11 abril 2020

CLAXON (HISTORIAS DEL ESTADO DE ALARMA V)


El detective vigila los edificios de enfrente con sus prismáticos, no lo puede remediar. Da un barrido rápido de vez en cuando porque, al contrario de lo que pasaba antes, no hace más que toparse con gente asomada a cualquier hora. Se lo suelen tomar a broma, y algunos le muestran el dedo corazón. Mejor dejarlo hasta bien entrada la noche.

Veo en la portada del diario El Mundo una foto en la que aparecen muchos ataúdes alineados en la pista del Palacio de Hielo de Madrid, que en estos momentos ejerce de morgue improvisada ante la avalancha de cadáveres, lo cual ya de por sí corta la respiración. Parece que algunas personas la ven malintencionada o innecesaria. Yo opinaría como ellos si la sacasen cada mañana, pero creo que es una instantánea que formará parte de nuestra historia y que no deberíamos olvidar nunca, al igual que tantas otras cosas que nos están pasando en esta época aciaga que jamás hubiésemos imaginado, incluidas las más estimulantes y esperanzadoras, que sí conforman la inmensa mayoría de las imágenes que nos llegan. Es evidente que este periódico es contrario al Gobierno, que desea que pierda el poder cuanto antes, y que le encantaría colaborar a ello con la mencionada portada; pero la foto en sí no me parece escandalosa. Ojalá hubiese aparecido en un medio afín, ya que no los hay neutrales, que demostrase a todos sus lectores que la información siempre debe estar por encima del politiqueo. Si tuviese un familiar dentro de uno de esos féretros, no sé realmente qué pensaría de la foto (creo que más bien me obsesionaría pensando en las razones que lo llevaron ahí). Pero tampoco sé qué pensaría del Gobierno ni de los que defienden su actuación a capa y espada en los medios.  

La cosa sigue plomiza. Llamas a amigos cuyos padres son mayores a ver qué tal les va, o ellos te llaman a ti. El número de infectados en la provincia de Granada sigue creciendo, ya son 890 personas hospitalizadas, y empiezas a dar por sentado que más de un conocido habrá. La gente que puede, envía a sus seres queridos las ansiadas mascarillas por correo. Hay colas ante las oficinas, y las administraciones están pensando que algo tienen que hacer al respecto. Aplausos. Los amigos que trabajan en farmacias no te contestan cuando les mandas un mensaje para ver si les quedan. Así está la cosa a día de hoy. Alguien escribe un mensaje recordando lo perjudicial que es para las defensas del organismo ante el virus abusar de harinas y chocolates. Todo plomizo, de un gris untuoso.

La policía ha desalojado la Catedral de Granada durante una misa del arzobispo. No cabe mayor egoísmo que el demostrado por estos fieles tan desleales con el prójimo. No puedes llamarte ser humano si no miras por el otro en la medida de tus posibilidades.

Escucho el segundo elepé de La Granja, “Soñando en tres colores”, no recordaba lo bueno que era. Las canciones se suceden inspiradas, manteniendo un nivel similar, altísimo. Siempre me encantó su sonido, y recuerdo cuánto lamentaba que “Debajo de las piedras” de 091, no sonase tan compacto. Miro la preciosa carpeta que se abre y leo en una etiqueta que lo compré el 14 de abril de 1988. Han pasado treinta y dos años. Mientras la música suena, veo en la televisión sin volumen políticos en el Congreso de los Diputados. Sé que no voy a escuchar nada relevante. Las posturas están claras, y si les da por adornar o dar profundidad a su discurso, sus asesores seguramente fusilarán pasajes de lo dicho alguna vez por alguna persona brillante. Se siguen puliendo estrategias y, encima, se deslizan falsedades de diverso grosor sin asomo de vergüenza.

Llegan imágenes de animales campando a sus anchas por las calles vacías. La gente aplaude su presencia como una reivindicación de la madre naturaleza, una vuelta a los orígenes de la civilización; con la certeza de que, si se ponen pesados y no se largan, alguien del ayuntamiento los meterá en un camión y se los llevará a Dios sabe dónde. De todas formas, cuando la calle está desierta, hora tras hora, puedes ver todos los animales que quieras: una leona caminando lentamente de un coche a otro; un tigre bostezando y husmeando por la acera; un elefante absorto mirando cómo cambian las luces de los semáforos; grupos de cabras montesas despistadas sin saber qué dirección tomar ante tanta vastedad. La leona persiguiéndolas de manera vertiginosa por mitad de la calzada mientras escuchas nítidamente su carrera desesperada. Es tu escenario efímero, y puedes colocar lo que quieras.

Ya se notan las tardes. Me imagino pasando a la ropa de verano confinado. Observo vecinos hablando de balcón a balcón con medio cuerpo fuera. Se sienten inmunes a todo menos a una cosa. Ya no gritan como al principio. Se han adaptado y se comunican casi sin alzar la voz ¿Cuánto hace que no oigo un claxon?

No hay comentarios :