos y premisas) son campo abonado para el despliegue del aparato simbólico del dibujante: escueto e imaginativo, con tendencia al juego de viñetas (aprovechando convenientemente la estructura propia del cómic), o a la concreción de una idea en un objeto, algunas geniales y demoledoras. El medio en sí posibilita la mayor agilidad de mostrar visualmente a la vez situaciones que la escritura no permite. En ocasiones, la narración desarrolla pequeños apuntes propios que enriquecen un sucedido o incluso incuban otros; y el ingente repertorio de puntos de vista realza y carga de significado gestos y momentos que en el libro son secundarios, o añade otras sensaciones, otras evocaciones que hacen de esta obra algo… distinto.

07 mayo 2006

TRENES QUE SE CRUZAN

Estimados Psicocamaleones:

Respetuosos con la raíces, prudentes, son más revitalizadores que renovadores, nunca rupturistas. Los tres beben hasta la ebriedad de los sonidos más genuinamente norteamericanos, se reflejan en su pasado más brillante. Absorben desde el country, el folk o el rock´n´roll clásico a Television o Sonic Youth. Podrían ser otros, pero Drive By Truckers, Ryan Adams y Wilco (así, en orden de mayor a menor enraizamiento) son patentes ejemplos de ese constante renacer de la música estadounidense, y por ende del rock en general. Trenes que evolucionan atravesando su bagaje musical, saliendo y entrando por distintos túneles, avanzando paralelos o cruzándose (esos momentos en que proyectos distintos pueden sonar tan parecidos). Los músicos norteamericanos siempre han vuelto sobre sus pasos en momentos de duda. Cuando las escenas se saturan o llegan a un callejón sin salida se tiende a volver la vista a atrás, a revisar las temáticas, instrumentos y formas de componer de siempre.
DRIVE BY TRUCKERS proceden del sur, de Athens (Georgia), la misma ciudad de REM y B-52´s. En los primeros noventa el núcleo central formaba la banda Adam House´s Cat. Aparecieron en 1.996 y ya cuentan con siete discos editados, grabando la mayoría de las veces prácticamente en vivo. Liderados por Patterson Hood, son ya míticas las tres guitarras de este quinteto amante del sonido analógico. Son los más previsibles del trío, los más apegados a los clásicos y eso en cuestión de sonido les encanta. Guardianes de las esencias del rock sureño, las temáticas y la especial atmósfera del sur va tan unidas a ellos como las particulares portadas de sus discos, a cargo de Wes Freed. Sus influencias fundamentales son The Allman Brothers Band, Lynyrd Skynyrd, Neil Young, o los Rolling Stones de los primeros setenta.
Southern rock opera” (2.002) es su trabajo más ambicioso, de grabación y puesta a punto larga y tortuosa. Un inagotable doble elepé inspirado netamente por el espíritu de Lynyrd Skynyrd, en el que su música despegó definitivamente.
RYAN ADAMS es también sureño (nació en Jacksonville). Empezó haciendo punk-rock, pero su primer contacto relevante con la música fue a través de la banda Whiskeytown con la que grabó cuatro álbumes de country rock. Debutó en solitario con “Heartbreaker” (2.000), y su fama creció espectacularmente dos años después con el disco “Gold” y su single “New York, New York”. Partiendo de la música de raíz como los otros dos, comparte con éstos el gusto por Neil Young y el country; estando más cercano a Wilco en la impronta de Dylan y a los Truckers en la de los Stones. Con algo de enfant terrible, díscolo e imprevisible, es un músico intuitivo, convincente y apasionado. Maneja a su antojo todos los resortes del rock y sus influencias abrazan tanto al Dylan de la segunda mitad de los sesenta como a los Smiths. Versiona a Oasis a la vez que hace puro rock americano de empaque o canciones estremecedoras por su fragilidad. Puede sonar urgente o cristalino, desaforado u ortodoxo. Acompañarse de guitarra y voz, arreglos de cuerda, metales o detalles electrónicos. Tras ofrecer con “Rock´n´roll” un erizado compendio del rock y el pop más inmediatos, en 2.005 volvió con tres trabajos de arrebatador calado, que dejan muestra definitiva de su trascendencia como creador. “Jacksonville City Nights” no puede dejar de sonar.
WILCO. Natural de Belleville, Illinois, Jeff Tweedy publicó cuatro álbumes con Uncle Tupelo, banda seminal del denominado country alternativo, entre 1.990 y 1.993 (“No Depression” se convirtió en todo un referente). El otro lider de la banda, Jay Farrar, formó Son Volt.
Si Adams da muestras de ser un creador infatigable, éstos dejan una sensación de avance constante, casi obsesivo. Esta imparable evolución del grupo dejó pronto significativamente atrás los violines, mandolinas o dobros de Max Jonnston, uno de los supervivientes de Uncle Tupelo.
Ofrecen el abanico de influencias más extenso: Neil Young, Dylan, beatles, kinks (no en vano son los que tienen más sentido pop de los tres), kraut rock, Television o Sonic Youth (ensimismamiento eléctrico, distorsión, Jim O´Rourke colaborando). Su sonido de nutre cada vez más, sin verse afectado para nada en su esencia, de programaciones, efectos sonoros, mayor toxicidad, y estructuras más arriesgadas y experimentales. El jefe Tweedy es un buceador sonoro, tanteador de atmósferas y oteador de horizontes pendientes de aparecer. De todas formas su signo distintivo es su instinto compositivo, algo que le emparenta en cierto a modo con REM, por su capacidad de hacer canciones capaces de trascender cualquier etiqueta. Sólo hermosas canciones.
Instalados en Chicago, Wilco iniciaron su andadura según los preceptos de Uncle Tupelo, los cambios de planteamiento llegaron a partir del inmenso “Being Three” (Reprise, 1.996) y, sobre todo, con “Yankee Hotel Foxtrot” (Nonesuch, 2.002) por el que el sello Reprise se deshizo de ellos, trayendo además importantes cambios en la formación. Fue una apuesta ganada, un singular ejercicio de abstracción que provocó un viraje de intenciones cuando todo estaba comercialmente de cara. Entre medias tuvieron tiempo de volver a las raíces al hacer dos discos con Billy Bragg (la serie “Mermaid Avenue”), sobre textos perdidos de Woody Guthrie; aquellos a los que Dylan hace referencia en su autobiografía. “A Ghost is Born”, prácticamente grabado en vivo en el estudio, ha sido su último disco oficial hasta el reciente directo “Kicking Television: Live in Chicago”. Hasta el próximo tren.


Publicado en el portal de humor gráfico y cómic "Irreverendos" en mayo de 2.006

03 mayo 2006

“CRASH” ( Paul Haggis, 2005)

He visto “Crash”, la película de Paul Haggis, adepto a la Iglesia de la Cienciología y guionista de “Million Dolar Baby”, todo un amigo de la reflexión a partir de historias de choque. Bendecida por la Academia de Hollywood con tres premios Oscar, es una desbordante colisión de vidas, prejuicios y desconfianza en la que todos los personajes-arquetipos son observados sin paños calientes, teniendo su parte de culpa. Acaso ese sea su mayor mérito, la credibilidad que surge del discurso al limar la demagogia que anida en toda narración de este calado. La idea de historias que se entrecruzan siempre es interesante, situaciones cotidianas que mezcladas con otras pueden devenir explosivas e imprevisibles, al modo maestro en que Robert Altman interpretó la vida media norteamericana según Carver en “Vidas Cruzadas”. La base del argumento es el racismo, practicado por todos sin restricciones; se crea un ambiente irascible y violento de alta tensión, una escalada de frustración que sube como la temperatura de un termómetro, segundo a segundo. La sensación de estallido inminente y el ritmo narrativo, tan ágil como hipnótico en ocasiones, mantienen la presión sobre el espectador, en una peripecia que pretende ser una fábula global, y en la que se abusa sin freno de coincidencias y casualidades para cerrar el círculo de encuentros y desencuentros. Historias de redención que dejan pasar una luz, rápidamente ensombrecida por la corrupción rápida e implacable, las derrotas de los llamados a perder y el posterior y significativo vacío. Esta fábula del asfalto de Los Ángeles no tiene moraleja, tan sólo la absurda crudeza del destino, que se ceba con el único personaje coherente de todo el filme haciéndole saltar un incruento instinto y salvando, de alguna manera, el culo de todos los que atizan a su manera el fuego diario del odio y el enfrentamiento. De la música lo que más me ha llamado la atención es el tema que suena durante el accidente de tráfico, “Sense Of Touch” de Mark Isham, autor de la banda sonora del filme.

20 abril 2006

HUBERT SELBY JR. “ÚLTIMA SALIDA PARA BROOKLYN”

“AQUELLA BOMBA SOBRE LOS ESTADOS UNIDOS”

Esto auguró más o menos Allen Ginsberg respecto de la gran novela de Hubert Selby Jr., “una bomba que explotará sobre los Estados Unidos y será leída ávidamente incluso dentro de cien años”.


Selby nació en 1.928 en Brooklyn (Nueva York), muriendo en 2.004 a causa de las afecciones pulmonares que le acompañaron toda su vida. Genio poco valorado y nunca premiado, siempre vivió con el lastre de sus carencias físicas (fue varias veces desahuciado por los médicos). A pesar del impacto de “Última Salida Para Brooklyn” (1.964) -su ópera prima ahora reeditada en edición de bolsillo por Anagrama-, cayó paulatinamente en el olvido, aunque no dejó de desarrollar hasta su muerte esa literatura tan asfixiante y humana que siempre reflejó el cuarto oscuro de la sociedad estadounidense. Pocos libros, espaciados en el tiempo a causa de su salud, entre los que cabe destacar “The Room” de 1.971, “Réquiem por un Sueño” (1.978) o “The Willow Tree” (1.998).
Abandonó la marina mercante al contraer una tuberculosis que le imposibilitó para realizar trabajos físicos, hecho que le condujo a la literatura a los veintiocho años. Comparado con Dos Passos, Céline (paralelismos con su “Viaje al fin de la noche” de 1.932), Burroughs o Miller, tardó seis años en culminar una creación que le dejó exhausto (sólo el relato “Tralala”, le llevó dos años y medio). La crudeza de sus líneas hizo que el libro fuese condenado por obscenidad en Inglaterra. Otro escritor procesado, como antes Flaubert o después Houllebecq.
El cine no trató mal su obra, “Última Salida Para Brooklyn” fue llevada a las pantallas en 1.989 por Uli Edel; y “Réquiem por un Sueño” en 2.001 por Darren Aronofsky, interesantísima y efectista cinta ésta, en la que podemos ver al bueno de Selby haciendo un cameo como deslenguado guardia de una prisión.
Asimismo merece la pena recordar que Selby ha realizado grabaciones de Spoken Word como “Live in Europe 1.989” (Thirsty Ear, 1.996) con Henry Rollins como productor; o “Blue Eyes and Exit Wounds” (Exit Wounds, 1.998) a medias con el célebre periodista musical y escritor Nick Tosches. También ha colaborado con Lydia Lunch.

1. En “Última Salida Para Brooklyn” Selby regresa a su adolescencia para exponer una condensación de hechos que son virutas de una realidad abrupta, hostil y sobre todo evitada; situados en años cegados de unidad nacional y apuestas por una nueva era. El narrador no se vale de su omnisciencia para juzgar, sacar conclusiones o vislumbrar salidas (quizá sólo entradas). Todo parece sometido a un determinismo descorazonador. Un narrador que bascula entre la distancia y la empatía con una envidiable capacidad para introducir al lector en el fragor de la mente, los ojos y la piel de los personajes.
Se trata de una prosa vigorosa, esencial y fragmentaria, que se vuelve anfetamínica, incendiándose por momentos. Frases cortas, una mirada urgente que puede saltar de un punto a otro sin detenerse, o fijarse de pronto en alguna secuencia que nos sitúe mejor, que nos arrastre irremisiblemente más adentro del relato. Situaciones difíciles de olvidar, relatadas puntualmente.
Los diálogos se funden con el caudal narrativo, en su acelerado crepitar. Exclamaciones, mayúsculas o paréntesis dan relieve a gritos, pensamientos, o aclaraciones de una voz narradora que trufa su inventario de sucesos con aisladas descripciones mordaces y despiadadas; gotas de un humor que evita ser hilarante; y que alterna ágilmente lenguajes y perspectivas. Esas descripciones son a veces enumeraciones de datos y sensaciones; o una sucesión de acontecimientos rápidos o previsibles engarzados por conjunciones, que precipitan y acumulan las percepciones en el lector. También nos obsequia con imágenes brillantes, intensas y efectivas que trascienden la narración inmediata. Una cualidad metafórica empleada con parquedad (“La serpiente quedó encerrada dentro de la caja de cerillas. El día había empezado”; ese cuerpo que se convierte en un gigantesco nudo; o aquel sol que ha de penetrar hasta el mismo corazón).
Llegado el momento analiza a sus héroes (algunos basados en personajes reales) de forma precisa y completa, afrontando su complejidad y evitando adornos innecesarios para garantizar la tensión del relato, su continuo fluir. Los retrata vivamente estudiando su estética, sus códigos, y manteniendo a la vez una mirada global. Subraya sus gestos y expresiones; dibuja para nosotros el aire que respiran. Indaga en sus aspiraciones, su situación; nos zambulle en su nihilismo, su agresividad, o su estúpida vanidad. No se aprecia deformación caricaturesca al describirlos, más allá de apuntes irónicos; no satiriza sobre ellos, ni usa la hipérbole para epatar. Aquí, hasta las mayores extravagancias se antojan absolutamente reales.
La acción se desarrolla en un escenario de sordidez. Realismo descarnado, cotidianidad sin cortapisas, donde el aire se espesa página a página y la violencia es una forma de vida, la ley no discutida. Una novela crispada por la tensión de cada gesto, cada palabra, cada pensamiento. Un tratado de frustración, del profundo rencor (más o menos soterrado) que acompaña a los personajes durante toda una vida de deseos incumplidos; miradas que imploran o comunican odio y soledad. Unas historias rabiosamente urbanas de tipos atrapados o lanzados a toda velocidad en pos de un destino inmutable como un muro; que discurren a borbotones, salpicando al lector con fogonazos de degradación, bajos instintos, sexo, violencia y desesperación, amor e insensibilidad. Las relaciones sexuales participan de esa sensación violenta, son ofrecidas de forma explícita, apresurada y seca. Un desahogo meramente físico, en donde sólo el amor homosexual es narrado con ternura en algún instante. Los problemas raciales no son tratados específicamente en estos relatos.
Conformada por seis textos de desigual extensión, conectados entre sí por un escenario común, algunos personajes y la sensación de fatalidad que transmiten, las primeras son historias de prostitución, delincuencia y homosexualidad que comparten su relación con locales como el Griego o el Willie´s; y la parte final recrea, desde múltiples puntos de vista y retazos de rutina, la vida en un modesto edificio. Se contraponen (o complementan) la absoluta inconsciencia de los personajes de los primeros cuentos con el hastío que se fragua a partir del quinto, en los que se manifiesta, además, una intención de retrato social que invita a la reflexión.

2. Son los años cuarenta y la música urbana en boga es el be bop; los solos del saxo del Charlie Parker de “Lover Man” (el súmmun de lo moderno en contraposición con el country) aún tardarán en ser sustituidos por los de guitarra eléctrica. La droga estrella es la anfetamina, acompañada de marihuana, algo de morfina y un continuo trasegar de tabaco, café y alcohol. La vida transcurre de espaldas a todo; un mundo impermeable incluso a la guerra, en el que todos desconfían y sobreviven en constante fricción, sin asomo de remordimiento. Las situaciones más duras se respiran sin resultar forzadas, palpitan en todo momento. La violencia es expeditiva, imprevisible, gratuita; relatada con detenimiento y prolijidad en momentos concretos, reduciendo el ritmo y acotando el plano para recrear una escena que subraye el auténtico dramatismo de las cosas. Demorándose en un matiz revelador, o apostando por la sutilidad para crear una imagen imborrable (“temblaba al vaciar la sangre del zapato”, “…un guante blanco agarró una cabeza y el guante se volvió rojo”).

Un dólar al día” es la primera parte, y es empezar a leerla y sentirse en un tren en marcha. Sirve de eficaz presentación del escenario y el cariz de algunos de los principales actores: jóvenes airados absolutamente encerrados en su propio mundo de delincuencia y violencia. Ejemplificado perfectamente en el encuentro con unos soldados.
En “La Reina Ha Muerto” (para mí el relato de mayor calado), Georgette conmueve; acaso pudiera tratarse de un personaje de H. C. Andersen en el lado salvaje: soñadora, enamorada, imaginativa, sensible, trágica e inadaptada. La peripecia de este travesti nos mete de lleno en ambientes de prostitución y drogas que enlazan con la primera historia. Su angustia y humillación nos son referidas con detalle y eficacia (“Su vida no evolucionaba, sino que giraba centrífugamente…”); así como su relación con las drogas (“quería la mentira ya”). La prosa y el ritmo se ajustan como un guante a la variable situación emocional de los personajes, a su delirio toboganesco. Siendo la parte de la fiesta la única verdaderamente coral del libro, una narración llevada con habilidad y contención de toda una noche de gestos, miradas y expectativas de llenar un vacío insondable. Las chicas son tratadas con ternura mientras se las encuadra en su halo de tragedia.
Narrado en segunda persona y un lenguaje coloquial, rápido y frenético de barrio, “Y con el Niño, Tres” transpira cotidianidad, costumbrismo obrero y buen humor. Una estampa fugaz y entrañable que, sin embargo, no consigue disipar esa inquietante sensación que se cierne sobre toda la novela.
Tralala” asusta, sorprende; es la infausta historia de una obsesión por el dinero, la historia más a tumba abierta que jamás he leído. Tralala ofrece su vagina como una ranura en la que echar monedas, cuantas más mejor, el tiempo que haga falta, donde sea. Es muchas cosas: fría, cruel, violenta, calculadora, ambiciosa, pragmática, desalmada, impaciente. Capaz de deshacerse del amor de una patada, justo antes de que la acompañemos en su caída en enloquecida e imparable dinámica. Una historia intensa y concentrada.
Partiendo del mismo escenario, el mismo cruce de calles, y con “los chicos” de por medio, Selby cambia de estrategia con “Huelga”. En este relato se centra más que nunca en la penetración psicológica en el personaje, una minuciosa y obsesiva descripción de sus sensaciones, del devenir de su psique. Una invitación al mundo de lo desasosegante que continuará hasta el final del libro. La violencia sigue siendo un olor penetrante, repta larvada por las páginas, hasta que termina explotando. Desarrolla una narración atenta al mínimo matiz, estudia el carácter de su protagonista, husmeando a la entrada del túnel de su cerebro, enfocando su linterna a las costuras más profundas, al centro del dolor (ansiedad, deseo, asco, frustración, vulnerabilidad…). El relato se torna pormenorizado, los hechos se observan con la fría precisión que Carver hará legendaria. Brooklyn, como decorado y suministrador de los personajes que entroncan con los relatos anteriores, deja de ser el escenario único, sustituido parcialmente por el fantasma acechante de la mente de Harry, esa inestabilidad que lentamente también se proyecta contra una pared.
Es la historia más larga, y su inicio ya es inquietante, una cámara lenta inquietante. Un enlace sindical ve cómo cambia su vida a partir de la convocatoria en la fábrica de una larga huelga. Además, y por única vez en esta obra, el autor vuelve la mirada a aspectos secundarios: se detiene en el relato ácido de unos jefes sindicales manipuladores y demagogos, de unos directivos empresariales insensibles, y subraya el vacuo compañerismo, hecho de clichés, que se utiliza para manejar a una masa obrera desilusionada. La huelga en sí es seguida en su evolución y con ella se dejan apuntes de la vida de los obreros. Vuelve los mundillos de los travestis (con sus luces y sombras) y los delincuentes juveniles.
Por último, “Fin del mundo”, la coda final, muestra lo que pasa tras la puerta del vecino, hurga en la roña que deja la aplastante y miserable cotidianidad, y pisa a fondo en el retrato social, no exento de humor ni de crudeza, iniciado en el relato precedente. Se armonizan numerosas acciones paralelas (que a veces se rozan mediante la utilización de diferentes puntos de vista) correspondientes al transcurso de un día cualquiera en una zona modesta de edificios de Brooklyn; salpicadas de textos breves suficientemente expresivos. Este retrato es un fresco vivo de la vida diaria de diversas parejas, marcada por la desidia, el hastío, esa violencia siempre latente, presta a saltar, el machismo o una profunda frustración que pisa los terrenos del odio brotado de estar dónde no se quiere estar y cómo no se quiere estar. Vuelve el relato nervioso, la crónica del caos, cargado de detalles significativos. Pero la mirada se posa con mayor agudeza.
Destacan el tratamiento íntimo, tierno, casi bucólico, de la soledad y resignación de Ada; el dibujo caricaturesco de ese atildado personaje surgido entre la miseria llamado Abe; la relación a GRITOS! entre Vinnie y Mary (antológica la discusión por el corte de pelo del niño); el futuro violento que late en los juegos infantiles; la crueldad y el esperpento del grupo de mujeres sentadas en un banco, a modo de malas del cuento; o la historia del bebé que pasea tranquilamente por el alféizar de una ventana que da al vacío.


Publicado en el nº 226 de la revista Ruta 66, con otro título y ligeros retoques de texto.

17 abril 2006

"Su corazón...

"Su corazón que, segundos antes de este recado,
estaba pleno y lleno de compasión y, durante unos momentos,
olvidadizo y descuidado, menguó en su sitio
hasta que sólo fue un músculo sin alegría del tamaño de un puño
descargando sus obligaciones".

(Extracto del poema "La Anguila Ofensora" de Raymond Carver).

14 abril 2006

MAIKA MAKOWSKI “Kradiaw” (PAE-Wild Punk, 2.005)

Llévame contigo

Dicen que va a ser una estrella, y lo que es brillar brilla. Puede ser lo que quiera, también Blondie (“Fleshback”), o P.J. Harvey (“Animal”). Pero, ante todo, la mallorquina es dueña de grandes canciones grabadas con nervio y suficiencia; genuinas interpretaciones surgidas de una marcada personalidad y un sonido tan carnoso como urgente, jubilosamente imperfecto y con sustanciosos remansos; guitarras crujientes e inteligentes, en su punto justo de cocción; y una de esas voces con carácter y carisma, con esa naturalidad que, no sé porqué, es poco común por aquí y cuando aparece nos desarma a todos. No transmite esa sensación tan fastidiosa que aparece cuando hay más voluntad que talento, sobre todo en el mundo indie, de tener la lección recién aprendida. Hay desde pelotazos de rock con teclas que echan chispas (“Killing Bluebird”) a punk blindado en Detroit (“Charming Gigoló”) o sentidas y académicas baladas suspendidas de acústica, como “James Dean´s Alive”. Hay discos así: las canciones te llaman y una vez que te acercas se encaraman a ti, atrapándote.

Publicado en el nº 28 del periódico Diagonal de Madrid

http://www.diagonalperiodico.net/

10 abril 2006

HOMENAJE A LOS ÁNGELES

TEATRO CALDERÓN DE LA BARCA DE MOTRIL (3-3-06)

El homenaje tributado por los músicos granadinos a sus paisanos Los Ángeles, llegó a Motril casi un año después del realizado en Granada; aquí en un formato más esencial.
Fernando Díaz de la Guardia, biógrafo del grupo, presentó parte de las imágenes que conformarán el documental que prepara junto a Alejandro Pérez. Ahí, entre entrevistas y actuaciones, pudimos ver la presentación televisiva de “Créeme” o imágenes en Súper 8 del multitudinario recibimiento al grupo en Cuba con motivo del festival Varadero 70. Los Angelicos, formación compuesta por los hijos del desaparecido Alfonso González “Poncho” (baterista, compositor principal y voz del grupo): Popi González a la batería y voz, y Pablo G (guitarra y voz), junto a los componentes de Lagartija Nick Lorena Enjuto (teclados), Víctor García Lapido (Guitarra y voces) y Antonio Arias (bajo, voz y maestro de ceremonias); fueron la banda base de la noche. Su cohesión deparó un sonido fibroso y directo, sin los vacíos de este tipo de celebraciones. Los temas se sucedieron sin altibajos, interpretados con respeto y esmero en el cuidado de las armonías vocales (principal baza de los homenajeados); desde el beat a las reminiscencias folk, pasando por el pop más elaborado. Cayeron casi todos los temas del disco “Homenaje a Los Ángeles Con Intervenciones Estelares” editado por Lagartija Records, junto a otros que obviaban el lado más trillado de su repertorio. Antonio Arias se lleva casi la mejor parte del lote, interpretando (muy bien) temas como “98.6”, “Créeme”, “Sueños” y “Monotonía”. Pablo y Popi, por su parte, cantaron otros como “No Pienses” o “Siéntate”. A mitad de actuación se incluyó una parte acústica que se abrió con temas de la etapa más influida por la escena folk de la Costa Oeste (“Te Necesito” y “Ven a Granada”), interpretados por Popi y su hermano a las guitarras y el apoyo vocal de Eva Penélope del combo beatleliano For Of Us. Seguidos por la actuación de los Lori Meyers Alejandro y Noni con “No Estoy Contento”. La electricidad volvió trayéndonos a J. Planetas, que cantó desgarbado “Una Vez Juré” y “Mamá deja de llorar” (“Another Try” de America, tema aparecido, además de en el disco homenaje, en el recopilatorio “El Guateque”, acreditado a J y Los Angelicos, y el que mejor se adapta a su estilo). En el tramo final, ambos hermanos se hicieron con “No Sé Qué Hacer” apoyados en los coros por el resto más Noni y J.; miembros del grupo local Laberinto B y David Rubiño, tocaron junto a Arias “¿Has Amado Alguna vez?”, y, como despedida, “Nada Va a Cambiar el Mundo”, el último tema editado por Los Ángeles en 1.976, un mes antes del desgraciado accidente que terminó con la vida de Poncho y José Luis Avellaneda, truncando así la carrera de un grupo que aún estaba lejos de su decadencia.

Publicado en el nº 226 de la revista Ruta 66.

07 abril 2006

TOBACCO ROAD (PARTE II)

… Gracias.

El cantante country Kinky Friedman anda atareado con su candidatura a Gobernador del Estado de Texas, y una de sus propuestas estrella sin duda será la de levantar las restricciones contra el tabaco y la marihuana, ¿estrechará lazos con Esperanza Aguirre?, ya veo la rueda de prensa, ambos con sombrero de vaquero, ella hablando con acento mejicano, claro. Dicen que ésta anunció su contra-ley tabaquil bailando al son de “Se te cayó el tabaco” de Tito Puente; lo siento, no consigo visualizarla. Y digo yo, hablando de prohibiciones, ¿podría tocar en tu pueblo este verano la Orquesta Ron Y Tabaco?. ¡¡No!!, porque The Great Shoemaker dice que disuadir del consumo de alcohol y tabaco es de izquierdas (lo siento, lo tenía que decir)…Sí tendría las puertas abiertas el amigo de Maradona, Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra, y su incandescente música balcánica. Y seguro que se olvidarían de Tabaco, la poliédrica banda de Sabadell que iba, entre calada y calada, del rock progresivo al soul más hirviente, allá por el 71. Por cierto, según parece, lograron el record de permanencia sobre un escenario, ¡27 horas! Ni el cenicero de Tom Waits.
El tabaco se fuma pero también inspira. Estimula el lado cotidiano y costumbrista, como en la encantadora “El Estanco de Paula” de Malcolm Scarpa (“Allí es dónde compro el tabaco, y de vez en cuando un mechero…”); o el pop almibarado de Herman´s Hermits en “One Little Packet Of Cigarettes”. También da pie a ochenta segundos arrebatados, como “More Cigarettes” de The Replacements.
El binomio café-tabaco no sólo está de actualidad ahora que las cafeterías españolas son guetos de fumadores hacinados, el rocker Sleepy Labeef le canta con devoción en “Smoking Cigarettes and drinking coffee blues” y Otis Redding le susurra de maravilla en “Cigarettes and Coffee”.
Si aún no puedes prescindir de la mezcla de tabaco y alcohol para las fiestas tranquilo, no haremos leña del árbol caído, pero al menos redímete de la censura social con valses de buck Owens (“Cigarettes, Whiskey & Wild, Wild Woman”); vira al ska-son de La Kinky Beat con “Tabaco y Ron” o pega el oído a la rumba nostálgica de Javier Ruibal (“Tabaco y Tinto de Verano”), combinación que comparte la lánguida Aimée Mann en la inolvidable “Cigarettes and Vines”, perteneciente a la banda sonora de “Magnolia”.
Si necesitas reflexionar tranquilamente sobre el sentido de la vida, qué mejor que esos múltiples cigarrillos en la puerta del centro de trabajo. Llévate en el mp3 “Tattoos and cigarettes”, toda una simbología de rock sureño de la mano de Warren Haynes (Govt Mule, The Allman Brothers Band). Tan evocador como el amigo Haynes es Manolito García, pero más enrevesado (“Humo de un Cigarro Que Fuma Gardel”)… es que es superior a sus fuerzas. O tírate directamente a por la saga que titula nuestro humeante repaso, “Tobacco Road”, y me despido, que ya es hora. Es una composición mítica de John D. Loudermilk cuya letra se inspira en la novela homónima de Erskine Caldwell de 1.932, llevada al cine por John Ford en 1.941. Fue un gran éxito de The Nashville Teens en 1.965, en plan r´n´b seco y cortante de pulso garajero. En 1.966 los neoyorquinos The Blues Magoos, en el mismo palo, la volvieron más vibrante y efervescente; Brother Jack Mc Duff la hizo tenue y voluptuosa, con el inconfundible sonido de su Hammond B-3; y The Jefferson Airplane en su primer elepé, “Takes Off”, la enraízan aún más en la música negra; al igual que Eric Burdon & War en su magnífica revisión de 1.970. En 1.972, como olvidarlo, Edgar Winter la arrastró en incandescente y excesiva jam session en el celebrado directo “Roadwork”. Toda una historia, la del tabaco.

Publicado en Irreverendos, web de humor gráfico y cómic.

03 abril 2006

¡AHÍ ESTÁ PAPÁ!

Mi padre era público profesional, habrá quien no lo crea, pero es así. Al cabo de los años, mis recuerdos de él siempre pasan por la pequeña pantalla y la expresión histérica de mi madre: “¡Ahí está papá!”. Lo consiguió por casualidad. El día que le dio por llamar a un programa para asistir como público encandiló al director con su rostro ajado, ensombrecido por recia barba, los ojos crédulos, su sonrisa a destiempo y aquellos ademanes de torpe determinación; su bravuconería impostada. Era verano y llevaba una camiseta de propaganda algo ceñida, los pelos de los brazos escapaban de las mangas.
Yo tenía cinco años cuando dejó su ocupación habitual y comenzó a aparecer en varios programas semanales: “Las 24 horas de sevillanas” de Canal Sur y otros. Se especializó en el “primer chasquido” como él le decía a mi madre por teléfono en sus cada vez más prolongadas ausencias, para “romper el hielo”. Cuando en el programa dedicado a las jóvenes promesas de cualquier cosa se oiga un primer y seco aplauso mi madre me zarandeaba: “¡Ahí está papá!”.
Su precisión llegó a tal punto que sustituyó en esas labores al regidor. Como buen subalterno siempre salía al quite si a un niño le daba por llorar en mitad de una actuación, un miembro del jurado borracho balbucía demasiado o un colega de profesión de inferior nivel reclamaba su bocadillo. “Tienes olfato”, le contaba a mi madre que le dijeron en la tele, mientras ésta ordenaba su abultada colección de autógrafos.
Los amigos que le acompañaron las primeras veces ya no fueron más. Se quedó solo, así que reclutó a mi madre. A partir de entonces comencé a ver los programas en casa de mi abuela, ya nadie me avisaba “¡Ahí está papá!”, ella se dormía a las primeras de cambio y las panorámicas del público eran escasas. Él nunca estaba en los planos fijos de cámara, ya que temían que lo reconociesen de tanto que salía; según me dijo mi madre mucho después lo solían disfrazar, le ponían bigotes, barbas, le pintaban el pelo, le colocaban extensiones, y a ella le sugirieron que no volviera tras unos cuantos programas. Su legendario primer chasquido merecía ese sacrificio. Mamá sufrió por aquello, también le tiraba la vida “artística”, pero supo mantenerse en un digno segundo plano.
Las televisiones privadas supusieron un punto de inflexión definitivo en nuestras vidas. La televisión autonómica sufrió un ataque de conciencia que se tradujo en dos meses sin programas de “variedades en general” como decía papá eructando levemente desde su trono en la cabecera de la mesa. En atención a sus servicios y fidelidad sólo se les ocurrió ofrecerle aparecer de público silencioso en algún programa de debate, o en retransmisiones de partidos de alevines. Incluso le sugirieron que volviera a llevar a mamá y a mí mismo. Se negó, claro.
A pesar de todo, gracias a esa cadena conoció a su representante y posterior amante, ella lo llevó a las nubes: Madrid. Público profesional en programas de toda índole. Madrid. Entre ambos consiguieron colocar bien su legendario chasquido, ese primer aplauso atronaba en nuestros corazones cuando veíamos los programas a todo volumen después de cenar. “Ahí está papá”, susurraba mi madre, pobrecita.
La primera vez que vino de Madrid lo notamos distante, todo comenzaba a desmoronarse. Traía un traje a medida y estaba bien afeitado, yo tenía ya casi siete años. El me llevaba de la mano por las soleadas calles del pueblo y yo notaba su palma excepcionalmente suave, bruñida. Me sentía conectado a un poderoso instrumento, a una pieza relevante del engranaje televisivo de nuestro país. Mi madre me dijo que se las cuidaban con cremas especiales y las metía en agua con sales. Había cambiado, fumaba distraído mirando al infinito y limándose las uñas, sonreía para sí, evitaba los palillos de dientes, no le llegamos a ver aquellas amarillentas piezas dentales. Asentía distante los comentarios de amigos y familiares, y reía quedamente ante el unánime reconocimiento de su genio. El lunes por la mañana vino a recogerlo su “equipo de management”, como me dijo él al despedirse. Nunca más vino ni llamó.
Los primeros meses lo pasé mal, a veces soñaba que él me despertaba con su magnífico chasquido para ir al colegio, situado sonriente a los pies de mi cama, o que aplaudía con golpes secos y potentes mientras mamá bailaba enloquecida a su alrededor. Mi madre jamás volvió a decir “Ahí está papá”, y yo evitaba decir a los otros niños que mi padre era “público profesional”.
Las teles privadas eran coloristas y modernas, que duda cabe, todo era una fiesta y ni se molestaban en esconderlo. Su chasquido permanecía, yo lo captaba en seguida, a veces me latía el corazón más rápido, pero terminé por acostumbrarme.
Avanzó, asentó su carrera (todos sabemos que lo difícil es mantenerse). Su versatilidad le ayudó. Aplaudía, sostenía pancartas de apoyo a participantes en programas del corazón mientras daba saltitos, increpaba y juraba botando en su asiento, llamaba a programas, insultaba y amenazaba. Yo por mi parte crecí y le perdí la pista, y como las teles privadas se aferraron fuertemente a su perversa niñez, las dejé de ver. Sólo, alguna vez, creo escuchar ese chasquido de lejos, como en sueños.

31 marzo 2006

TOBACCO ROAD (Parte I)

Estimados psicocamaleones:

El tabaco, ese controvertido, ingenioso y combustible producto, está, como todos los vicios, íntimamente unido a la música pop y rock (sólo tienes que oler tu ropa al volver de un concierto, por no mencionar esos mecheros encendidos brazo el alto… Dios, me duele recordarlo). Aunque el uso de otro tipo de drogas haya tenido un impacto más truculento, el cigarrillo siempre ha estado ahí. Si miramos en dirección a un escenario lo veremos: un cenicero alto delante de Lou Reed, Keith y Ron de los Stones fumando como carreteros sujetando sus cigarros entre los dientes, mirando burlones al saltarín Jagger, tan sano. Un cenicero repleto sobre un piano, bueno, sobre el piano del Tom Waits de “Closing Time”, o aprisionado entre las cuerdas de un bajo o una guitarra. Javier Corcobado fumando ensimismado entre canción y canción. Josele Santiago haciéndolo entre golpe y golpe de tos. Un cigarro que surge de un puño que agarra un micrófono (Nick Cave interpretando enérgicamente “Deanna”). Lee Brilleaux sudoroso, armónica y cigarrillo en ristre; el cigarrito de Django Reinhardt, y Javier Krahe, claro (“Gracias, tabaco”). Aún recuerdo una actuación de Radio Futura, creo que en el Festival de Benidorm de 1.983, interpretando “Interferencias”, con Enrique Sierra fumándose un habano exagerado mientras tocaba. En aquella época su gracia era el contraste que ofrecía: un tipo con una cresta, en la efervescencia de la modernidad, haciendo algo tan castizo como fumarse un puro. Ahora sería una auténtica provocación de tintes dramáticos.
Y las portadas, ¿qué? Esas poses tabaquiles tan estudiadas: Paul Simonon en la de “Combat Rock” de The Clash con el cigarro tras la oreja, o el pitillo en la comisura de los labios de Nina Hagen en la de su primer álbum. De ahí también le cuelga al bueno de Roy Loney en la carpeta de “Teenage Head” de los Flaming Groovies. En la portada de “Green Mind” de Dinosaur Jr aparece una niña con un cigarro en la boca, y todo eso en plena vorágine de la lucha anti-tabaco en Estados Unidos, allá por 1.991. Sally Grossman, hierática y seductora, sostiene un pitillo en la de “Bringing It All Back Home” de Bob Dylan, era 1.965. En “Scary Monster” la mano de Bowie hace sombras sosteniendo un cigarro. ¿Llevará tabaco Joe Jackson en la portada de “I´m the Man”? por lo menos encendedores sí. El adusto Leonard Cohen no sólo gusta de aparecer comiendo plátanos en las portadas, en “Live Songs” tiraba de purito; y Nick Lowe, de un perfil que recuerda a Kiko Veneno, enciende un cigarrillo en “Party Of One”. Y, estando donde estamos, no podría faltar el noveno arte: la portada del mítico “Cheap Thrills” de Big Brother & The Holding Company, a cargo de Robert Crumb con su tortuga fumadora; Alfreda Lenge pinta a su esposo, Robert Wyatt, fumando plácidamente mientras escucha música en la portada de “Dondestan”; en las siluetas de Federico del Barrio para el elepé “En El Lado Oscuro” de Alarma!!!, el perfil resalta tupé y cigarrillo; o las portadas de Nazario para el primer y tercer elepé de Dogo y Los Mercenarios: deseo, vicio y… cigarrillos.

Por Favor, ¿me da fuego?...


Aparecido durante marzo de 2.006 en el portal de humor y cómic "Irreverendos".

28 marzo 2006

"LA CHUPA" (Relato Breve)

La chupa era tersa, brillante, esbelta; merecedora sin duda de pasear sola por la calle sin necesidad de ajustarse a ningún cuerpo; volátil, libre, animosa y emprendedora. Eso me vino a decir Ana cuando la colgué por primera vez en el armario: "así está más bonita".
Yo también lo creía en el fondo. Cuando me enamoré de ella la portaba alguien que sí la merecía, alguien cuyo cuerpo tenía el mérito de no perturbar su belleza. Aquel fue nuestro primer encuentro cara a cara, allí se produjo el viento fugaz del flechazo mientras los focos del escaparate provocaban el resplandor de sus cremalleras. La atracción, sin embargo, había nacido tiempo atrás, cuando la veía por todas partes con delicadas figuras femeninas o espigadas y taciturnas presencias masculinas embutidas en ella.
La emoción que sentí en el momento que pagué por ella duró poco. Al colocármela, aparentando un acto sin importancia, rutinario, el lascivo olor de su cuero me impregnó de confort y seguridad en mí mismo; pero algo no cuadraba, al ir a introducir mis manos en los bolsillos, éstas penetraban a duras penas por el estrecho resquicio que el volumen de mi vientre dejaba libre. Al lograr meter los puños, la presión con que éstos castigaban la apretada cavidad, provocaba que sus formas se apreciaran nítidamente desde fuera, como dos inesperados salientes deformes de mi barriga. Siempre había soñado con hundir las manos en las calientes entrañas de aquella prenda, hasta hacerlas desaparecer de la vista de todos, tal y como vi tantas veces hacer.
Ana tenía razón: "la chupa, al estarte tan justa parece redondeada, pierde, pierde...". Sí, perdía, perdía toda su esbeltez innata, toda su fuerza orgullosa y soberbia, toda su presencia. "...pierde, y sobre todo pierdes tú, pareces más pequeño aún, parece que no tienes para comprarte algo que te quede bien, que te la han prestado, a ti te conviene...". Sí, ya, ya, a mí me convenía una generosa rebeca, o una amplia chaqueta, o...
A pesar de todo conseguí mantenerla junto a mí un par de inviernos, hasta que el desgaste empezó a corroer la tersura de su piel. Había perdido parte de su fulgor, pero eso la hacía parecer más interesante, más vivida; su belleza no se marchitó, simplemente cambió. Rostro ajado de urbana experiencia.
El adiós se cernía sobre nosotros, lo presentía. Ana lo dijo: "pruébate esta chaqueta, por lo menos la podías alternar con la chupa". Así hasta que un día desapareció del armario sin dejar rastro, Ana la había donado a no sé qué organización.
Pasado el tiempo, y resignado a las chaquetas de paño, una vez me crucé con ella por la calle; estaba gastada por la lluvia, roída, descolorida, pintarrajeada; pero algo en su inconfundible semblante la hacía parecer más joven, había recuperado su actitud desafiante y rebelde. Avanzaba rápido, cada vez más rápido, y no tardó en perderse corriendo por una maraña de callejones. La policía la perseguía, la gente la perseguía, yo la perseguía; hasta que una detonación que se me antojó lejana, perdida y ausente la clavó contra una pared, dejándola allí, despidiéndose con las mangas en cruz, y...tan esbelta.

23 marzo 2006

A VECES PIENSO EN ZAMIATIN

El protagonista de “Nosotros” (1.924), de Yevgueni Zamiatin, vive un angustioso conflicto interior: por un lado le atrae la libertad, el terremoto psicológico que provoca el amor o el caos de percepciones de la naturaleza, y por otro elogia la perfección de los muros, las matemáticas, el lirismo de su armonía, denota angustia ante las x sin descifrar. Descubre temeroso la capacidad de intuición mientras persiste su obsesión de pertenecer al todo, de diluirse en su perfecto orden. ¿Hacia dónde se inclinará la balanza?
Tony Blair, después de lanzarse a invadir un país, se recicla en casa poniendo en marcha una ley denominada “Plan de Acción del Respeto”, o algo así, poniendo cámaras en las calles y creando policías vecinales, gente que con sus denuncias puede echar de su casa al vecino. No contento con eso, lo último que ha hecho es reconocer que pegaba a sus hijos: ya no hace falta que sonrías más Tony, te has acabado de descubrir. Siempre esas disyuntivas, libertad o seguridad; libertad u orden. En Francia amenazan con retirar ayudas a las familias que no eviten el absentismo escolar de sus hijos. ¿Se puede exigir a una familia con pocos recursos que reciclen basuras, que ahorren energía, que eduquen a sus hijos o su situación les exime?, ¿se pasa la responsabilidad al estado en el último caso? Resultado: quedan los niños (víctimas) en mitad, suspendidos en el olvido, germinando el miedo que proyectarán en el futuro. Porque, ¿si te sientes marginado puedes descuidar a tu familia? ¿si decides intentar iniciar una nueva vida en otro país, debes cumplir sus leyes o puedes traer las tuyas? Todo esto me plantea un aluvión de interrogantes y ninguna conclusión. Realmente soy un signo de interrogación con el punto apoyado sobre la pantalla, pensativo. Sería curioso indagar si la gente prefiere ceder una porción de libertad a cambio de seguridad, de paz. ¿Qué porción?, ¿a quién entregamos esa libertad sacrificada y qué gana con ello? Me parece evidente que la mayoría de la gente prefiere, ante esa disyuntiva, la seguridad. Mejor pasear por una calle observado por una cámara disuasoria que exponerse a un atraco, violación, etc. El miedo es el mejor elemento organizador social, como en Zamiatin, el uniformador ideológico, el paciente desactivador de la individualidad. La suma armonía matemática. ¿A eso vamos?. Todos tratan de uniformar, las autonomías flipan con una tele y una poli propia, lo demás ya vendrá. Los Liberales consagran la individualidad económica y empresarial de la gente, pero tienden a husmear en cuestiones morales con ese cristianismo generalmente de pacotilla que les sale por los poros, mezclándose con su colonia cara; por la izquierda, los partidarios de un estado protector consagran la libertad ideológica, de costumbres, pero limitan la económica. Pagar muchos impuestos obliga a participar de servicios estatales por ser difícil costearlos a nivel privado, a no ser que se sea rico, el rebaño vuelve a estar reunido. ¿Será el término medio la armonía matemática inalcanzable la x de ecuación? Hay gente que se deja instalar un chip en el brazo para demostrar que son clientes VIP de discotecas, y empresas que se los instalan a sus trabajadores, sintiéndose éstos vigilados. Cámaras para ver a tus hijos en la guardería, detectives privados para seguirlos cuando crecen, cámaras para vigilar a las niñeras, para escudriñar centros de trabajo, centros comerciales, bancos, semáforos. Anthony Blake (pronúnciese Ántoni Blaque), dice que nos vigilan en el teatro y pone cara de susto. El Circo del Susto, que diría mi amigo Alex Romero, ahí es dónde vivimos. Móviles que hacen fotos, móviles que graban. La información vuela casi tan rápido como el miedo. Más control, más orden, y gente que ofrece orden a cambio de un porcentaje de tu esencia. Mucho ruido y gente que vende más ruido, y así otra te vende silencio en las afueras… a precio de oro

21 marzo 2006

SORKUN “Duna” (Metak, 2.005)

Dulce penumbra

Segundo trabajo de Sorkun, habitual colaboradora en discos y giras de Fermín Muguruza. Fondo electrónico y latido rock para canciones con pulpa, bien trabadas instrumentalmente, intensas y un punto oscuras; que enriquecen sobremanera el registro musical y expresivo de su autora. Una magnífica cantante poseedora de una voz de fulgor libre, limpia de impostaciones y tics, carismática y natural para el desgarro y la sutilidad. Desarrolla un repertorio que funde lirismo y dramatismo, que se expande con delicadeza y atención al matiz pero que sabe ser cortante, apelando a la rotundidad de las guitarras en la aceleración de “Non Zaude???” y “Nosferatu”. Hay composiciones adensadas con incisivo wah-wah y aires funk blaxploitation, o momentos estelares como el acento nocturno y blues de “Autolesioa” (todas inundadas por la persistente presencia de saxo barítono). Junto a ellas destacan una sentida interpretación acústica del “Lurra” de su anterior trabajo, y la memorable recreación del clásico soul “Rescue Me” sobre un colchón de programaciones y guitarras brasileñas.

Publicado en el nº227 de la revista Ruta 66

17 marzo 2006

CAT POWER “Greatest” (Matador-Everlasting, 2.006)

Llevándote hasta las profundidades.

Chan Marshall permanece enigmática, hipnótica, dolorosamente evocadora pero menos frágil, más expresiva. Esta vez la música se extiende, sosegada y seductora, por entre unas composiciones maduras que se enriquecen y dejan llevar por el magnetismo instrumental nacido del detalle y el diálogo fluido. Se trata de esos acompañamientos que envuelven sin tapar, y arropan sin vestir, una desnudez que pervive rodeada de un halo humeante y el novedoso sabor de la música negra. El nuevo disco es más accesible y acabado; su autora deja atrás definitivamente los tiempos de las composiciones desvaídas y el deje indie, perdiendo en el camino algo de su peculiar asilvestramiento y crudeza. Grabado en los estudios Ardent de Memphis, rodeada de míticos gregarios del soul sureño, nos deja magníficas canciones con hondura que aún consiguen mirar directamente al oyente: desde baladas acariciadoras y sofisticadas como “Greatest” y su violín “Moon River”, hasta el blues de la espartana “Hate”.


Reseña publicada en el nº26 del Periódico Diagonal de Madrid

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13 marzo 2006

JOSELE SANTIAGO EN DIRECTO

SALA PLANTA BAJA, GRANADA
25 DE FEBRERO DE 2.006

Un feliz encuentro, el autor de la mayoría de los mejores temas de rock compuestos por aquí en los últimos veinte años y un guitarrista expresivo, incisivo y audaz, cuyo estilo no hace más que ensancharse y crecer. La irregularidad y el equilibrio unidos para sacar partido de su punto en común: el instinto. Josele con cara de recién levantado y Pablo Novoa elegante y atildado: un equipo perfectamente compenetrado, sobre todo porque transmiten el placer que les produce recorrer juntos esos escenarios de Dios. El madrileño con acústica y el vigués tirando de eléctricas. Santiago se mostró en forma, con buena voz e intensas interpretaciones. El gallego, por su parte, más que tocar parecía desentrañar sonidos, auscultaba las posibilidades de su instrumento vibrato en ristre; indagando entre sus cuerdas con artesanal paciencia y pulcritud, con una digitación perfecta a la vez que arrebatada, que acompañaba, reforzaba o provocaba efectivos y, a veces, radicales contrastes con los sonidos de la acústica, generando así un colorido subterráneo, un vigor que elevaba las canciones. El acompañamiento preciso para olvidarte de las limitaciones del formato reducido. Los músicos dialogaron con fluidez, intercambiando fraseos y protagonismo, percutiendo, dibujando con pulso firme y dúctil la esencia, y subrayando el relieve de un repertorio que, pasado el tiempo, muestra aún su frescura y peculiar encanto. De Los Enemigos se recuperan en la parte central temas que ya venía tocando con toda la banda: el blues “Qué Bien Me Lo Paso”, y “An-Tonio”. “Con Las Manos Vacías”, la versión de Chavela Vargas, quedó más natural y asumida que en disco y anteriores directos. También destacó su recreación de la versión española de “Being Green” de la rana Gustavo/Kermit; y la cosa fue tomando temperatura con “Serrín”, “Mi Prima y Sus Pinceles” y “Olé Papa”, intensísimas con riffs, punteos y solos imaginativos que alcanzaron el punto justo de cocción en la última, con su furibundo duelo final de guitarras. Tras esa hora inicial los bises se abrieron con una inevitable (y celebrada por el agradecido público que llenaba la sala) interpretación en solitario de Josele de “Desde el Jergón”, seguida por una “La Otra Orilla” arrastrada hacia la frontera por la slide de Novoa; y el estreno de un tema nuevo con aire swing que promete, “El Baile de los Peces” (ensayada en el atasco que padecieron a la salida de Madrid). Como despedida dejaron sendas versiones de “Route 66”, ambos con eléctricas, y del “You´re Sixteen” de Johnny Burnette. Sigue así Josele.

Publicado en el nº 226 de la revista Ruta 66

10 marzo 2006

MATCH POINT (Woody Allen, 2.005)

Si hubiese visto esta película sin saber quién la dirige jamás me hubiese imaginado que se trataba de Woody Allen. A toro pasado, puedo ver rastros suyos en la naturalidad y agilidad de los diálogos, o en el fascinante halo de cotidianidad que envuelve todo. No hay estridencias ni impostaciones. El protagonista es un trepa, pero afortunadamente desprovisto de los tics de siempre, lo que lo hace mucho más inquietante, por cercano y tangible. No se explotan razones manidas que expliquen su amoralidad a la hora de afrontar el partido de la vida, no se hace preciso cargar las tintas sobre su carácter o circunstancias; pero sí se le opone la mayor honestidad de la otra candidata a un mundo nuevo de riqueza: una aspirante a actriz que llega a Londres desde un lugar tan distante como Boulder (Colorado), a la sazón lugar de nacimiento de John Fante, interpretada por Scarlett Johanson. Woody Allen no conduce al espectador de la mano por la trillada senda del maniqueísmo, simplemente le ofrece unos hechos perfectamente creíbles. Se trata de auscultar a ese ciudadano medio, silenciosamente ambicioso, que se deja querer explotando sus cualidades; calculador pero humano, eminentemente cobarde y egoísta hasta la crueldad, angustiado ante el riesgo y la pérdida, pero capaz de, como se dice en algún momento del filme, guardar la conciencia bajo la alfombra. Alguien que alcanza el estatus de cierta clase alta empresarial inglesa: sus inmensos privilegios y comodidades, su vida culta, interesante, siempre equilibrada. La mezquindad del protagonista, nos dice Allen, incluso su frialdad, es de la misma pasta que la de millones de personas. En parte, ese tipo (Jonathan Rhys-Meyers) tiene mucho de espejo. El argumento es típico, y la historia desde el primer minuto apunta a un desenlace. A pesar de la excelente factura de la película, de su ritmo, sin un golpe maestro hubiera quedado chapoteando en mitad de sus aspiraciones como cierto tipo de telefilmes de suspense o ese cine español de culpas, redenciones y derrotas. Ese golpe se produce (genial la metáfora tenística) y, aparte de sorprendernos (cumpliendo con el cometido del guión), nos deja el retroceso del primer efecto. Nos hace plantearnos finalmente hasta qué punto la suerte y la casualidad, determinan nuestro destino.

07 marzo 2006

DOCTOR DIVAGO “Revuelta Elemental” (Saimel, 2005)

Su pop es el antídoto

Ya andaba echando de menos yo la inconfundible voz de Manolo Bertrán (aquí cediendo la voz en un tema a Víctor Ortiz de Los Huracanes), y la armónica de Chumillas. Vuelven con más empaque sonoro, ofreciendo otro cancionero cien por cien “Divago”: urgente, nervioso, a veces esquemático; que sabe mimar los tiempos medios y espolvorearlos de psicodelia, resultando finalmente equilibrado. Con ese sonido intemporal, nada turbulento, más bien claro y limpio, con la voz en primer plano y la precisa apreciación de cómo irrumpe cada instrumento. Es un pop henchido de vitalidad (interpretado por una banda de marchamo new wave por la energía contagiosa que desprende, su sentido de la concisión y esa capacidad de resolución melódica, cuando la chispa del buen estribillo ya viaja en las estrofas), incontenible, irresistible y muy, muy particular sin descubrir ni mucho menos la pólvora. El mejor envoltorio para los textos que componen el mundo literario de Bertrán, siempre complejo y significativo. La elección de temas se la dejo a ustedes.

reseña aparecida en el nº25 del periódico Diagonal de Madrid

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04 marzo 2006

"Las Leyes...

« Las leyes son como las telarañas, ya que si algo indefenso e insignificante cae en ellas, lo atrapan con fuerza, pero si algo grande cae en ellas, rompe la trampa y escapa ».
(Anacarsis, Circa 600 a.c.)

28 febrero 2006

COQUE MALLA EN DIRECTO

TEATRO CALDERÓN DE LA BARCA DE MOTRIL (GRANADA)
27 DE ENERO DE 2.006


Coque Malla vuelve a girar en formato reducido, esta vez con acústica tocada con brío, de pie y casi sin pausa, y los teclados de Mauro Mieta. Sin demasiada entrada, con lo que eso conlleva de frialdad en un teatro, Malla logró con su carisma y capacidad comunicativa reducir espacios, alcanzando la complicidad de las distancias cortas. El repertorio actual tiene el mérito de conjugar sin costuras visibles (convive perfectamente un vibrante y participativo “I Want You Back” de los Jackson Five con un tema como “El Sombrero”, tan desasosegante y untuoso como el Neil Young del período 73-75) la parte más refrescante de su debut en solitario (“¿Qué será de nosotros?”, el rock´n´roll “Paula” o un memorable “Rosa´s Motel” de Las Ruedas), con los momentos sombríos e inquietantes del injustamente olvidado “Sueños” de 2.004, homenajes a Lou Reed y los Jackson, y el inevitable recuerdo de Los Ronaldos (mayor que en otras ocasiones). Excesiva carga nostálgica, a mi parecer, con temas como “Guárdalo”, “Es Verano”, “Árboles Cruzados”, con el piano abundando en la vena r´n´b del tema, y “Saca La Lengua Para Bailar”, mostrando todo el trasfondo sureño que atesora. De Lou Reed se centró en “Transformer”, recreando “Satellite Of Love”, “Perfect Day” y “Walk On The Wild Side” (impagable la irrupción en mitad de ésta del “Rock Del Cayetano” de Pata Negra), extendiéndose el halo del neoyorquino hasta la despedida con “Punto Cero”.


Crónica publicada en el nº225 de la revista Ruta 66

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21 febrero 2006

CON JOHNNY CASH EN UN CINE VACÍO

EN LA CUERDA FLOJA (“Walk The Line”) (James Mangold, 2.005)




Los biopic (Biographical pictures) suelen ser generalmente planos e insulsos, fragmentarios, truculentos y hasta interesados. Yo nunca he sentido la sensación de totalidad al ver uno de ellos (para eso parece demostrado que lo mejor es el documental bien hecho). En este caso me ocurre lo mismo, sin embargo, como contrapartida me llevo una historia intensa y emocionante de ilusiones, sufrimiento y amor. 

Esta película sobre la vida de Johnny Cash se centra en su período más trepidante cinematográficamente hablando, el más vertiginoso e inestable, desde su nacimiento en Arkansas en 1.932 hasta los días previos a su boda con June Carter, acaecida en marzo de 1.968. La historia se centra en los avatares de su relación con June, desarrollando su historia de amor y atracción, su complementariedad; y pone énfasis en señalar el difícil trato con su padre y el peso, a veces insoportable, del recuerdo de su hermano prematuramente desaparecido como desencadenantes de su carácter serio y algo torturado. Musicalmente se dejan pistas de la influencia de la vida cotidiana en sus composiciones, su amor por el gospel heredado de su madre, y sus inicios como compositor en el ejército. Los primeros contactos con Sun Records (iniciados a finales de 1.954 y culminados con éxito en las míticas sesiones de mayo de 1.955), se resumen en un solo encuentro. En él Sam Philips le plantea su desinterés por las canciones golpes de siempre y le impele a sacar una composición propia, que abre en ese mismo instante el tarro de las esencias de Cash. Esa escena tiene varios puntos de interés: la meritoria interpretación vocal de Joaquín Phoenix y lo bien que se hace con el personaje, el primer impacto de “Folsom Prison Blues” y esos versos míticos de “yo maté a un hombre en Reno sólo para verlo morir”, y el descubrimiento casi casual de su legendario sonido “Boom-chick-a-boom”, austero y espartano, con ese cortante punteo que se saca de la manga Luther Perkins. A partir de ahí se recrean las giras de la Sun (poco convincentes los intérpretes de Elvis y Jerry Lee Lewis, sobre todo teniendo en cuenta el parecido físico conseguido con los principales, incluida la primera esposa de Cash), el éxito, las fans y otra vez June (genial Reese Whiterspoon y extraordinarias sus aportaciones como cantante). De esa etapa suenan temas como “Wildwood Flower” (el clásico de la Carter Family), y eternos números de Cash como “I Walk the Line” o “Get Rhythm”. De ahí se desemboca en el deterioro físico de los primeros sesenta, su ruptura matrimonial como Vivian Liberto y la imparable adicción a las pastillas, hasta llegar al período 1965-67, su época de hundimiento. Ello se sazona con estupendas interpretaciones de “Jukebox Blues” (Whiterspoon acompañada de autoharp como June), “Ring Of Fire” (composición de June), “It Aint Me Babe” (el clásico de Dylan interpretado a Dúo) o la aparición de Shooter Jennings, haciendo de su padre (Waylon) y entonando “I´m a Long Way From Home” de Hank Cochran (antiguo compañero musical de Eddie Cochran). 

La parte final, como no podría ser de otro modo, retrata al nuevo Cash que supera el bache ayudado por los Carter, su redescubrimiento de la fe que siempre tuvo y su toma de posición al frente de su carrera, al enfrentarse con Columbia (que se lo había arrebatado a la Sun en 1.958) para que le permitiese grabar el mítico directo “At Folsom Prison” de 1.968. Por cierto, en esa reunión con los directivos de Columbia, se observa tras él una foto de la portada de “Blonde on Blonde” de Bob Dylan, casi como apoyándole; el autor de “Girl From the North Country” aparece citado en diversas ocasiones en el filme: Cash se refiere a una carta que le escribió en 1.964, la versión citada o los instantes previos a una discusión matrimonial, en los que nuestro protagonista escucha a todo volumen “Highway 61 Revisited” (demostrando así su gusto por el Dylan eléctrico). Denotando así la amistad e influencia mutua que surgió entre ambos. Esta etapa final es ilustrada por la recreación del mítico concierto en la prisión de Folsom el 13 de enero de 1.968 con “Cocaine Blues”, y el dueto final con Jude/Reese para interpretar “Jackson”. 

Más de ciento cuarenta minutos de cine y música enteramente disfrutables, con una estupenda selección de canciones y la acertada y valiente decisión de hacer cantar a los protagonistas, algo en lo que tendrá mucho que ver el responsable de la parte musical, T-Bone Burnette.

18 febrero 2006

EL DOGHOUSE “In Heat” (Andalucía Records, 2.005)

Tom Lardner, autor de todo el material propio, me recomienda en una breve nota escuchar el CD bien fuerte. Tiene razón, el rock tiene eso, el volumen activa y cohesiona resortes que de otra manera permanecerían inofensivos; y este es fundamentalmente un disco de rock, eléctrico y visceral, de sonido lijoso, simiente setentera y lúdico espíritu pub-rock. Incorpora, a pesar de ello, oportunos detalles de vientos, acústica y mandolina. El Doghouse es un proyecto de Larnerd y Richard Dudanski (baterista de PIL o Raincoats, y de aquellos 101´ers de los que despegó hacia la leyenda Joe Strummer). Residentes en Granada, continúan la fascinación por esta tierra del singular miembro de The Clash, y ahora se han decidido a publicar este trabajo, cargado de guitarras rasposas y resultados tan contundentes como liberadores. La vena Clash brota en “Seed of Narcissus”; hay épica folk en “Ridiculous” y “If You Remember Me”; rock de alto octanaje que se adensa en “Love and Hateship” o “Little Bit-a-Jesus”; medios tiempos crepusculares como “Paradigm”, y caballos desbocados (“Ball of Pain”); además de ecos hispanos inteligentemente incorporados (“Bird Of Paradise”). Cuenta también con incursiones en el swing en “Do the hound”, y una obcecada revisión de “I Wanna Be Your Dog” de los Stooges (que, ojo, no es lo más atrayente del lote). No faltan, finalmente, el aullido boggie-blues de “Shit In My Head Blues”, o la estirpe hendrixiana con la que entronca “Cat In Heat” (portentoso Julian Kanevsky). Por supuesto, el disco está dedicado a Strummer.

15 febrero 2006

LD & THE NEW CRITICISM “Tragic Realism” (Acuarela, 2.005)

Recomendado para buscadores de oro.

Por las pintas que se gastan en el libreto, parecen ese sofisticado conjunto de verbena que asaltará tu pueblo el próximo verano. Desgraciadamente no será así: volverán los mismos. LD Beghtol, colaborador ocasional de Stephen Merrit, nos regala un vibrante compendio de refrescantes composiciones de aliento pop y fuertemente enraizadas en la tradición norteamericana. Combina sabiamente instrumentos convencionales y de juguete; ukeleles, mandolinas y banjos con casios y órgano; y socorridos violines con acordeones, xilófonos o tabla de lavar. Todo para ofrecer jugosas viñetas, miniaturas que se lamentan con irresistible timbre, del honky tonk y el bluegrass, al country o el doo-wop. Fotogramas de épica, dramatismo e ironía. Composiciones que derriban todos los peros que se te ocurran como “Too Old To Die Young” o “In Blue”; y temas pop de base acústica (“Always The Last To Know”, “Definitive V2”, “Unpaid Endorsement”), asaltados por una incesante llovizna de instrumentos estratégicamente colocados.


Reseña publicada en el nº 23 del periódico Diagonal de Madrid

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11 febrero 2006

LOS EDUKADORES (Hans Weingartner, 2.004)

Película atractiva, basada en los diálogos (a veces certeros, a veces rugosamente reales, a veces panfletarios) y en cierta acción. Otra reflexión sobre el idealismo y la necesidad de cambiar el mundo, situada en este cada vez más confuso siglo XXI. Dialéctica izquierdista que bordea esa confusión con su inevitable toque maniqueo para favorecer la claridad del mensaje, que llegue nítido, sin interferencias de la compleja realidad: ricos muy ricos insoportables, injusticias manifiestas, situaciones que rápidamente se hacen con la complicidad del espectador. Frases incrustadas como pequeños y parpadeantes anuncios luminosos (un poco gastados por el uso) en mitad del camino: “el Estado apoya al capitalismo”, “Espera a salir del trabajo para soñar”. Con todo, la idea argumental es interesante y creíble (eso de allanar las casas de los ricos sin robar con el único motivo de alterar sus vidas, de hacer que se sientan vulnerables, observados), y su desarrollo ágil, sobre todo hasta el punto de inflexión que supone el secuestro. Aquí el ritmo más o menos vibrante de la película se ralentiza, se suceden planos del paisaje, de los protagonistas, silencios; y se va urdiendo cuidadosamente el efecto narrativo clave de la cinta, la gran metáfora que enfrenta a capitalismo e idealismo, que consigue hacer pensar e insufla calambre final a un filme que parecía declinar suave y placenteramente. Banda sonora eficaz y estratégica, en la que destaca una final “Hallelujah” interpretada por Lucky Jim.

08 febrero 2006

TARIK Y LA FÁBRICA DE COLORES “Sequentialee” (Mushroom Pillow, 2.005)

Emociones a poca velocidad

He de reconocer que su primer disco ocupa un lugar destacado en mi personal mitología pop. Álvaro Muñoz vuelve (por fortuna recuperando el castellano), depurando y enriqueciendo ese pop de innata elegancia que le ha acompañado siempre; con su lado oscuro y su punto retro. Un sonido tan clásico como pleno de personalidad, comandado por guitarras claras y sobrias, de pausado fulgor; envueltas en cierta placidez en su convivencia con órgano o melotrón. El CD se abre con temas que desprenden clase y frescura como “A Balón Parado”, adornado con coros a lo Beach Boys, “Oyendo Canciones”, que por momentos toma la cadencia de Family, y algo tan irresistible como “Porque es Domingo”; y termina con la singular “Sé que algún día”, acústica y tempestuosa. “Algo que cae como la lluvia” enlaza al primer Tarik con The Jesus & Mary Chain; y virutas psicodélicas surgen de la chispeante “Wasted Song” mientras Álvaro se sumerge gozoso en los laberintos de lentejuelas de Bacharach (“I Forgot the Lyrics”). La única versión corresponde a una concienzuda e intensa “Cinnamon Girl” de Neil Young.


Reseña publicada en el nº 23 del periódico Diagonal de Madrid

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05 febrero 2006

OBABA (Montxo Armendáriz, 2.005)

La película traslada fielmente el espíritu del libro del que parte (“Obabakoak” de Bernardo Atxaga). Equilibrada, queda a medio camino entre la evocación pura y el rastreo de un mundo peculiar, espolvorea algo de magia sin alcanzar a ser mágica y cuando lanza un zarpazo no desgarra, se diluye en el remanso general. Además, cuando despliega una segunda lectura (la leyenda de los lagartos), no termina de lograr el susurro de un buen misterio. Más bien, lo que queda es una esmerada panorámica general de sensaciones, contempladas a través de las distintas historias; una reflexión agridulce acerca de la vida en las aldeas, del destino de las personas y de los sentimientos que permanecen arraigados muy dentro de cada cual. Me gusta la atmósfera general, tan habitual en el director navarro, plana pero convincente en su inercia narrativa sin turbulencias; y, sobre todo, el hallazgo de que la nostalgia afecte (paradójicamente) a la protagonista más que a nadie. Creo que a esta película le sobra literatura y le falta capacidad de sugerencia. Las historias que subyugan, generalmente dejan cabos sueltos que seducen al espectador, espacios vacíos que éste tiene que llenar. Aquí, tras la palabra Fin, todo queda explicado y archivado, y lo que no, se acaba olvidando.