12 mayo 2014

JORGE MARTÍNEZ, EL HOMBRE SOLITARIO ENTRE ILEGALES (11 de 20)

11. LA MÁQUINA SUENA BIEN CUANDO RESPIRA

En 1.988 salió al mercado “Chicos pálidos para la máquina”, esta vez con Hispavox. La popularidad declina (aún recuerdo, en la época, a un Ordovás entristecido en el Diario Pop anunciando: “Ilegales, entre la fama y el malditismo”) y los cambios se suceden, Alfonso Lantero (que venía de clavar los ritmos en The Nativos) entra definitivamente en lugar de David Alonso a la batería. Willy Vijande, que aún se lamenta de todo el rock que perdieron al dar el paso hacia el sonido de este elepé, dejará la banda al poco de grabarlo, expulsado finalmente por su adicción. Alejandro Felgueroso lo sustituye, y a mitad de la gira hace lo propio con él Rafa “Nenuco” Kas. Se inicia una etapa que durará otros dos álbumes (período 1.988-1.992). Jorge Martínez aparca el tiralíneas de su trío, ampliando la formación a quinteto con la incorporación de Juan Flores (“El Hombre-Lobo de Mieres”) al saxo y Antolín de la Fuente a los teclados. Es un cambio arriesgado, importante; una decisión netamente artística. Jorge considera cerrada su fase más popular, su indeleble marca de fábrica, y apuesta decididamente por unas composiciones donde el estilo desplaza a la rabia; siendo expuestas con placidez y delicadeza en los detalles, inundadas por la estimulante presencia de metales y teclas. Canciones algo más largas, pero sin romper la ley no escrita ilegal de la concisión. El repertorio exuda blues, guiñando a las mejores orquestas (“Lavadora blues”, recuperada y bruñida), visitando Nueva Orleans (“Al borde”) o deslizándose con brillantez entre humo y cine negro en “Mala suerte”. Inoculados de clasicismo, miman el surf en un “El fantasma de la autopista” inspirado por el tema de 1.962 de The Beach Boys "Surfin'", a la sazón primer single del grupo de Brian Wilson



Los Ilegales traviesos y directos se asoman más sonrientes que amenazantes en “Un marciano” (que parece el reverso gamberro del “Guru Zakun kin kon” de Vainica Doble) y “Tengo una rana metida en una lata”, cuya letra y descarga de guitarra, doy fe, divierte a algunos niños pequeños. “Chicos pálidos para la máquina” suena inflamada y álgida, con ese pesado fondo de órgano teatral y tenebroso. Ganan terreno canciones de madura y sugestiva elaboración, con espacios para el silencio, como “Cara al peligro”,  “Ángel exterminador” (por fin le llegó su momento, resultando posteriormente la más popular del disco), o “En el pasado” (Gilmour asomando la cabeza de nuevo). En los textos se matiza la dureza (que ni mucho menos desaparece), y ganan terreno la reflexión pausada, el humor negro, lo alucinatorio y onírico, así como cierto surrealismo. Sobrados de repertorio, se permiten publicar un single (que Discoplay regalaba con la compra del elepé) con dos joyas del calibre de “Con la niebla” y “Acabaremos mal”.


No hay comentarios :