Estos
granadinos forman una banda de rock and roll tan estilosa como abrasadora; son,
si lo prefieres, unos punkrockers capaces
de matar por el riff irresistible. Unos
tipos con los suficientes discos en la cabeza como para contar con el más
sólido punto de partida. Saben perfectamente extraer la tempestad de la calma y
alcanzar velocidad de crucero y contundencia con distinción. Las raíces blues
lo impregnan todo dentro de un repertorio en castellano excitante y primitivo,
capaz de conjurar las fuerzas telúricas del rock y resultar a la vez tóxico,
genuino e incandescente. Punk de toda la vida (“Muerte al líder”), pub-rock (“Picadillo
de Charles”), psico-garage untuoso (“Animal”)
o surf (“Asquith”) completan el
lote. Cuentan con un afilado trabajo de guitarras y una base rítmica engrasada
e imaginativa que agitan y cuecen a fuego lento este humeante mejunje.
Los
temas fluyen con crudeza y precisión; salen escupidos o se enroscan en sí
mismos sin perder nunca la fuerza de su latido ni capacidad de desasosiego.
Ellos citan a sus maestros y yo lo corroboro: Howlin’ Wolf, Link Wray,
Screamin’ Jay Hawkins, The Gun Club o Scientists. Los Harakiri: Monago Tornado (voz y teclados), Antonio
Deshollinador (Guitarra), Alberto Juancarlos (bajo) y Antonio Pelomono
(Batería), desarrollan un sonido imparable, rugoso y adictivo, que queda
perfectamente retratado en este disco grabado íntegramente en directo en los
estudios Sequentialee de Andújar, producido por Pedro Cantudo y la propia
banda.