15 abril 2016

MENSAJE EN UNA BOTELLA (32)

ANTONIO FERNÁNDEZ FERRER “Monodiálogos frente al espejo” (Editorial Nazarí, 2016)

El granadino Antonio Fernández, profesor y maestro de tantos, músico, ensayista y poeta de largo recorrido, se acerca esta vez al relato corto partiendo de una idea que empezó a tomar cuerpo en su blog personal, hasta crecer lo suficiente como para exigir un tratamiento más meditado.

“Monodiálogos frente al espejo” es un libro positivo, aunque no por ello cómodo o exento de sustancia ni de capacidad de denuncia. En él conviven de forma natural la sencillez, el guiño cómplice y el análisis. Se valora el paso del tiempo, el significado de las cosas; y se celebra el placer de lo cotidiano, de los pequeños detalles que nos acompañan, que nos modulan con su modesta y tranquila presencia. Creo que Antonio se ha divertido escribiendo este libro, recopilando anécdotas, pequeñas situaciones; anotando consideraciones sobre música o literatura, y sus procesos creativos; u ordenando las reflexiones a que nos empuja el paso de los días en esta España dominada por el absurdo, unas veces tan dramática y siempre tan difícilmente explicable. El humor, la ironía o la mordacidad, son ingrediente común de estos monodiálogos, o breves intercambios de opiniones entre el autor y su alter ego. Ese otro yo situado al otro lado del espejo que le complementa, culminando su personalidad; que sirve tanto para sacar a relucir sus dudas como para reafirmar de sus posiciones. Así, mediante textos breves estructurados en forma de diálogo consigo mismo, el autor pone en liza dos puntos de vista sobre los temas de siempre, o sobre otros desarrollados al filo de actualidad política y social, y que, habitualmente, no son más que el reflejo de los temas de siempre. Esos puntos de vista que juegan al tenis en nuestras cabezas en no pocas circunstancias.




Los textos, de amenísima lectura, están cuajados de buenas observaciones, decantados con la lucidez que sólo proporciona la experiencia de quien pasa por la vida observando con mirada clara el mundo que le rodea. En muchos de estos monodiálogos, asistimos a un interesantísimo intercambio de ideas; y somos testigos de la evolución del pensamiento del autor, dentro de un conjunto en el que la concisión es virtud. Un libro que, afortunadamente, se niega a ser el típico texto de autobombo tan común por estos lares. 

11 abril 2016

PESCOZÓN

El niño miraba la televisión sentado en el añoso sofá de la casa de sus abuelos. Tenía puesto el pijama de “Star Wars” que le había elegido su padre, y combatía el frío que rodeaba la mesa camilla con una mantita que su abuela le había echado por los hombros. Llevaba dos días allí porque sus padres habían tenido que viajar a la capital. Él no comprendía por qué no había podido acompañarles, por qué razón tenían que ir los dos, y dejarlo solo. Cuando lloró y pataleo ante la noticia de quedarse al cuidado de los abuelos durante unos días, su madre perdió los nervios y le dio un pescozón que le estuvo escociendo hasta que se quedó dormido. Cada vez que lo recordaba, se pasaba la mano instintivamente por la parte posterior de la cabeza. Ante su insistencia en acompañarles o en que no le dejaran solo, su padre le llamó egoísta, consentido, caprichoso y algo terminado en “céntrico”. “Soy céntrico, como el quiosco del tito”, llevaba horas con ganas de decirle a su abuela, que no hacía más que mirar el reloj. Su madre se tiró de los pelos, dijo que era una desgraciada, que siempre había sido una desgraciada, que nadie la quería, que nadie pensaba en ella; lloró, le dio una patada al frigorífico, chilló y finalmente vino lo del pescozón. Sus padres terminaron discutiendo entre ellos, diciéndose cosas que no acertaba a entender; se encerraron en la habitación y gritaron durante un buen rato mientras él permanecía en camiseta en el comedor, empezando a sentir frío y con miedo de coger la tablet, que al final de la noche terminó junto a su cargador en la maleta familiar. Sus padres se fueron al amanecer, estaba oscuro todavía. No había ni siquiera coches en la calle cuando su abuelo lo condujo hacia la parada del autobús, y apenas pasó gente mientras lo esperaban. El abuelo llevaba un bolso con su ropa y él una mochila atiborrada que le había preparado su madre recién levantada. Pesaba mucho, y no dejaba de pensar en la cantidad de juguetes que ya no le interesaban que su madre había embutido ahí. El tiempo pasaba lento sin la los juegos de la tablet, sin el rato en el parque de después del colegio. Su madre llamaba a la abuela cada dos por tres y ambas reían, chillaban y daban saltitos, luego hablaba con él y le contaba cosas que no acababa de entender entre gritos, risas y prisas. Aquella noche miraba la televisión en silencio tras cenar las tortitas que le había preparado su abuela. La manta antigua, dura, con el olor acumulado de toda una historia familiar lo envolvía y le daba calor. El abuelo fumaba en el balcón, paseando lentamente y mirando el paisaje como si calculase sus dominios. La tele de los vecinos se oía a través de la pared, estaban viendo lo mismo que ellos, y los anuncios se escuchaban con un ruido doble que le llamaba la atención. En el bloque de enfrente, al otro lado de la estrecha calle, los vecinos miraban la misma cadena también, ya que en su televisión salía el mismo anuncio. Cuando comenzó el programa su abuela le zarandeó y besó presa de los nervios, y acto seguido golpeó la puerta del balcón para que el abuelo regresara mientras gritaba “el concurso, el concurso”. En la pantalla, el público aplaudía y el presentador corría y abría los brazos. De pronto sus padres aparecieron. Papá afeitado y con un peinado nuevo, mamá pintada. Ambos sonriendo con sonrisas desconocidas. Entraron corriendo, de la mano. Hacía tiempo que el niño no los veía cogidos de la mano, y mucho menos corriendo. Se colocaron tras unas pantallas parecidas a su tablet, pero algo más grandes y un poco más delgadas. Saltaron. Dijeron unas palabras como mágicas que sus abuelos repitieron al unísono. Se volvieron hacia el público con los brazos en alto, luego se fueron girando, agachados, hasta unir trasero con trasero y restregarse los culos; finalmente, cambiaron de posición hasta rozarse las narices y palmearse el uno al otro los muslos, sin dejar de menear el culo. 

23 marzo 2016

MENSAJE EN UNA BOTELLA (31)

ENRIQUE BONET “La araña del olvido” (Astiberri, 2015)

"La araña del olvido" de Enrique Bonet consigue que, conforme se avanza en la lectura, el pasado arda entre nuestras manos mientras va dejando un poso helado en el fondo del alma. Imperan un tono sombrío, un olor a cerrado, que inundan hasta el último rincón. Un frío que no se termina de vencer. Se escucha el gotear constante del miedo, de la incertidumbre. Se percibe en la expectación de las miradas y en la facilidad con que éstas se agrietan y desvían, en los silencios, en las emociones amordazadas; en las excusas, las dudas, la desconfianza generalizada. Revolotea en la profundidad de los espacios, en la quietud de las estampas de una ciudad varada que se deja remolcar con los ojos cerrados y los oídos tapados. En las mentiras de peces que boquean para sobrevivir en un estanque pútrido, terminando por creer sus propias mentiras. Bonet subraya, con el ritmo con que modula los acontecimientos, con su distancia y contención, esa amenaza latente. Tan eficaz que los restos de su naufragio llegan hasta nuestros días, hasta el temor a indisponerse con el poder (o con el posible poder) que aún nos atenaza de alguna manera.



Estamos ante una indiscutible muestra, otra más, de ese poder único del cómic (aunando el escenario mental que la lectura nos permite recrear, con el poder de las imágenes, en este caso, escrupulosamente escogidas) para adentrarnos en cualquier circunstancia histórica, en cualquier peripecia, a cada cual por nuestro propio camino. 

18 marzo 2016

ENTREVISTA PACO CANO

PACO CANO “LA MIRADA DEL SABIO”



Paco Cano es el propietario de Subterránea Cómics Discos (C/ Horno de Abad, 12, frente a Planta Baja), una de las tiendas de referencia en Granada en lo relativo a cómic, literatura rock y discos de vinilo. Al acceder a este lugar especial para tantos granadinos, refugio del mundo, lugar de encuentro habitual de músicos, escritores y dibujantes, uno se siente flotar en la vibrante intersección entre la solidez de los  clásicos más incontestables y el resplandor de la actualidad más palpitante; representados en estanterías con vida propia, repletas de un sorprendente, variadísimo y suculento fondo de elepés, tebeos y libros. Paco te recibe afable, sin agobios. Él sigue a lo suyo mientras tú curioseas y buscas con calma. Una vez solicitas su consejo, no se le pone cara de querer venderte lo que sea. Escucha con paciencia, razona sus recomendaciones, advierte, despliega su magisterio, conversa, compara; establece relaciones y da explicaciones que enriquecen tu punto de vista, ya busques cómics, discos o libros. La mirada del sabio es amplia y honesta, y eso es una garantía para cualquier aficionado en estos tiempos laminadores de consumo teledirigido e inmediato.



Empezaremos la conversación con una pregunta sencilla ¿Cuál es el estado actual del cómic?

Es bueno. Se publica más que nunca en nuestro país y el nivel de nuevos y no tan nuevos autores se me antoja mejor que nunca. Eso sí, industria del tebeo sigue sin haber en España, en el sentido de que para dedicarte plenamente a dibujar historietas tienes que mirar para editoriales de fuera.

¿Cómo se inició tu afición a los tebeos?

No lo recuerdo, supongo que siempre ha habido un tebeo rondando por mi casa. Como ya tengo una edad, en mi niñez era un entretenimiento común. Aparte de una franja horaria infantil en la tele bastante reducida y estar tirado en la calle jugando con balones, canicas, palos y piedras, era lo que había. Yo me limitaba a devorar con avidez todo lo que caía en mis manos.

Háblanos un poco de tus autores favoritos y qué destacarías de cada uno de ellos.

Jaime Hernández: una capacidad de síntesis abrumadora. Sus personajes son tan creíbles que casi te parece haberte cruzado por la calle con alguno. Dibuja a las mujeres de forma excepcional: cuando son jóvenes con sus atractivos y cuando son maduras con sus decadencias.
John Romita Sr.: el más elegante de los dibujantes Marvel. Es mi magdalena de Proust cada vez que veo un Spiderman o una Mary Jane o un Duendecillo Verde dibujados por él. Aunque igual podría decir lo mismo de John Buscema y su Estela Plateada, o Dan Barry y su Flash Gordon…
Robert Crumb: el dominio del dibujo y el exceso.
Charles Burns: la línea clara más oscura de todos los tiempos.
De mis descubrimientos recientes, aunque tiene su tiempo, está Walthéry y su personaje Natacha: dibujo virtuoso, caricaturesco pero más cerca de lo habitual al realismo. De la escuela franco-belga también me gustan casi todos los clásicos: Franquin, Uberzo, Morris, Tillieux… y guardo un recuerdo muy fuerte del Yves Chaland, continuador de todo esto en los ochenta. Por desgracia murió joven y nos quedamos con las ganas de ver su evolución. De la nueva ola francesa más reciente destacaría a Sfar, Blain y David B.
Más europeos: Moebius-Giraud, Tardi, Loisel.
Españoles me gustan muchos pero no voy a hablar porque también hay amigos entre ellos. De generaciones anteriores están Raf, Coll, Jordi Bernet, Figueras
No me pidas explicaciones, son querencias y no sirvo para analizar los porqués.

Paco Subterránea.


¿Te imaginaste alguna vez regentando una tienda de estas características?, ¿qué supone para ti?

Estoy en esto de rebote y después de haber superado el tener muchas dudas sobre su viabilidad o mis habilidades para llevar un negocio de este tipo. Igual no soy muy bueno, porque no gano mucho, pero cada día me alegro más de mi decisión, por todo lo bueno que me aporta, por la gente tan afín que he conocido y que de otra forma no hubiera conocido. Y no me refiero sólo a los artistas.

¿Cómo han evolucionado los tebeos en lo referente a edición, calidad, temática, etc. desde tus tiempos de consumidor adolescente?

En mi adolescencia ya empezaban a verse todas las tendencias que se han impuesto hoy. Ahora están más desarrolladas. Hay más editoriales, se publica mejor y hay más especialización temática entre ellas.

¿Qué va a encontrar en Subterránea alguien que entre por primera vez?

Tebeos y discos, sobre todo, y buena disposición por mi parte.

¿Qué tipo de cómic  resiste mejor el paso de las modas, crisis y demás?

Eso ya se verá. Yo diría que los de género, los que siguen un patrón en mayor o menor medida y que, bien utilizado y con la suficiente calidad por parte de los autores, sirve de vehículo para hablar de todo. Mis querencias van por la serie negra o policiaca, el western y los de aventuras. Quiero creer que estos géneros se mantendrán ahí siempre. Me encantaría ver buenas comedias o tebeos divertidos, pero eso no abunda, son más difíciles de hacer bien y que su humor no tenga fecha de caducidad.

Con Víctor Coyote.


¿Cuál es el mejor personaje de cómic en tu opinión de lector experimentado?

Spirit. Fue la respuesta de Will Eisner a los superhéroes, pero no deja de ser una excusa para hablar de cualquier tema que le apeteciera a su autor, dejándolo incluso de lado en muchos casos.

¿Qué ha supuesto la emergencia de la denominada novela gráfica para el cómic? ¿qué te parece el término? ¿Qué tres novelas gráficas te parecen imprescindibles?

El término, con la acepción que tiene hoy, me parece bien, si sirve para vender tebeos y que la gente se acerque sin prejuicios a estos. En realidad es un eufemismo por las connotaciones negativas que otros términos, como tebeo o cómic, tienen para la mayoría de los mortales.
A día de hoy: From Hell, Agujero Negro y El corazón coronado. Bien mirado, el tercer título es un integral que en principio se editó como varios tomos, y novela gráfica se entiende como un tebeo hecho en un solo tomo. Visto así nos perdemos grandes novelas gráficas que no son novelas gráficas, como casi toda la obra de los Hernández Bros., Blueberry, Spirit, Érase una vez en Francia, casi todo Tardi, casi todo Robert Crumb, Jim Cuttlas, Magasin General, Sandman, Scalped, Transmetropolitan, Lincoln, Blacksad y un larguísimo etc.

¿Notas renovación generacional entre los lectores de tebeos y los consumidores de discos?

Por lo que veo en mi tienda, poca. Somos mayoría los canos calvos.

¿Qué distingue al consumidor habitual de tebeos de los de otras manifestaciones artísticas?

Los tebeos son una opción de ocio propia, personal, no mediatizada por nada ni por nadie; incluso siendo una afición mal vista por un amplio sector de la sociedad.

Vinilos, siempre en primer plano. 


¿Tiene el cómic una forma de contar particular en relación con otras formas de expresión artística?, ¿en qué consiste?

Hay una serie de aspectos que bien manipulados ofrecen infinitas posibilidades de expresión: el diseño de página, el uso de la elipsis, mezclar épocas o recrear las que pasaron, inventar mundos, incluso la ruptura de las normas si no se abusa y es legible… todo eso puede servir para contar las cosas de forma única.
Hoy en día el cine también puede mezclar mundos o recrear épocas pasadas con el uso de los efectos especiales de muy diversa índole, pero siempre las historias y los argumentos serán más conservadores porque para su financiación tiene que llegar a un público lo más amplio posible.

¿Qué recomendaciones tienes para iniciar en la afición al cómic a los pequeños lectores?

Una asombrosa aventura de Jules, de Émile Bravo; Bone, de Jeff Smith; Calvin y Hobbes, de Bill Watterson. También podría servir cualquiera de los grandes clásicos americanos, europeos o japoneses.

Recuerdo hace años lo difícil que nos resultaba acceder a biografías, ensayos o literatura relacionada con el rock. Hoy, sin embargo, asistimos a una auténtica saturación, entre la que a veces es complicado distinguir el grano de la paja. ¿Qué libros relacionados con el rock recomendarías, y qué músico consideras mejor escritor?

Casi cualquier grupo o estilo musical tiene su libro escrito con una calidad decente, así que recomiendo los que se acerquen al gusto de cada cual.
En cuanto a músicos, de los que he leído, me quedo con el de Kim Gordon, La chica del grupo o el Postales negras de Dean Wareham. Son libros muy bien escritos y con cosas muy interesantes que contar de primera mano. Mis gustos actuales van hacia el humor y la diversión, con estas características quien parte la pana es nuestro Víctor Coyote con su Cruce de perras y el gran Ian Svenonius, con Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock.

Subterránea por dentro. 


Además de tu labor en Subterránea, también te has involucrado en la financiación de diversas ediciones discográficas en vinilo: Guadalupe Plata, Varaverde, Carne… Quisiera saber qué recuerdos tienes de aquel primer lanzamiento de los actualmente muy reconocidos Guadalupe Plata, y si hay algún próximo proyecto en este sentido.

El recuerdo es muy bueno. Estoy muy orgulloso de haber ayudado a que empezaran a andar. De todas formas esto de sacar discos es algo mínimo para que un grupo funcione, el trabajo duro lo hacen ellos pateándose mil garitos de la península e incluso de fuera de ella. Sigo disfrutando mucho de sus discos y de sus directos, son buenísimos. Varaverde también eran muy buenos, pero apenas tocaron después de sacar ese disco y se nota, sobre todo en mis estanterías. Carne han colocado su parte y queda casi toda la nuestra. Estoy deseando verlos por aquí otra vez, me gustan mucho.
Proyectos futuros no hay. Tenemos que ponernos de acuerdo dos personas, eso es más fácil que si se trata de un grupo más numeroso como fue lo de Granadina de Prospecciones Sonoras. Pero no es nuestro trabajo, no estamos pendientes de descubrir la última sensación ni de publicar a toda costa. Las veces que hemos sacado algo ha sido casual y porque nos gustaba mucho hacerlo a los dos socios. Si pasa otra vez se hará y si no mejor para mis estanterías.

¿Crees que el vinilo ha vuelto para quedarse?

Me gustaría decir que sí. Los últimos acontecimientos me hacen dudar. Ya tenemos aquí  a las multinacionales otra vez reeditando a cascoporro y los precios están subiendo.
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De la inmensidad de reediciones en vinilo a la que estamos asistiendo en los últimos años, ¿Cuál te parece la mejor y por qué?

La caja de Décima Víctima, editada por Munster. Trae inéditos y todo lo publicado en su momento. Y cuesta poco comparado por lo que se pide por cada original de ellos.
Me gusta que se recuperen esos discos que se quedaron en el limbo o que no se llegaron ni a editar; por ejemplo: la recuperación de grabaciones de Las Chinas o Ataque de Caspa, y encima estos últimos resucitando y sacando un disco maravilloso. Creo que las reediciones que más me gustaría ver no van a salir, o no de la manera en que yo las imagino. Sería maravilloso ver un cajetón con muchos vinilos, cds y libros de Vainica Doble, recuperando todo lo recuperable de sus grabaciones, textos e imágenes, y coeditado entre Fulgencio Pimentel y Elefant. U otro con todo lo de 713avo Amor. Seguro que aunque se hagan no se hará como debería; o sí, ¿quién sabe?



Entrevista publicada en el nº4 de la revista "Lugares Comunes".
Fotos: José A. Albornoz. 


13 marzo 2016

NIEVE ROSA

La niña duda a la entrada del parque y su madre le empuja levemente, con los cinco dedos de su mano derecha separados mientras sostiene su móvil de funda rosa entre el hombro y el cuello. Su boca gesticula y su sonrisa se muestra brutalmente irónica, agria, lacerante. Restos de carmín parecen haberse estrellado contra sus paletas ocres. Casi todos los columpios están ocupados, y la pequeña se planta sin saber qué hacer ante un solitario trampolín circular colocado en el suelo del parque. La madre, tomándola de la mano, la obliga a colocar los pies en él mientras interrumpe su conversación telefónica para anunciarle con aspereza que es tan tonta como su hermano. La madre vuelve a marcar exhalando vapor y humo de tabaco. Hace frío, el cielo está completamente blanco. La niña mueve los pies sobre la superficie elástica, inspecciona el terreno, mira a su alrededor, trata de saltar precavida, elevándose mínimamente. Los bracitos se afanan en preservar su equilibrio. Lleva unos excesivos zapatos color beis, leotardos y guantes rosas, una faldita de cuadros, un grueso jersey también rosa y su pequeño anorak, del mismo color. Salta apenas, voluntariosa, frunciendo levemente la boca, esbozando reflejos de sonrisas ante sus casi inapreciables progresos. La madre recorre pegada a su teléfono el parque infantil cortando el aire con su antebrazo izquierdo, que parece haber iniciado una revolución por su cuenta. Alguien al otro lado no la deja hablar. Ella suspira, pone los ojos en blanco, chasquea la lengua, mira al resto de niños y madres con una mezcla de indiferencia y hartazgo. La pequeña, sola, a su aire, da vueltas sobre sí misma; hace tembloroso amago de salir del trampolín colocando un pie en el borde pero se arrepiente y regresa a su posición inicial, saltando levísimamente, más bien poniéndose de puntillas, moviendo la cabeza a la vez que sus rizos castaños. Mientras la madre espeta encorvando su cuerpo “Papá, me prometiste que ese dinero era para mí”, ella grita mamá repetidas veces, elevándose de manera cada vez más apreciable, consiguiendo saltar rítmicamente mientras los copos de nieve se van posando en sus hombros, sobre su cabello atravesado de horquillitas. Las madres empiezan a abandonar el parque en todas las direcciones protegiendo a sus hijos, colocándoles gorros y bufandas, abrochándoles sus chaquetas. La nieve se precipita golosa y copiosa, y el rosa se eleva cada vez más y más alto, subiendo y bajando acompasadamente, orlado de blanco, empapándose, brillando en su soledad. Gritando mamá, mamá, mírame mamá, mientras la madre aparta la nieve de la pantalla de su móvil con un cigarrillo recién encendido entre los labios que se mueve como si hubiese iniciado una revolución por su cuenta. 

16 febrero 2016

MENSAJE EN UNA BOTELLA (30)

CARLOS ZANÓN “Yo fui Johnny Thunders” (RBA, 2014)



Cuando adquirí “Yo fui Johnny Thunders”, el libro me quemaba en las manos. Ya sabía por amigos que no era una novela centrada exclusivamente en el mundo del rock. Me habían dicho que éste discurría de manera paralela al argumento principal, que lo usaba como punto de partida o como marco de la trama, qué sé yo. Algo de eso hay, desde luego, pero, una vez terminada la lectura, la sensación que queda, sobre todo para quien ha crecido escuchando discos de Rock and roll, es que su espíritu empapa cada página; que ese cúmulo de sensaciones, ese constante estado de expectación, esa emoción inasible que se expande, ocupándolo todo, en una etapa concreta de la vida, es trasladada de forma absolutamente certera. Con mi ejemplar en la mano, me dirigí a una cafetería cercana en la que leí las primeras cincuenta páginas. El inicio fulgurante, la disposición de la estructura de la novela que se va asentando. Zanón tiene eso, una vez que te ha atrapado, volver a la realidad cuesta, requiere un salto preciso para aparcar momentáneamente todas esas posibilidades abiertas de par en par. Todos esos personajes que comienzan a crecer arrastrados por la corriente.

Y es que el misterio de sus novelas siempre brota del pozo insondable de sus personajes, de lo que se cuece en sus entrañas, de la nube tóxica de sus circunstancias. Del escenario tangible de esa cotidianidad que lo impregna todo, llena de puertas traseras que están siempre a un paso y se abren a precipicios; que llueve ponzoñosa, desfigurando y humanizando dolorosamente todos los arquetipos de la novela negra, sin que su corazón, lleno de calles estrechas y barrios obreros, deje de latir siempre al mismo e inexorable ritmo.  En las novelas de Carlos Zanón la trama avanza sin resquicios. El autor no te lleva de la mano hacia lo que debes pensar, más bien te empuja, te hace tener los ojos bien abiertos; te obliga a deglutir, no digiere por ti.



Su prosa es seca, pero no plana. Tan estruendosa como sigilosa. Rechina, sueltas chispas, engarza frases lapidarias; muestra inesperados espejos al lector. Lanza metáforas como obuses, o afiladas tal que agujas. Puede ser tan desabrida y brutal como las vidas y situaciones que retrata. Angustiosa, es capaz de desarrollar una plasticidad que le permite colarse por lugares muy estrechos de negro palpitar. Filtra imágenes perdurables, devastadoras; desarrollando e insertando una profunda mirada social desde la dura epidermis de la calle. Decanta un lirismo amargo, esta vez atravesado por la exacerbación de sentimientos y evocaciones que aporta el Rock and roll.

Sus descripciones, siempre ágiles, saltan del fondo de los cerebros al centro de los corazones, de la violencia más real al sexo más inmediato. Saben reducir la velocidad para respirar hondo y acariciar los detalles. Se muestran suficientes, sin desbastar, sacadas a tajo de la realidad. Bordeadas de mordacidad, rabia, humor vitriólico, ternura y agotamiento.


Carlos Zanón vuelve a ofrecernos una historia arrebatada, en constante in crescendo. El autor juega con el acelerador pero, como siempre, cada vez lo pisa más fuerte. No ahorra, no especula. Y, ya sabes, la trama la tienes que vivir tú, querido lector. 

22 enero 2016

TUVO MALA SUERTE

Esta mañana me ha sobrecogido profundamente la lectura a través de la prensa de la carta en la que Diego, un niño de once años sometido a acoso escolar en su colegio, se despidió de su familia el pasado 14 de octubre, antes de decidir poner fin a su sufrimiento lanzándose por la ventana de la cocina de su casa, situada en una quinta planta. Lo primero que pensé es que tuvo mala suerte.

Tuvo mala suerte. Parece ser que no había indicios. Miedo me da imaginar por todo lo que debe pasar un alumno en la Escuela Española para que alguno de esos profesionales que pasan centenares de horas con él al año atisbe algún indicio. Además, ya sabemos que eso de los indicios no es para nosotros, que tendemos a arreglarlo (o taparlo) todo a posteriori.

Tuvo mala suerte. Nadie se fijó en que estaba siendo acosado por algunos de sus compañeros. Nadie cayó en la cuenta. Nadie vio nada fuera de lo normal. Nadie prestó demasiada atención a lo que ocurría en el recreo; los chavales, ya se sabe. Y es que esas cosas hay que detectarlas, generalmente el acosado calla y tira para adelante con su dolor, hasta que no puede más. O bien nadie creyó necesario hablar con sus padres. O a nadie se le ocurrió poner el caso en conocimiento de la dirección del centro, o de la inspección. O nadie pensó que podría ser positivo reunirse con los padres de los maltratadores, hacerles partícipes de la situación, involucrarlos en su solución. Todos estaban muy ocupados pensando únicamente en sí mismos.

Tuvo mala suerte, porque hay profesores que sí se fijan en esas cosas y son lo suficientemente sensibles y profesionales como para actuar con diligencia. Pero a él no le tocó ninguno de éstos. Ya se sabe, son una caja de sorpresas estos docentes. Te toca lo que toca.

Tuvo mala suerte porque mientras que no haya denuncia por parte suya o de sus padres por lo visto todos se lavan las manos. Qué cargantes estos niños que tienen algo que los hace diferentes, o no tienen madera de líder, o les falta aguante, o no son carismáticos, o no saben recurrir a la violencia para imponerse en clase. Qué fastidio tener que remover el agua de nuestro estanque feliz. Qué pesadez interceder por ellos para sacarles las castañas del fuego y complicarse uno la vida. ¿Qué hora es?

Tuvo mala suerte por vivir en una sociedad que ha llegado a tal grado de podredumbre moral que tiende a culparse a sí misma de todos los males, diluyendo las responsabilidades concretas entre expedientes rutinarios, burda palabrería y vergonzosas declaraciones de intenciones.


Y es que considerar el acoso escolar como un problema secundario, o aceptar implícitamente como parte de la formación natural de los niños el hecho de que se tengan que buscar la vida como puedan cuando sufren maltratos o vejaciones por parte de otros compañeros de colegio, es síntoma evidente de hasta qué punto nos cuesta conformar una sociedad democrática, que no es otra cosa que saber y querer convivir. Y convivir no es simplemente tolerar al otro, es ser responsable, cumplir con las obligaciones, pensar en cómo pueden repercutir en el resto nuestras acciones u omisiones. Sentirse parte de algo. Seguimos abrazando la mezquindad como modo de actuar en la vida: sólo levantamos la voz ante lo que nos beneficia personalmente de algún modo, ya sea política o económicamente, lo demás lo relativizamos u obviamos. Sobrevivimos, no convivimos. Por eso estamos languideciendo como proyecto de sociedad en común. No se trata de no saber convivir, es simplemente que no interesa. Insultamos a los que no piensan como nosotros, emborronamos la realidad, manipulamos por definición, mentimos con descaro, pero, sobre todo, hemos desarrollado una capacidad única para mirar hacia otro lado. 

13 enero 2016

ENTREVISTA RAÚL BERNAL

RAÚL BERNAL “LA PROFUNDA HUELLA DEL AMOR Y EL COMPROMISO”

Hace unos dos años, el murciano afincado en Granada Raúl Bernal hizo público un particular manifiesto. Allí declaraba su proyecto musical (Jean Paul), fuera de la inercia del mundo de la música y sus tejemanejes, exponiendo claramente sus decisiones al respecto. Se trataba de un texto realmente alternativo, lúcido, comprometido con su amor por el arte de hacer canciones; sin egolatría ni soflamas que lastraran su contundencia. Ocho años antes de ese escrito, conocí al multiinstrumentista Bernal como nuevo teclista del grupo de José Ignacio Lapido. Allí estaba, situado a la izquierda del escenario, generalmente de perfil, su melena envuelta en humo, enriqueciendo y subrayando el poso clásico de una música intemporal. Sus dedos atacaban las teclas con decisión, pero había mucho más por descubrir. A partir de 2007 comencé a seguir con interés la evolución de Jean Paul. El teclista, bien afianzado en los estribos de sus referencias musicales y literarias, ahora hundía y apretaba los dedos en la tierra fértil de sus propias composiciones, arrastrando su voz mate por un relieve musical que es piel a medida de un discurso imbuido de poesía; ofreciendo canciones inagotables, de esas que saben marcar su terreno y con sus dedos pulsar al oyente. Espacios cerrados y turbulentos, crepusculares, poderosas imágenes panorámicas; evocación, reflexión acaso dolorosa, amor, ironía, desnudez, destellos de luz. De todo esto y mucho más nos habla Raúl Bernal.



¿Cuándo tuviste claro que querías dedicarte por entero a la música?

Comencé a escuchar discos de forma consciente cuando tenía unos seis años, y me encantaba. A esa misma edad aprendí a poner vinilos en el tocadiscos de mis padres. Algo más tarde comencé a estudiar música, con ocho años. Acabé la carrera de piano con veinticuatro, toda una vida. No era muy consciente de estar estudiando una carrera por entonces. No sé si alguna vez tuve claro que quería ser músico, lo que sí recuerdo claramente es el momento en el que me di cuenta de que me había convertido en músico, y me sentí realmente feliz en ese momento. Rondaría los quince años. A esa edad comencé a tocar en grupos de rock hasta ahora, en ese momento salto la chispa.

Háblanos de los teclistas o músicos en general que más influencia han tenido sobre ti y por qué.

Hay dos teclistas que han tenido una gran influencia sobre mí y sobre mi forma de tocar, para mí son mis ídolos desde que era muy joven, uno es Ray Charles y otro es Richard Manuel. A Ray Charles lo he estudiado mucho y tomado prestado algún que otro truco. De Richard Manuel intenté absorber su suciedad equilibrada, no es un grandísimo pianista, pero tiene mucho corazón.
También me han influenciado mucho Dylan, Dr. John, Tom Waits, Nick Cave, Cohen, Young y un largo y extenso etc…

¿Cuáles fueron tus primeras referencias como compositor, las que te empujaron a escribir canciones?

Antes de descubrir a Cohen y volverme loco con sus canciones empecé a escribir pequeños bocetos que se asemejaban a canciones, un tanto oscuras y con poca estructura, a modo de ensayo, frustrante en muchos de los casos. Me empapaba de los discos que tenía por casa: Beatles, Simon and Garfunkel, Bee Gees, Stevie Wonder…pero no me enteraba de lo que decían las letras. Hasta que escuché a Serrat, pero era la música que les gustaba a mis padres, por lo tanto huía un poco de ella, ahora me fascina. Lo que realmente me golpeó duro y me hizo querer hacer canciones como esas fue el disco “Dragón Negro” de Esclarecidos. Entendía las letras, me encantaba la música y tenían un halo de tristeza y esperanza a partes iguales que me emocionaba. Hoy en día sigo escuchando ese disco y me sigue fascinando como la primera vez.

¿Qué canciones o libros te han facilitado mejores herramientas para tratar de comprender el mundo que te rodea?

Ha habido muchas canciones y muchos libros que me tomé demasiado en serio y cambiaron mi forma de pensar e incluso me llevaron a tomar decisiones importantes. La Generación Beat fue muy importante para mí en la adolescencia, también Rimbaud y Borges, Capote, Rilke, Dylan, Cohen, Waits…
Han sido muchísimas canciones y muchísimos libros, ahora intento que no me afecten tanto, no me los tomo tan en serio, he crecido y no es que ya no crea en ellos, sino que la vida ya no la vivo de una forma tan literaria como intentaba hacerlo antes.

De entre tus músicos favoritos, ¿cuál de ellos gestiona mejor los silencios?

Sin ninguna duda, Shostakovich.



Supongo que estarás al tanto de los últimos libros que, han aparecido diseccionando todo aquello de la escena indie de los noventa y la actitud que mostraba ¿Qué opinas acerca del compromiso político de los músicos? ¿Es reprochable crear sin incidir en la realidad social?

Intento estar al tanto de todo cuanto sale sobre música que me interesa. No dejan de parecerme oportunistas muchos libros que han aparecido sobre el indie y demás, nos venden la heroicidad de todo aquello y novelizan demasiado lo que realmente fue, una lucha contra lo establecido y la aparición de una escena y una forma de ver la vida y la industria propia, nueva. Todo se engrandece pero ya te dije antes que no me lo tomo todo tan en serio como tiempo atrás. No creo en tantas cosas como antes.
En cuanto al compromiso político me parece de ley mezclarlo en tu obra y también no hacerlo. No es reprochable ninguno de los casos. Pero sí hacerlo sin elegancia. Gandhi o el Ché…yo elijo el primero.

¿Puede considerarse tu estancia en Grupo de Expertos Solynieve como tu principal acercamiento al público indie?

Dudo que exista un público indie. Creo que es una moda, algo así como tatuarse símbolos sin saber qué significan. Existe un público que va a salas y otro que va a festivales. También dudo que gran parte del público al que se le denomina indie sepa realmente qué supone que un grupo sea indie.

¿Han cambiado en algo las condiciones que te empujaron a publicar aquel manifiesto de 2013, referido a las actuaciones en directo de Jean Paul y sus lanzamientos discográficos?

No han cambiado nada, sigo pensando exactamente lo mismo, por eso hago giras tan extensas y tengo este éxito atronador.

Los cambios sustanciales acaecidos estos años en el negocio de la música (caída de ventas, internet, posibilidades de autoedición, etc.) ¿han supuesto en algún momento un cambio real de las reglas de juego?

Las reglas del juego cambiaron hace bastantes años. Bajo mi punto de vista desde que el gobierno de nuestro país hizo campaña en contra de los músicos y los artistas que nos buscamos la vida como buenamente podemos todo empezó a irse a la mierda, la subida del I.V.A. es una treta para acabar con los que podemos hacer revoluciones hoy en día. La música es muy poderosa y lo saben, están acabando con ella y con toda una profesión muy digna y cruda que da trabajo a mucha gente. Hoy en día hacer canciones, sacar discos, tocar, es una rebelión, es luchar contra ellos.
Caen las ventas y es lógico, internet es un escaparte mundial y no hay control sobre las descargas ilegales, por lo tanto la gente lo usa lícitamente, no se arremete contra las grandes compañías telefónicas, sino contra los usuarios. Error. El mal, el demonio, son las compañías telefónicas, ellas se llevan el dinero que nos corresponde dando manga ancha a cualquiera que le de cuarenta euros mensuales. No es gratis amigos, le pagáis a los malos, no a los buenos. El pueblo tiene culpa de no ser respetuoso con los artistas, deberán pasar varias generaciones para ello. El gobierno es el que debe controlar a las compañías telefónicas, no al usuario. La picaresca tiene varios siglos de antigüedad, lo llevamos dentro.
Ahora lo que debemos hacer es no funcionar como en los 80´s o 90´s, hay que mostrar tu trabajo de otra manera, algo más pura, más real. Y sobretodo acabar con todos los intermediarios innecesarios.

¿Qué canción te ha costado más componer?

La que llevo treinta y cuatro años intentando hacer. La mejor.

Dolorosa


Como compositor, ¿llega un momento en que el proceso compositivo tiende a abandonar el terreno de la aventura y el riesgo por mor del oficio?, ¿cómo se combate, en ese caso, esa tendencia?

Supongo que llegará ese momento cuando tienes un grupo de gran éxito y todo el mundo te exige que hagas siempre lo mismo. No sé. En mi caso, cada composición es un comienzo nuevo, en ese proceso existen por igual momentos azarosos y técnicos, desconocemos la forma final, todo va cambiando continuamente. Siempre existe riesgo, partimos de cero y buscamos siempre lo mejor.
Cada compositor tiene que buscar su voz y tener su discurso y no conformarse nunca. Esa quizá sea la forma de combatir la autocomplacencia.


“Las reglas del juego cambiaron hace bastantes años. Bajo mi punto de vista desde que el gobierno de nuestro país hizo campaña en contra de los músicos y los artistas que nos buscamos la vida como buenamente podemos todo empezó a irse a la mierda, la subida del I.V.A. es una treta para acabar con los que podemos hacer revoluciones hoy en día. La música es muy poderosa y lo saben, están acabando con ella y con toda una profesión muy digna y cruda que da trabajo a mucha gente.”


Siguiendo la estela de un poema tuyo, ¿escribir canciones libera al monstruo o lo alimenta?

A partes iguales. Si realmente te sientes un escritor de canciones siempre harás canciones por necesidad, por una sensación de libertad y siempre te llevará a escribir canciones la sensación de querer vaciarte y sacar tus miedos, tus verdades y tus mentiras. Es grato y doloroso. Capote lo resumía muy bien en su prólogo de “Música para camaleones”: “Cuando uno tiene un don también tiene un látigo y ese látigo sirve únicamente para autoflagelarse”.

Háblanos un poco del sello Cabaña, ¿cómo funciona?, ¿qué expectativas tiene?, ¿qué trata de recuperar?

Cabaña es un sello discográfico sin ánimo de lucro. Una asociación que hicimos cinco amigos de Granada: Luis Arronte, Dani Estévez (Estévez), Fran Ocete y Chesco Ruiz (Brío Afín) y un servidor. La idea es editar discos en un formato elegante y devolverle al disco el valor de la unicidad. Sacamos pocas copias, nos financiamos nosotros mismos, nos promocionamos nosotros mismos y nos vendemos nosotros mismos. La idea es hacerlo grande y sacar muchos discos, claro. Tenemos una línea clara de edición. La temporada que entra esperamos poder lanzar tres trabajos nuevos. Estamos contentos, es un proyecto muy bonito hecho entre amigos y lo único que necesitamos es vender copias suficientes para poder financiar el siguiente proyecto. Así funciona Cabaña, apoyando los trabajos que estén en la calle en ese momento como si fueran los nuestros propios y esperar nuestro turno para lanzar el proyecto de cada miembro del sello. Todo el dinero que se genera siempre va a parar al sello, nadie se lucra con ello excepto el sello, que aportará esas ganancias para siguientes trabajos. Lo que se llama Amor al Arte, vaya.

Como director de una academia musical tan especial como Gabba Hey ¿qué balance haces de este primer año de funcionamiento? ¿qué es lo que más te está sorprendiendo de esta experiencia?

El balance es fabuloso. Lo más destacable: que no estamos solos. Hay mucha gente interesada en el rock, y con unas ganas tremendas de aprender, de formar una banda, de grabar discos. Es muy bonito ver cómo gente que entra en la escuela sin saber prácticamente nada puede llegar, en un año, a hacer conciertos, grabaciones… Gabba Hey se ha convertido en lo que queríamos que se convirtiera, un lugar de encuentro donde se aprende mucho y donde se disfruta mucho. Entre alumnos y profesores hemos formado una gran familia. Es muy chulo ir a tu trabajo cada día sabiendo que eso es así.



En tu caso, ¿Cuáles suelen ser los mejores momentos para escribir canciones?

Lo mejor para componer canciones es tener tiempo. A mí me escasea bastante, así que hago canciones en cualquier lugar, grabo ideas en el móvil, escribo ideas en mi moleskine, cuando tengo tiempo en casa cojo la guitarra e intento ponerlo todo en orden. Si alguna idea fluye y me parece buena no paro hasta terminar la canción. Pero el tiempo es fundamental a la par que fugaz.

¿Cómo ha influido en el sonido y en el desarrollo del proyecto Jean Paul el hecho de contar con el apoyo y continuidad de los músicos que te acompañan?

Jean Paul empezamos siendo una banda, haciéndolo todo juntos, empezamos muy fuerte tal vez. Cuando una banda se tropieza una y otra vez todo se acaba quemando. El primer disco “Breve Historia Universal” fue un disco de banda cien por cien. “Manqué” fue un disco de una banda acompañando a un cantante y “Ocho variaciones sobre el futuro” fue mi álbum más solitario, conté con los miembros del grupo pero nunca ensayamos para el disco y no hicimos ningún concierto como banda para presentarlo. Fue un disco muy mío. Estaban prácticamente todos los arreglos antes de empezar a grabar con los músicos. A todos les agradezco enormemente su apoyo y colaboración desinteresada en cada momento. Ahora cada uno tiene sus proyectos y su energía en ellos y ojalá les vaya genial.  

¿Te pasa como a Dylan, que dice que nunca escucha sus discos una vez acabados?

A mí me gusta escuchar mis discos, naturalmente no lo hago con mucha frecuencia, pero de vez en cuando me gusta revisitarlos y ver si envejecen bien.

¿Qué ha supuesto José Ignacio Lapido para tu desarrollo como músico y compositor?

Jose es una persona maravillosa. Le tengo un respeto enorme como persona y como músico. A mí me acogió en Granada, de esto hace más de once años. Me ha enseñado mucho, a entender mejor el lenguaje del rock, me ha descubierto muchísima música y como compositor es uno de los mejores, sin duda. Siempre que hago canciones pienso en si le gustarán a José Ignacio. Es el oráculo. Le tengo muy agradecido todo lo que ha hecho por mí, todo el apoyo que me ha demostrado siempre y los grandes consejos que me ha dado. Es el mejor.

Respecto del grupo Dolorosa. ¿Tenéis previsto publicar algo próximamente?

Con Dolorosa tenemos entre manos un disco, hace poco estuvimos encerrados en La Alpujarra grabando todas las canciones que teníamos. En breve comenzaremos las mezclas y el siguiente paso será editarlas, pero no tenemos prisa, queremos hacerlo bien, buscar un buen lugar para las canciones y pensar sobretodo en el futuro del grupo, queremos que Dolorosa dure muchos años.



¿Componer para otra voz, tan distinta a la tuya, introduce otros puntos de vista en tu forma de enfocar las canciones, incluso los textos? ¿crees que estos puntos de vista afectan al conjunto de tu trabajo compositivo?

Un compositor no debe encerrarse en un estilo concreto o en una forma concreta de canción. No creo que afecte al conjunto de tu obra que en algún momento explores otros caminos.
Lo que siempre tuve claro con Dolorosa es que no quería que las canciones fueran Jean Paul cantadas por Natalia. Quise separarme de Jean Paul, también por necesidad, necesitaba quitarle gravedad a mis canciones y a la forma de decir las cosas. Con Dolorosa todo es más coloquial, la música es menos dramática, no hay tanto teatro como en Jean Paul. No dejo de lado la forma poética de decir las cosas en una canción ni tengo miedo de utilizar palabras que jamás había utilizado. Son canciones al fin y al cabo, respeto el proceso y la profesión, luego cada canción es cada canción.

“Me ha enseñado mucho, a entender mejor el lenguaje del rock, me ha descubierto muchísima música y como compositor es uno de los mejores, sin duda. Siempre que hago canciones pienso en si le gustarán a José Ignacio (Lapido). Es el oráculo.”

Me gustaría saber en qué estado se encuentra ahora mismo Jean Paul, y qué otros proyectos tienes en mente.

Jean Paul lleva bastante tiempo en un reposo indefinido. Empleé todo mi esfuerzo en Dolorosa y lo dejé de lado, la verdad es que pensé en abandonarlo de una vez y no hacer ningún disco más como Jean Paul, pero Bandaàparte no me deja y me han propuesto publicar un libro-disco. Así que estoy en ello, escribiendo y componiendo canciones para Jean Paul. Estoy bastante lejos de Jean Paul, me cuesta volver a acercarme, pero cada vez estoy más cerca. Espero que en algunos meses aparezca ese libro y ese disco.
Proyectos tengo muchos, me gusta tenerlos. Hay cosas grandes y cosas pequeñas, espero su llegada de forma tranquila, no obsesionándome, pero con esperanza. Todo está relacionado con la música y la literatura, así que mientras mi vida gire en torno a ello, seré bastante feliz.

Recuerdo que durante la presentación en Granada de “Y mientras Roma ardía”, el poemario que publicaste con Bandaàparte en 2012, dijiste que, una vez revisados los textos, tuviste la sensación de haber mostrado demasiado de ti ¿Te sientes más resguardado en una canción que ante el texto desnudo?

Creo que la hoja de papel es más traicionera que una canción. En la canción siempre estás más protegido, dices las cosas como las sientes, tú eres tu propia voz. En el texto es diferente, no hay elementos alrededor de las palabras, alguien te pone voz, alguien se mete dentro de ti y te examina. Estás expuesto a cualquiera y de la manera que ese cualquiera necesite hacerlo. Es más real que la música.

Siendo escritor y compositor. ¿Hay textos que desde que nacen tienen pinta de canción o van adaptándose?, ¿las músicas y sonidos que desarrollas en cada momento determinan el tipo de letra?

Pocas veces me ha pasado que haya convertido un poema en canción o viceversa. Mi proceso creativo es un tanto inusual. No parto totalmente de un texto, puedo partir de una idea o una frase, a veces de una melodía o una progresión de acordes, pero a la hora de fabricar la canción me gusta que letra y música vayan de la mano, a la vez. Si no tengo la letra no continúo, no sigo haciendo música, necesito que la letra y la música se alimenten una a otra y se sustenten de la misma manera. Para muchos compañeros es un proceso bastante extraño, para mí es normal, no sé hacerlo de otra manera.

¿El cine es una influencia para ti?

Por supuesto. Antes, cuando empezaba, era una de mis mayores influencias, sobretodo las películas de Truffaut o de Fritz Lang, Bogart… Ahora el cine me influye de otra manera, la literatura es mi mayor fuente de inspiración en este momento.

Pensando en vinilos, ¿qué significado tiene el objeto, el continente musical para Raúl Bernal?

Para mí el vinilo tiene un trasfondo romántico (supongo que para alguien que haya nacido en la época del CD, el vinilo no le dirá demasiado), como objeto me parece muy bonito, las portadas son más grandes, se ven mejor, se lucen más. El vinilo no se escucha mejor a menos que todo el proceso sea analógico, entonces sí, por eso los discos antiguos suenan como suenan, el “Harvest” de Neil Young no suena igual en vinilo que en cd.  Quitando toda la historia técnica y demás, a mí el vinilo me transporta a otros tiempos, a cuando te lo prestabas entre amigos, cuando te quedabas embobado viendo la carátula mientras sonaba una y otra vez en el giradiscos, al cuidado que tienes al ponerlo, a limpiarlo, al disgusto que te llevabas y te llevas cuando se te raya, a ordenarlos por orden alfabético y unos meses más tarde a hacerlo por fechas…es una forma de vivir la música muy bonita…hay quien no lo entenderá, somos pocos, por eso quizá sigue siendo tan especial.

¿Cuál ha sido el consejo más delirante que has recibido desde que te decidiste a publicar tus canciones?



“No hagas 500 copias, haz 1.000, seguro que las vendes”



Entrevista publicada en el nº3 de la revista "Lugares Comunes".
Fotos: Cris Ferreiro. 

23 diciembre 2015

LUCIDEZ

Las personas lúcidas tienen una visión privilegiada de lo que les rodea; una panorámica a la que no se le escapa un detalle. Saben interpretar los mensajes, leen entre líneas, ven las cosas venir y corren a avisar desde su teclado. Tienen en su poder las recetas para arreglarlo todo de un plumazo, se pasan la vida argumentando su odio y están en condiciones de decirle a todo el mundo cómo debería pensar y actuar. Gozan de esa capacidad. Ellas no se dejan manipular por ningún tipo de organización internacional sospechosa, ni por los tertulianos de la acera de frente; y mucho menos por los adversarios, perdón enemigos, políticos. Las personas lúcidas son absolutamente democráticas, incluso aceptan el sufragio universal, aunque con matices, que prefieren atesorar en su muy cultivado interior. Realmente les chirría que ciertos sectores de población puedan votar, pero lo asumen elegantemente, cosa por la que piensan que el resto debe estarles eternamente agradecido. Las personas lúcidas miran de reojo el periódico que lee el vecino. Desgraciadamente, acostumbran a estar rodeadas en su vida diaria de cierta vulgaridad y previsibilidad; de personas bobas o malintencionadas, salvo cuando se reúnen, por fin, con otras personas lúcidas que piensan exactamente lo mismo que ellas respecto de los temas que importan. Las personas lúcidas tienen una andar particular, sosegado, a pesar de que la claridad de sus visiones a veces les empuja hacia la procacidad. Aunque no se les note, llevan su país en la cabeza, y miran con indulgencia a los otros, que sólo tienen cosas mundanas e ideas intoxicadas sobre los hombros. Las personas lúcidas captan a la primera las sagaces revelaciones de sus columnistas favoritos, con los que les une un hilo invisible de complicidad que les faculta a resumir su palabra para ser sus sagaces portavoces durante todo el día. Su extraordinaria agudeza les permite juzgar abiertamente los oscuros motivos que llevan a toda ese gente aborregada a votar a sus adversarios, perdón enemigos, políticos. Viven en un país que no les merece, y se lamentan abiertamente por ello. Cuando conocen a alguien de verdad inteligente, son lo suficientemente generosos como para reconocerle el mérito, no sin antes efectuar alguna mínima comprobación de pureza ideológica. Si se encontrasen alguna vez en el bar con un premio Nobel de medicina, no dudarían en apretarle paternalmente el hombro  y animarle a seguir por ese camino. Si el premio es de economía, se verían obligados a buscar antes de pronunciarse algunos datos en Google.


Yo las observo desde siempre con verdadera admiración. Las veo asentir con una media sonrisa condescendiente, enarcar las cejas fingiendo sorpresa, volver levemente la cara, expulsar suavemente el aire por la nariz, bisbisear, apretar la boca o fruncir el ceño. Sostener con firmeza y salero su látigo invisible. Las personas lúcidas conceden la oportunidad de gobernar de manera escrupulosamente democrática a sus elegidos, y asumen como una catástrofe inminente, siempre inminente, la llegada al poder de sus adversarios, perdón enemigos. Ellas, generalmente, se ponen muy serias y dicen creer que el resentimiento, la venganza, y la violencia no conducen a nada, pero llegado el momento saben lanzar con fuerza el adjetivo “demagogo” desde la barrera. Sé que las personas lúcidas a veces os sentís solas, pero no lo estáis. Sólo en España sois casi cuarenta millones. 

08 diciembre 2015

7-D. EL DEBATE

Los debates electorales, y cuanto a más alto nivel peor, suelen ser charlas de vendedores que se pegan delante de todo el mundo mientras repasan mentalmente lo que tienen que decir en el siguiente bloque. El de anoche fue de esos, claro, y contó con el acicate de la agilidad que marcaban los moderadores y de sus toques de espuela, a base de preguntas incisivas que hacían dar saltitos a los tres candidatos, y sobre todo a la no candidata. Todo lo que no sean debates por bloques, en los que no sea determinante si miras o no el reloj, me parece un insulto a estas alturas y en la situación en la que estamos. Las personas que he conocido a lo largo de mi vida que hacían las cosas bien, o que al menos lo intentaban de corazón, eran ante todo discretas, poco amigas del primer plano o del ataque gratuito o interesado. Soy de los que piensan que necesitamos sangre nueva (no necesariamente joven) y, sobre todo, sangre sería y responsable. Gente pudorosa.

Lo de anoche, con sus ridículos grupos de seguidores en las gradas y su despliegue a lo Gran Hermano, sólo exento de confeti, no aportó nada nuevo a nadie que haya seguido mínimamente esta larguísima campaña de un año casi exacto de duración. Fue lo de siempre: poner a prueba al vendedor de cara al público, ahora sin atril y sin aparatos. Un examen oral bajo los focos de la capacidad para aprenderse la lección, para salir del paso o de improvisar un dato o una maldad que arranque vítores a los tertulianos y a los articulistas de pluma tan afilada como automática. Este debate tenía ese punto de estrategia deportiva que alborota a los del mundillo (prensa, afiliados, seguidores…), sube audiencias, rellena páginas en los periódicos y deja a la gente que aún tiene preguntas en la cabeza esperando más, bastante más.  Los candidatos debían salir a vender, pero también a no perder lo que ya tenían. Defensa y ataque. Amago y cintura. Arenas movedizas en las que Rajoy se hundiría en el primer minuto, antes incluso de subirse las gafas, parpadear desordenadamente, retorcerse las manos o apelar al sentido común con la lengua seca. Creo que ausentarse ha sido lo mejor para sus intereses personales. Lo imagino partiéndose de risa con los montajes que sobre el tema circulan por la red.


No sé qué pensó el presidente del Gobierno mientras veía el debate, sí creo que Pedro Sánchez en algún momento echó de menos estar allí, junto a Mariano, al lado de la chimenea, haciendo chistes sobre Pablo y Albert. Pienso que Pedro perdió, parecía trasplantado, fuera de sitio. Le viene mejor tener delante un atril, desde luego. Sólo el fuerte ascendiente que el PSOE todavía conserva sobre una parte importante de la sociedad lo sostuvo y lo sostiene (por eso se limitó a aprovechar los minutos en que pudiese dirigirse directamente al telespectador; por eso ha decidido anotar en el haber de su partido todos los logros de nuestra democracia). Si hubiese sido representante de alguna otra opción emergente se hubiera diluido como un cubito de hielo, sin más. Sáenz de Santamaría no tumbó a nadie, pero salió viva; era lo que había planeado Rajoy, sabe que los rivales la respetan y que el ataque directo, personal, es siempre menos efectivo si no se ven el primer plano y la actitud de quien ha de encajar los golpes. No creo que Albert Rivera sea ese Robocop capitalista fabricado en secreto por el Ibex 35 que nos quieren colocar, pero sin duda es el más vendedor de los cuatro. De ahí esa campaña de crowdfunding que acaba de lanzar, que me empujó a mirar el calendario con la esperanza de que fuese 28 de diciembre. Se trata de algo que sólo es capaz de idear alguien que confíe ciegamente en el mercado y sus técnicas. Aún así parece vivo, se muestra seguro de su propuesta, tenaz. Son cualidades que comparten, para bien o para mal los líderes de Ciudadanos y Podemos. Ambos saben que llevan su apuesta política sobre los hombros. No han crecido en el aparato de un gran partido, no arrastran ese lastre de lealtades, deudas pendientes, fuego amigo agazapado y componendas; no tienen esos tics mecánicos de los otros candidatos, son más joviales, quizá más irreflexivos o incluso imprevisibles, pero más reales. Albert, constreñido por el vértigo del triunfo posible, creo que ha desperdiciado la gran oportunidad de dar el salto, pero no pienso que haya perdido apoyos. Pablo Iglesias estuvo bien, con su calma, sus pullitas y sus arranques de demagogia bien acompasada. Estuvo tranquilo, pelín crecidito en sus llamadas a la calma y algo pasado de  tergiversadoras vueltas teóricas, sobre todo cuando dijo no sé qué de los andaluces manifestándose para pertenecer a España. Contentó a su parroquia, y cada vez que miraba dulcemente a Pedro le arrebataba un par de miles de votos. Creo que los votantes del PSOE que no veían con malos ojos a Podemos anoche se fueron mayoritariamente con Pablo, y que Pedro perdió a casi todos los indecisos que pretendía recuperar. Por último, Alberto Garzón, con su discurso llano, documentado y didáctico, hubiese pescado en el mar de mohines y comentarios sotto voce de Pedro Sánchez, y hubiera determinado muchísimo el efecto del despliegue argumental de Pablo Iglesias, quizá el más beneficiado por su ausencia. 

06 diciembre 2015

EL B1 DEL SECRETARIO DE ESTADO

El Secretario de Estado, hondamente inspirado tras conseguir superar su examen del B1 de inglés, trató de ver una película estadounidense en blanco y negro y versión original. Media hora más tarde, con los ojos enrojecidos por el aburrimiento, llamó al Subsecretario, un tipo que apenas balbuceaba la lengua de Elton John. Había tomado una decisión, se pondrían en marcha dos campañas publicitarias para empujar a la población a aprender inglés. En la primera, un nativo que sólo conocía su idioma materno viajaría a Londres y, al no poder entenderse con nadie, daría pie a los consiguientes equívocos y momentos desesperantes. La segunda campaña, complementaria de la primera, se desarrollaría desde otro punto de vista: un inglés que sólo conocía su idioma materno viajaría al pueblo del nativo y, al no poder entenderse con nadie, padecería los consiguientes equívocos y momentos desesperantes. 

01 diciembre 2015

ENTREVISTA JESÚS ARIAS

JESÚS ARIAS “EL CREADOR CONTRA LOS ELEMENTOS”


Jesús Arias (Granada 1.963), vive en la esclavitud del curioso, del eterno aprendiz, del creador perenne, aun en las peores condiciones. Los sonidos, los ruidos, se filtran por sus oídos de una manera muy particular: todos llevan una propuesta bajo el brazo. Se ramifican y desembocan en ideas que no siempre llegan a buen puerto, pero que cuando lo hacen dejan algo nuevo y distinto en el oyente; en quien tenga la suerte de tropezarse con su trabajo, siempre tan maltratado por las circunstancias. De su mano, en los tiempos del mítico grupo T.N.T. y su “Manifiesto Guernika”, el punk español dio un paso definitivo hacia la madurez que no fue seguido, desgraciadamente, por el resto de actores necesarios para poner un disco de esa magnitud en la calle. De su empeño surgió una obra con vocación de eternidad como “Omega”. Y el próximo 6 de agosto se pondrá en escena en Salobreña, dentro del Festival Tendencias, “Mater Lux”, su última creación, cuyo estreno en el Hospital Real granadino ha causado gran impresión. Una cantata para coro y cantaora de cuarenta y cinco minutos de duración dividida en nueve partes, atrevida y profundamente reflexiva. Un viaje desde lo telúrico a lo sideral, donde Soleá Morente cantará por bulerías, Eric Jiménez acompañará con el yunque como elemento percusivo y Arturo Cid (theremin) y Víctor Parejo (sonidos y efectos) pondrán el contrapunto. Todo ello elevado y envuelto en el saber hacer del coro Canticum Novum, dirigido por Jorge Rodríguez Morata.



¿Qué disco, canciones concretas que te obsesionaran o actitudes te hicieron desear pertenecer a una banda de punk?

La que más me impresionó, a mis 13 o 14 años (debía ser 1.976 o 1.977) fue ‘God save the Queen’, de los Sex Pistols. Unos meses antes, yo me había enganchado con los Rolling Stones, que me parecían el grupo más salvaje del mundo. Curiosamente, no conocí a los Rolling Stones directamente por su música, sino por una de esas cintas baratas de versiones que se vendían en las gasolineras o en las tiendas de electrodomésticos que había en mi barrio, La Chana. Me compré una cinta, que aún conservo, y la primera canción que escuché fue ‘Paint it black’. Me dejó descolocado. Al poco tiempo, creo que en abril de 1.976, vi en el escaparate de una tienda el disco recién salido de los Rolling Stones, ‘Black & Blue’, y me lo compré gracias a la paga semanal de mi abuela. Al día siguiente, en la tienda Linde, me compre ‘Their Satanic Majesties Request’. Me extrañó que la misma banda tuviera sonidos tan distintos, pero tantísima riqueza musical. Creo que fue en agosto o septiembre de aquel mismo año cuando leí un artículo en la revista ‘Disco Express’ del periodista Diego A. Manrique en que decía: “Deja todo lo que estés haciendo, baja a la tienda de discos más próxima y cómprate el single ‘God save the Queen’, de los Sex Pistols. Vete a una discoteca, echa al pinchadiscos y pon el disco a todo volumen”. Y eso hice: Me fui a Galerías Preciados, en el centro de Granada, busqué y rebusqué hasta que encontré el single, que estaba en oferta (yo tenía 200 pesetas que me quemaban en los bolsillos y el single costaba 50 pesetas). Compré varias copias y me las llevé a casa. Hice lo que Manrique sugería: ponerlo a todo volumen. Cuando sonó la canción, casi me caigo de espaldas. Llegaron mis hermanos, muy curiosos, y mis padres, protestando para que bajase el volumen. En aquel momento me dije: “Yo quiero tocar como estos tíos”. Guitarras demoledoras, voz despectiva, una batería impactante. Era rock en su estado máximo. Siempre quise ser un Sex Pistols. De hecho, siempre he procurado que mi guitarra sonase a Sex Pistols.

“Manifiesto Guernika” de T.N.T. (1.983), a pesar del sonido, es considerado uno de los hitos del punk rock español; en mi opinión el trabajo más redondo en ese ámbito, ya que cuenta con composiciones de gran entidad y desarrolla un concepto político y social cuya lucidez el paso del tiempo no ha mellado. ¿Cómo fue amasándose la idea de enfocar el disco de esa manera? ¿se cuidó mucho la selección de los temas y el orden de los mismos?

Para mí, ‘Manifiesto Guernika’ resultó un disco fallido. Muy trabajado, pero fallido. En la época de su concepción yo vivía en Madrid estudiando Periodismo (1982-1983) y me había hecho gran amigo de Santiago Auserón, de Radio Futura, y de Eduardo Benavente (Alaska y Los Pegamoides, Parálisis Permanente). Yo, desde pequeño, gracias a mi padre, que un día nos llevó a Víznar para intentar encontrar la tumba de García Lorca y ver la fosa en la que se fusilaron a centenares de granadinos, sentía pasión por Lorca. Aprendí a leer sus poemas, a asimilar sus metáforas. Un libro del periodista Eduardo Castro en el que se contaba toda la tragedia del poeta y que incluía poemas de homenaje de gente como Antonio Machado o Pablo Neruda, me produjo una gran impresión. En Madrid, hablando con Auserón una noche, llegamos a la conclusión de que aquel pop-rock incipiente de la ‘movida madrileña’ carecía de buenas letras. Fue, para mí, una noche de largo aprendizaje. Santiago, licenciado en filosofía por la Soborna de París, me contaba que en inglés uno podía decir dos ideas con un solo verso, pero que en castellano necesitabas cuatro versos para explicar una idea. La conversación terminó derivando en García Lorca y en nuestra mutua pasión por escribir buenos versos. Yo le dije que para mí era más importante la letra de una canción que la música en sí. Los dos estuvimos de acuerdo. Creo que aquella misma noche, en su casa, me puso la primera maqueta de ‘El jardín botánico’ (yo le replicaría con ‘El jardín extranjero’ poco después).

Por aquellos días, en Granada, yo estaba muy relacionado con poetas granadinos como Javier Egea, Luis García Montero, escritores como Antonio Muñoz Molina, intelectuales como Mariano Maresca, inductor del disco ‘Rimado de Ciudad’, o pintores como Juan Vida, Julio Juste o Valentín Alvardíaz… En ese tiempo, Javier Egea estaba escribiendo un poema de largo aliento que se iba a llamar ‘Guernica’. Quería que tuviese como música de fondo el ‘Requiem’ de Verdi. Me lo leyó una tarde en su casa y me quedé impresionado. Le dije: “Quiero ponerle música a ese poema”. Pero Javier, que en esa etapa tenía muchísimos problemas con el alcohol, nunca llegó a entregármelo. Entretanto, yo me puse a componer la música para el poema. Luego fui introduciendo textos alternativos, de esa clase de letras que pones mientras esperas el texto real.

Todo aquello coincidió con la grabación de ‘Rimado de Ciudad’ en Madrid. Se trataba de que dos grupos, uno de heavy metal, Magic, y otro de punk, TNT, le pusieran música a poemas de Luis García Montero. Nosotros elegimos el poema ‘Coplas a la muerte de su colega’, una suerte de revisión del siglo XX a las ‘Coplas a la muerte de su padre’, de Jorge Manrique. En uno de los días de descanso, Mariano Maresca, el inductor del proyecto, nos llevó al Casón del Buen Retiro para ver el ‘Guernica’ de Picasso. Me quedé apabullado ante la magnitud del cuadro, ante su inmenso grito.

De regreso al estudio, nuestro ingeniero, Peter McNamee, que había trabajado con Pink Floyd y había sido productor de Tequila, nos dijo que los TNT le estábamos gustando mucho. Y nos hizo un ofrecimiento: “Este estudio es nuevo y necesito promocionarlo. ¿Qué os parece si grabamos vuestro LP aquí, todo el tiempo que haga falta, trabajamos a tope y la única condición es que en la foto de la contraportada aparezcáis en este estudio, (La Gramola) Si necesitáis estar meses aquí, estaremos meses aquí, hasta que todo sea perfecto”. Le dijimos que sí sin dudarlo. El estudio tenía piscina, dormitorios, cocina, y McNamee era perfecto. Conseguiría el sonido que quisiéramos.

En esa época, nosotros estábamos en el sello DRO. Comenté la idea y, al cabo de unos días, nos contestaron que no; que tenían un contrato con el estudio Doublewtronics; que ningún grupo de DRO podía grabar en otro estudio que no fuera aquel y que teníamos una semana para grabar ‘Manifiesto Guernika’. Fue todo un desastre. Pese a las ayudas de Radio Futura, que nos trajeron sus amplificadores, y de Poch, de Derribos Arias, que hizo los coros, tuvimos que grabar a toda velocidad y en un estudio con una sonoridad horrible. Recuerdo a nuestro bajista, Pepe Castro, diciéndome un día: “Jesús, hemos venido a grabar el mejor disco punk del rock español y veo que lo que tratamos de hacer es salvar los muebles como podamos”. Cuando escuchamos las mezclas que hicieron el ingeniero de Doublewtronics, Jesús Gómez, y el responsable de DRO, Servando Carballar, nuestro batería, Joaquín Vílchez, se echó a llorar.

Llamé a Servando y le pedí que nos dejara hacer las mezclas a nosotros. “Vale. Pero os las tendréis que pagar vosotros”, contestó. Nos tiramos aquel verano tocando y ahorrando. Al final se vino José Ignacio Lapido con nosotros para intentar arreglar algo. Pero poco se pudo hacer. Al poco tiempo, Peter McNamee produjo el disco de Los Pistones ‘El Pistolero’, que llegó a lo más alto de las listas de éxito. Meses después, Aviador Dro, el grupo de la compañía DRO, pagó un pastizal por grabar en La Gramola con Peter McNamee.




Desde la fugaz reaparición de T.N.T. a mitad de los ochenta con el siempre presente Arturo Cid y la cantante Aurora Pulido, parece haberte obsesionado la colisión de estilos, el efecto de los contrastes, ¿Cuáles son, a tu juicio, los errores más habituales en los que se suele caer cuando se aborda cualquier tipo de fusión de estilos musicales?

La ignorancia hacia lo de los demás. Tal vez la prepotencia de que lo tuyo es lo mejor. Recuerdo que cuando le propuse a Enrique Morente el ‘Proyecto Omega’, él se vino una noche a mi casa con dos botellas de J&B y me dijo: “Jesusico, esto tiene que ser un choque de trenes, no una fusión en plan Triana”. Yo le respondí que a mí las fusiones no me gustaban. Que me gustaban las transfusiones, o las infusiones, que lo que hacen las fusiones es fundir los plomos. Estuvimos de acuerdo. Nada de cantaor rockerizado ni nada de banda aflamencada. Cada uno a lo suyo, y cuanto más bestia, mejor. Nos pusimos a jugar al ajedrez y a tener ideas. Una de aquellas noches –y fueron muchas- dijo algo genial, que lo llevo grabado a sangre y fuego: “Si un cantaor canta una seguiriya a la perfección, da igual que el acompañamiento sea un yunque, una guitarra flamenca, una orquesta sinfónica o una banda punk… Podrán decir que el cantaor está loco perdido por tocar con una banda punk. Pero que la seguiriya la ha clavado. Ése fue uno de los principios del ‘Omega’.

Mi error con Aurora Pulido y Arturo Cid fue dejarme apabullar por el jazz, el virtuosismo, las escalas ‘pitagóricas’, ‘jónicas’, ‘corintias’ y todas esas cosas. Es un error que cometen los flamencos jóvenes de hoy día. Y hasta músicos clásicos, que se dejan seducir por las técnicas del jazz. Debería haberme quedado en mis trece con mis acordes en plan Sex Pistols. Me metí en una camisa de once varas que, por entonces, yo no podía controlar. Me caí con todo el equipo porque no supe decir: “Esto no es lo que busco. Yo quiero ir a las raíces de las cosas”. Fue un mal momento. Y al final me echaron del grupo.

Conforme avanzaba la década de los ochenta te fuiste decantando más por tu trabajo como periodista cultural en detrimento de tu actividad musical ¿Qué motivos te impulsaron por ese camino?, ¿seguiste componiendo cosas durante esos años?

Era más por una necesidad vital. Tenía que conseguir un sueldo. Me convertí en periodista y tenía un salario mensual. Vivía a salto de mata, pero a final de mes tenía una paga. La música dejó de darme dinero y uno tiene que pagar el alquiler, la comida. Mi gran ilusión habría sido vivir de la música, ser músico, compositor, pasarme todo el día tocando. Tampoco me ha ido mal como periodista, porque he podido entrevistar a muchísimas personas de un enorme interés.

“Una de aquellas noches (Enrique Morente) dijo algo genial, que llevo grabado a sangre y fuego: “Si un cantaor canta una seguiriya a la perfección, da igual que el acompañamiento sea un yunque, una guitarra flamenca, una orquesta sinfónica o una banda punk… Podrán decir que el cantaor está loco perdido por tocar con una banda punk. Pero que la seguiriya la ha clavado. Ése fue uno de los principios del ‘Omega’”

¿Qué perspectiva tienes, pasado todo este tiempo, de los primeros años ochenta?

Fueron unos momentos torpes, indecisos, como gatear si eres un bebé. A mi juicio, salvo muy pocos, todos los músicos éramos muy malos. Apenas sabíamos tocar la guitarra o el bajo. Nos movíamos casi por instinto. Escribíamos casi por instinto. También es verdad que todos éramos muy creativos. Quien no tocaba un instrumento, pintaba cuadros, o hacía fotos, o filmaba una película con cacharros muy arcaicos. Todos estábamos haciendo una carrera, pero nuestros sueños eran otros. Éramos adolescentes rescatados del naufragio del franquismo. Nos aferrábamos a cualquier tabla de salvación. Siempre lo he dicho: “El franquismo fue un accidente de tráfico, pero de esos que te dejan secuelas de por vida”… Aún las seguimos sufriendo. Fuimos una generación muy efervescente porque de pronto se respiraba libertad. Pero, salvo Sex Pistols, The Clash, Bob Dylan, los Rolling Stones o The Kinks, no teníamos referencias. Ahora se reivindica a Carlos Cano, los cantautores, etc… pero ellos no eran nuestras referencias… Yo estoy más cerca de los Sex Pistols que de Paco Ibáñez, más cerca de The Clash que de Raimon, más cerca de los Rolling Stones que de Jarcha

 ¿Qué diferencias adviertes en los músicos británicos que has tratado, caso de Joe Strummer o Tymon Dogg, por ejemplo, respecto de los músicos españoles?

Ninguna. Santiago Auserón es mi Joe Strummer particular. Tymon Dogg es mi hermano Antonio Arias. Humildad. Honestidad. Trabajo. Humildad siempre.

¿Qué cosas chocaban más a Strummer de la España que conoció?

La primera vez que Joe llegó a Granada, pensaba que estaba en Kenia, que nadie lo reconocería. Intentó hablar en español, pero no le salía, hasta que yo le enseñé. Fue muy divertido. Tenía un montón de topicazos en la cabeza: ETA como banda luchadora por la libertad. Era muy ingenuo, muy inocente sobre España. Yo me burlaba mucho de él.

 El ambicioso proyecto “Eclipse”, desarrollado durante años como Exxon Valdés y parcialmente publicado en 2.012 como “Eclipse parcial de lunas” bajo la denominación Quäsar, que tan buenas sensaciones dejó ¿Está terminado y grabado en su totalidad? ¿hay posibilidad de ver publicado el resto?

El disco está completamente grabado en maquetas. Tengo toda una caja llena de cintas –40 o más-. Lo que pasa es que ahora estoy pasando una depresión terrible. También una organización piratilla me “quemó” todos los archivos que tenía en WAV y MP3, y en el programa en que suelo trabajar para escribir partituras, SIBELIUS. Me quedé hecho una mierda. Como si alguien echa al fuego todas tus partituras. Ahora reconstruyo lo que puedo de memoria. Lo estoy pasando fatal con eso. No abráis un programa llamado HOWDECRYPT. Nunca!!!! Es un puto virus que os borrará todas las fotos, textos, vídeos… todo…

Como pieza clave que fuiste de todo el engranaje que dio lugar a la grabación del “Omega” de Enrique Morente y Lagartija Nick, quería preguntarte si salió finalmente como tú lo imaginabas y si no te da la sensación de que se le tiene como demasiado respeto, de que hay un exceso de temor a aventurarse por ese camino creativo.

Un disco nunca nace como tú quieres. No soy padre. Pero me imagino que un hijo no sabes si va a ser hijo o hija. ‘Omega’ nació, y nació como tenía que nacer, fruto de algo. La primera vez que lo escuché, no me gustó nada. No se parecía a lo que yo tenía en mi cabeza. Yo tenía alarmas, astronautas, seguiriyas. Morente tenía otra cosa en su cabeza. Igual me pasó cuando escuché “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, el disco que hizo Morente antes de morir. No me gustó ese día, y hoy es de mis favoritos.
 
¿Has sido desde siempre un creador sin prejuicios, o fuiste venciéndolos a base de tiempo y descubrimientos?

Siempre he estado abierto a todo. Especialmente al mundo sonoro. Recuerdo que, de pequeño, me gustaba jugar con las botellas de leche PULEVA porque tenían el cuello muy ancho. Yo las llenaba con agua del grifo y me encantaba el sonido del agua al entrar en la botella. También disfrutaba con el sonido de los riachuelos de la Alhambra o el ruido de las fuentes. Me encanta el fragor de las olas del mar. Siempre he procurado meter en mis discos sonidos así: aire, agua, olas de mar… Me he hecho un especialista en construir ‘palos de lluvia’,  que es un instrumento hecho a base de canutos de cartón rellenos de un puñado de lentejas y un puñado de arroz y que, al girarlos, suenan como olas de mar. Es un sonido muy relajante… Me gusta cada instrumento que caiga en mis manos. Un dulcimer, un tres cubano, un almirez, un yunque, una herradura. Todo lo que tenga cierta sonoridad me resulta curioso y creativo. Algún día quiero hacerme con un tratado del compositor Olivier Messiaen que analizaba el canto de los pájaros y los catalogaba.



“Recuerdo que, de pequeño, me gustaba jugar con las botellas de leche Puleva porque tenían el cuello muy ancho. Yo las llenaba con agua del grifo y me encantaba el sonido del agua al entrar en la botella. También disfrutaba con el sonido de los riachuelos de la Alhambra o el ruido de las fuentes. Me encanta el fragor de las olas del mar. Siempre he procurado meter en mis discos sonidos así: aire, agua, olas de mar…”

¿Cómo surgió la idea de la cantata “Mater Lux”?

Surgió de una noche de cervezas. Mi hermano Antonio Arias era amigo del director de un coro, Jorge Rodríguez Morata, y me llamó para presentármelo mientras estaban de tapas en un bar. Nos pusimos a hablar y yo le hablé de ‘Eclipse’ y de mis ideas de mezclar música clásica con flamenco y con punk. Jorge, director del coro Canticum Novum, me soltó de pronto: “¿Podrías escribir una cantata religiosa?” No sé qué festividad cristiana se celebraba ese año (2012), pero era algo relacionado con la Virgen María. Le dije que sí. En principio debía ser una especie de villancico o algo así. Llegué a mi casa y esbocé una nana al piano. Luego empecé a complicarlo todo. Se me ocurrió la idea de meter un yunque y convertir la nana en un cante de mineros. Luego se me ocurrió la idea de introducir a una cantaora que rompiera la nana del coro. Luego se me ocurrió la idea de meter un órgano de iglesia. Un día me fui a la Basílica de las Angustias para ver cómo era el sonido de un órgano de iglesia. Y empecé a meter más y más cosas. Lo que en principio iba a ser un tema de dos o tres minutos, se transformó en una obra de 11 minutos. Después me dije: “Esto, en latín, quedaría genial”. Llamé a mi viejo profesor de latín del instituto, José Luis Hernández Rojo, me fui a una librería, me compré un diccionario de latín, y me puse con el texto. José Luis me lo corrigió todo y así entregué la partitura. No se estrenó, pero dos años después, Jorge Rodríguez Morata me llamó y me dijo: “Esta partitura de 11 minutos… ¿podrías ampliarla a 40 o 50 minutos?”. Le dije que sí y me puse a trabajar en ella.

¿Qué significa “Mater Lux” para ti?, ¿qué has querido transmitir?

Cuando Jorge Rodríguez Morata me habló de un villancico, o una cantata o una nana de la Virgen María, yo me planteé: “¿Por qué a la Virgen María? Mejor a mi madre, Carmen Solana. Y luego empecé a desarrollar la obra, que tiene como 14 partes. Mientras iba escribiéndola, pensé en todo tipo de madres: las madres gozosas al saberse embarazadas, las madres asustadas antes del parto, las madres felices al corretear junto a su bebé. Pero también las madres dolorosas que pierden a un hijo. Como se trataba de una cantata religiosa, acudí a lecturas bíblicas (y eso que soy ateo), a un amigo sacerdote y a muchas amigas que, siendo madres, les planteé la idea de qué sentirían si perdieran a su hijo. “Me volvería loca”, me dijeron. Ya, en 1997, yo había escrito para Exxon Valdez-Quäsar, la canción ‘Somalia’, que trataba sobre las madres somalíes que tenían que enterrar a sus hijos muertos de noche para que los soldados norteamericanos no las acribillaran. Si iban al cementerio de día, los Black Hawks las desmenuzaban vivas. Conocía un poco aquellas historias y decidí subtitular la obra ‘Las madres crecientes y las madres menguantes’. Una referencia a las madres gozosas y a las madres doloridas. Las que tienen un hijo y las que lo pierden. Las que bautizan al hijo y las que tienen que enterrarlo. La obra ‘Mater Lux’ gira en torno a esos dos ejes.

¿Es de esas obras que marcan un antes y un después en su autor?

Pues, realmente, no lo sé. A Keith Richards, de los Rolling Stones, siempre le preguntan: “¿Cuál es tu mejor disco?” y él siempre responde: “El último”. A mí me pasa igual. Pero, a diferencia, lo que más me gusta no es lo último que he hecho, sino lo próximo que voy a hacer. Tengo en la cabeza una idea chulísima de la que hablaba muchísimo con Enrique Morente, aunque él no la veía del todo: una versión del ‘Requiem’ de Mozart pasado por flamenco, punk, jazz, de todo. Estrella Morente está entusiasmada con la idea y hablamos muy a menudo de ello. Sería genial. Tengo cuatro cuadernos de trabajo, y cada uno de ellos de unas 120 páginas, dándole vueltas al proyecto. Estrella me suele llamar desde Praga, Salzburgo, y me dice: “Estoy delante del manuscrito original de tal obra de Mozart”. Sería brutal ese proyecto. Mucho más que el ‘Omega’.

Me gustaría saber cuánto tiempo has invertido en su composición y si has trabajado de una forma más o menos constante o has necesitado de períodos de distanciamiento de la obra.

Unos cuatro meses, más o menos. No me costó mucho desarrollarlo. Componía en mi cabeza mientras iba camino del estanco a comprar cigarrillos. Regresaba a casa o me daba un paseo y ya tenía el tema en la cabeza. La verdad es que no resultó nada complicado.

Pienso que uno de los principales atractivos de la cantata reside, como en tantas ocasiones durante tu trayectoria, en los contrastes que se ponen en liza: El yunque frente al theremin, las voces flamencas y el coro o el órgano y los efectos pregrabados. Cuéntanos un poco cómo los fuiste integrando y midiendo su presencia, hasta conseguir el efecto final de incorporarlos a un espacio común y pleno de sentido.

Para mí es algo muy simple. Cada instrumento, sonido, cantante, tiene una sonoridad individual, personal, única. Me limito a estudiar un instrumento, una voz, una sonoridad. Me da igual que sea una ola de mar que una altísima soprano. Lo que me interesa es lo que pueda aportar. No me centro mucho en la celebridad o en el virtuosismo de alguien. Me interesa más lo que pueda aportar en general a una obra. Recuerdo una discusión sobre música que tuve con alguien que despreciaba los instrumentos de percusión porque, según su opinión, le parecían muy simples. Le hablé de una anécdota de Beethoven con la Novena Sinfonía. El director del teatro en el que iba a estrenar la obra le dijo a Beethoven que había demasiados percusionistas, que no servían para nada y que le iban a costar mucho dinero. Beethoven regresó a su casa, reescribió la partitura del Cuarto Movimiento de la Novena Sinfonía y regresó al teatro. Le dijo: “He quitado a unos percusionistas y he puesto a otro. Pero a ése le vas a tener que pagar lo mismo que a los percusionistas”. El productor, al ver la partitura, se quedó helado. Beethoven había escrito una parte del Cuarto Movimiento que se basaba en… ¡un triángulo! La parte se titula “Alla Marcia” y se basa en un triángulo y en platos de orquesta (cymbals, en inglés). Es a partir del triángulo cuando surge toda la música. Una marcha militar basada en triángulos y platos. Beethoven le dio una lección genial a aquel capullo…

¿Cómo fueron surgiendo y qué significado das a los efectos y sonidos pregrabados?

Simplemente surgen, como las ideas. No las analizo, no las critico, no las elaboro. Llegan a mi cabeza y ya está. Es como cuando a un pintor se le ocurre: “Pues esto quedaría de puta madre si lo pintara de rosa”. A mí me pasa igual: “Lo mismo a este acorde le viene bien un Re menor”. Pruebo, ensayo, y así hasta que la cosa encaja.

“Cada instrumento, sonido, cantante, tiene una sonoridad individual, personal, única. Me limito a estudiar un instrumento, una voz, una sonoridad. Me da igual que sea una ola de mar que una altísima soprano. Lo que me interesa es lo que pueda aportar. No me centro mucho en la celebridad o en el virtuosismo de alguien. Me interesa más lo que pueda aportar en general a una obra”



¿Te imaginabas así el estreno, la plasmación de tu obra?

No. Fue impresionante. Ver a mis padres con lágrimas en los ojos, subidos al escenario. Eso es algo que no se olvida. Una cosa es ser guitarrista en una banda punk y tocar tus canciones, y otra cosa es esto. Yo me quedé anonadado. De hecho, estaba tan nervioso que ni siquiera fui a celebrarlo. Me fui con mi novia a mi casa para tratar de asimilarlo.

¿Qué futuro le espera a “Mater Lux”? ¿hay previstas más presentaciones?, ¿se ha planteado la posibilidad de su edición discográfica?


Se reestrena el 6 de agosto en Salobreña, en el Festival Tendencias. Quieren que asista. Pero me da mucho miedo el público. No sé lo qué haré. Pero la verdad es que se pasa muy mal.



Entrevista publicada en el número 2 de la revista "Lugares Comunes".