La cosa es que al principio se nos ocurrió
montar algo para que se divirtieran los niños. Somos un grupo de amigos muy unido
e inquieto, hemos estudiado en los mismos colegios y nuestras familias se
conocen desde hace generaciones; así que organizamos unas clases de música sin
más pretensiones, por aquello de que aprendieran a tocar instrumentos jugando y
todo eso. Después vino la idea de hacer algo relacionado con los deportes. Ahí
ya se fue agregando gente, amigos de amigos, y más amigos, ya sabes. Toda gente
conocida, claro; interesante, relacionable, que sabe moverse, nada vulgar;
preocupada por la ecología, la investigación y la cultura. Luego vinieron los
compromisos, eso es inevitable, que si los hijos de mi jefe, que si mi vecino,
que si mi compañero de paddle. Así
que decidimos crear un club, alquilar unos terrenos y pedir ayuda pública a
través de nuestros numerosos contactos. Conseguimos algunas subvenciones y que
nos construyeran pistas, vestuarios y todo lo demás.
Primero fuimos una asociación cultural sin
ánimo de lucro, y posteriormente una cooperativa, ya que éramos bastantes y nos
vimos obligados a contratar personal, gente muy agradecida de colaborar con
nosotros que aceptaba nuestras condiciones de buen grado; y a la que le hacíamos
un gran favor, tal y como están las cosas siempre por aquí. En nuestro club
social todos se divertían y aprendían; además de granjearse, justo es
reconocerlo, unas relaciones sociales de primer nivel. Incluso llegaron
profesores de prestigio a nivel nacional. Nada que ver con las pocas
prestaciones que se ofrecen en los colegios y otros centros públicos.
Como la cosa marchaba decidimos meter más
pasta; algunos prefirieron no complicarse la vida y nos quedamos unos pocos,
que creamos una sociedad limitada. Las solicitudes nos llovían (incluso tuvimos
que subir las cuotas para cerner la demanda), tanto de la ciudad como del resto
de la provincia; comerciantes, hacendados, todos con posibles y muy preocupados
por el desarrollo de sus hijos, qué duda cabe. No paraba de apuntarse gente
influyente de la que genera riqueza para todos, de la que tiene algo que decir
en nuestra sociedad: directores de banco, políticos, funcionarios, promotores,
médicos, catedráticos, empresarios en auge… Todos activos, muy al día, con una
forma positiva y práctica de ver la vida; comprometidos con el progreso y la
estabilidad del Sistema. Nada que ver con lo que se ve por la calle, ni por la
tele. Personas con un toque especial y una posición que defender; relevantes,
que se apoyan las unas a las otras y saben estar. Aumentaron las inversiones y
entró algún socio capitalista más. Y más inscripciones, y más gente sana de la
que va al grano; culta, deportista, amante de la naturaleza. Así hasta que un
buen día alguien lanzó la proposición: “¿por qué no montamos un colegio, para
los nuestros?”.
No hay comentarios :
Publicar un comentario