11. LA MÁQUINA SUENA BIEN CUANDO RESPIRA
En 1.988 salió al mercado “Chicos pálidos para la máquina”, esta vez con Hispavox. La popularidad declina (aún recuerdo, en la época, a un Ordovás entristecido en el Diario Pop anunciando: “Ilegales, entre la fama y el malditismo”) y los cambios se suceden, Alfonso Lantero (que venía de clavar los ritmos en The Nativos) entra definitivamente en lugar de David Alonso a la batería. Willy Vijande, que aún se lamenta de todo el rock que perdieron al dar el paso hacia el sonido de este elepé, dejará la banda al poco de grabarlo, expulsado finalmente por su adicción. Alejandro Felgueroso lo sustituye, y a mitad de la gira hace lo propio con él Rafa “Nenuco” Kas. Se inicia una etapa que durará otros dos álbumes (período 1.988-1.992). Jorge Martínez aparca el tiralíneas de su trío, ampliando la formación a quinteto con la incorporación de Juan Flores (“El Hombre-Lobo de Mieres”) al saxo y Antolín de
Los
Ilegales traviesos y directos se asoman más sonrientes que amenazantes en “Un marciano” (que parece el reverso
gamberro del “Guru Zakun kin kon” de
Vainica Doble) y “Tengo una rana metida en una lata”,
cuya letra y descarga de guitarra, doy fe, divierte a algunos niños pequeños. “Chicos pálidos para la máquina” suena
inflamada y álgida, con ese pesado fondo de órgano teatral y tenebroso. Ganan
terreno canciones de madura y sugestiva elaboración, con espacios para el
silencio, como “Cara al peligro”, “Ángel exterminador” (por fin le llegó su momento, resultando posteriormente la más popular del disco), o “En el pasado” (Gilmour asomando la cabeza de nuevo). En los textos se matiza la
dureza (que ni mucho menos desaparece), y ganan terreno la reflexión pausada, el humor
negro, lo alucinatorio y onírico, así como cierto surrealismo. Sobrados de
repertorio, se permiten publicar un single (que Discoplay regalaba con la
compra del elepé) con dos joyas del calibre de “Con la niebla” y “Acabaremos mal”.
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